lunes, 23 de agosto de 2010

Sabor a mi - Capítulo 4


En el baile como siempre la entrada de Helena cautivo a varios de sus compañeros y la presencia de Pablo definitivamente causo revuelo entre las mujeres del salón. Helena llevaba un vestido que dejaba ver lo alta que en verdad era, y que sobre todo resaltaba el color de sus ojos, por su parte Pablo, vestía camisa blanca con saco y pantalón de vestir negros. Renata iba con un vestido que la hacía ver tan linda y tierna que parecía una bailarina de ballet.
Helena y Pablo no dejaban de verse, él tenía su brazo sobre el mueble, lo que hacía ver como si estuviera abrazando a Helena, por eso nadie se había atrevido a invitarla a bailar. Tenían miedo de que Pablo se molestara y tuvieran que enfrentarse al alguien que estimaban tanto. Mientras, Renata no perdía oportunidad y no paraba de bailar. Pablo no había cruzado palabra con Helena, y justo cuando Helena creyó no poder soportar más el silencio de Pablo, llegó Aldo.
- Por Dios, Helena. Te ves guapísima.
- Gracias, tu también te ves muy bien.
- Y ¿qué tal te la estas pasando?
- Pues bien.
- Pues no creo, yo no he visto que te pares a bailar, y la verdad la música es muy buena y parece que tu pareja no es muy entretenida. – dijo mirando a Pablo para ver su reacción
- Ah pues la verdad es que mi pareja no es entretenida, simplemente porque no tengo pareja, dijo con toda la intención de herir a Pablo, tanto como él estaba haciendo con ella.
- Bien, siendo así, ¿por qué no vienes a bailar conmigo?
- Está bien.
Pablo quería morirse en ese momento, el ver a Helena bailando con ese idiota, como regularmente le decía, le molestaba en sobremanera pero no quería alterarse. Así que cuando se levantó Helena el no dijo nada.
- Por dios Pablo, ¿qué estás haciendo? - dijo Renata que se sentaba un momento para tomar algo que la refrescara
- ¿Qué estoy haciendo de qué?
- Estás regalando a Helena en bandeja de plata, al idiota de Aldo.
- Y qué, si fue ella la que acepto ir a bailar con él.
- Pues claro, no pretendías que estuviera todo el rato sentada a tu lado, solo para verte con tu cara de fastidio. Mira no se que allá pasado en la mañana, pero lo que pasó no puede ser tan malo, como para arrojarla a los lobos.
- No te entiendo.
- Pablo deja de hacerte el tonto, y acepta tus sentimientos de una vez y por el bien de todos.
Justo cuando la música más lenta iniciaba, Renata dejó de nuevo solo a su hermano.
- Ya fue suficiente de bailes, ¿no crees? – dijo Pablo, deteniendo la mano de Aldo que iba directo a la cintura de Helena
- Creo que Helena, no se ha quejado del número de bailes – respondió Aldo un tanto molesto
- Helena, por favor sería mucho pedir que bailaras conmigo – preguntó Pablo de la manera más amable que se le ocurría y viendo directamente a los ojos a Helena
- Pablo… este, si está bien.- en ese momento, Helena se odiaba a sí misma, el punto era hacer enojar a Pablo, no perdonarlo a la primera de cambio. Pero no podía evitar perderse en eso ojos de miel que la dominaban de una manera tan infantil.
- Gracias – respondió Pablo a la vez que despedía a Aldo y tomaba su lugar al lado de Helena.
Bailaron en silencio, pero no dejaban de mirarse, ambos querían decirse tantas cosas y se sentían tan impotentes al no decirlas. Después de algunos minutos terminó la música tranquila para volver a las animadas que provocaron que todas las parejas, salieran a la pista a bailar.
- Helena, ¿te parece si vamos al jardín? – necesitaban hablar y la pista no parecía el lugar apropiado.
- Si, vayamos. – No sabía que más decir, estaba confundida y enojada a la vez, con Pablo, con ella misma. Enfrascada en sus pensamientos llegó al jardín.
- Helena… me puedes decir qué diablos te orillo a aceptar la invitación de Aldo. – esa frase definitivamente despertó aun más el enojo de Helena.
- No Te Interesa, yo bailo con quien se me dé la gana.
- Claro que me interesa, todos estos meses hemos tratado de alejarlo y nada más de un de repente le das entrada para bailar contigo.
- Por Dios, solo fue un baile, no una promesa de matrimonio, somos amigos.
- Sabes bien que para él no fue sólo un baile, a él le interesas para algo más que una simple amistad.
- Y qué no tengo compromiso con nadie, a ti ¿Qué te importa?
- ME IMPORTA y me importa mucho, porque ME ESTOY MURIENDO DE CELOS.
- ¿Qué? - preguntó Helena totalmente sorprendida
- TE QUIERO HELENA, TE QUIERO, TE QUIERO COMO NUNCA IMAGINE QUERERTE.
- Pablo, yo, yo… - dijo Helena, sorprendida por la declaración – no entiendo porque te comportaste tan extraño después de lo de la mañana, me dejaste tan confundida, me diste a entender que todo fue un error y bueno la verdad es que yo lo había disfrutado, cada instante de ese momento lo disfruté como nunca nada en mi vida.
- ¿Eso significa que tú también me quieres? – Helena decidió responderle con actos, y lo besó ahora con más seguridad que en la mañana, lo besó con la seguridad absoluta de que no solo su beso si no sus sentimientos eran totalmente correspondidos. Pablo quedó atónito con lo que significaba la respuesta de Helena, a lo que solo se le ocurrió hacer la pregunta más evidente – Helena, ¿quieres ser mi novia?
- Si – respondió Helena con una sonrisa que para Pablo era suficiente para dejarlo sin aliento. Después se volvieron a fundir en un abrazo y en un beso que no querían terminar nunca.
- Te quiero Helena, Mi Helena.
Después de estar un rato solos decidieron, a regañadientes, regresar al baile.

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