lunes, 30 de agosto de 2010

Sabor a mi - Capítulo 8

Para Pablo y Helena los días transcurrían como el agua, tanto que cuando se dieron cuenta, la navidad ya estaba en puerta. Como todos los años ambas familias compartían una cena especial y después pasaban a la sala para convivir un poco más, unos cantaban mientras Helena y Renata interpretaban algunas canciones en el piano de la casa.
- Helena, quiero mostrarte algo, me podrías acompañar al jardín – dijo Pablo cuando todos se retiraban a sus habitaciones.
- Claro, solo voy por un suéter, ahorita te alcanzo. – respondió mientras besaba la mejilla de su novio.

- Listo, ¿qué querías mostrarme?
- Hel, quiero que sepas que estos pocos días que he pasado a tu lado, me has hecho más feliz de lo que había sido en toda mi vida. Sé que prometimos no darnos ningún regalo, pero cuando vi esto – dijo a la vez que sacaba un pequeño estuche de su chamarra – no puede evitar pensar en ti y tenía que comprártelo.
- Pa…blo, esta hermoso, pero es demasiado – no se le venían más palabras a la cabeza, el contenido de la caja era un pequeño anillo de oro blanco, con diamantes azules incrustados, que eran muy similares al azul de sus ojos.
- Nada es demasiado para ti, así que por favor no lo rechaces – dijo mirándola fijamente a los ojos con esa mirada que hacía que Helena se pusiera de rodillas ante sus deseos.
- Está bien, ¿podrías ponérmelo? – y Pablo sacó la bella pieza de la caja y la colocó en el delgado dedo de su novia.
- Te queda hermoso. – dijo con una sonrisa de satisfacción.
- Gracias, pero ahora siento que mi regalo es insignificante al lado del tuyo – reveló Helena con algo de decepción en su mirada.
- Así, que también me tienes un regalo, muéstramelo ¿sí?
- Está bien, espero que te guste. –y le entregó un porta retrato de plata, que tenía la imagen más bella que Pablo hubiera podido imaginar. Era una foto del pasado baile de invierno, tomada justo en el momento en que él y Helena se daban un beso, mientras bailaban.
- Te quiero, Te quiero demasiado mi Helena – dijo Pablo y le dio un beso que no dejaba duda de lo mucho que le había gustado el regalo. Helena sintió como el dulce aliento de Pablo invadía su boca y cómo poco a poco su lengua tocaba sus labios, como pidiendo permiso. En ese preciso instante dejó de pensar, abrió sus labios y respondió con toda la necesidad que le embargaba el cuerpo, su corazón empezaba a latir cada vez más rápido, y Pablo la tomaba entre sus brazos como si quisiera fundirla a él. Tuvieron que separarse para tomar aire pero seguían sonriendo. Ese beso había sido más que motivador.
- Parece que si te gustó el regalo
- Más de lo que hubieras creído.
- Genial, pero aun así sigo sintiéndome mal por darte tan poco.
- No le veo la razón, además de que me encantó tu regalo, lo mejor que me puedes dar es estar a mi lado. Te quiero mi Helena.
- Y yo a ti.


El año nuevo fue recibido con una fiesta que incluía a las personas más allegadas a la familia y a las familias de toda gente que servía en la finca. Pablo y Helena solo podían despedir el año viejo con sonrisas por los momentos felices que les trajo, y contaban con la seguridad inmensa de que el año nuevo sería aun mejor.

El regreso a la ciudad y por tanto a la escuela se dio casi de manera inmediata. Renata estaba contenta con las pinturas que había logrado desarrollar, en el tiempo en que Helena y Pablo se paseaban por la finca, aunque sonara extraño, prefería la soledad de su estudio para plasmar las imágenes que le venían a la mente.

En la escuela, todos los que habían faltado al baile, estaban deseosos de comprobar lo que los rumores señalaban y no necesitaron esperar demasiado. Cuando llegaron los gemelos, Helena ya los estaba esperando, y recibió con un discreto beso en los labios a Pablo, mientras este la sostenía en el aire, como solía hacerlo cuando regresaban de vacaciones de verano, que eran las más largas, sin embargo que fueran las de invierno le importó muy poco.

- ¿Ya te enteraste, de la nueva parejita? – preguntó Diego a Aldo que miraba con indiferencia a la nueva pareja.
- Sí, pero no entiendo cómo les puede causar tanta expectación, ni que fuera la gran cosa. – dijo con cara de hastío.
- Ok, no es la gran cosa para ti, pero yo no podría estar más feliz por esos dos.
- Si, wow que emoción - Ya acéptalo, Helena nunca te iba a hacer caso. - Ya déjame en paz.

Pablo no podía evitar sonreír al ver la cara de fastidio que tenía Aldo, ahora las clases de biología eran más interesantes, pues ahora era él quien se la pasaba haciendo reír a Helena, y por otro lado era demasiado cuidadoso para que Aldo no le echara a perder ningún experimento. Las mañanas en la escuela solían pasarla rodeados de sus amigos, pues habían decidido que no querían que su relación los alejara del mundo. Lo cual ayudo también a Renata, para no sentirse incomoda entre los dos.

Los días avanzaron y pronto llegó febrero, el mes del cumpleaños de Helena. Entre Pablo y Renata ya le habían preparado una fiesta en su casa, habían invitado a todos sus amigos y Pablo tenía un regalo muy especial.

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