jueves, 26 de agosto de 2010

Sabor a mi - Capítulo 6

Se despertaron al otro día, con la inseguridad de que todo hubiera sido un sueño. Pronto Helena se dio cuenta que todo tenía que ser verdad, así que se levantó, se arreglo y salió a desayunar, con la esperanza de ver a Pablo.

- Hola ma, ¿cómo estás?
- Hola, nena, amanecí muy bien, ¿y tú, cuéntame cómo les fue anoche?
- Ay mamá, no pudo haber sido mejor.
- Niña Helena, aquí esta su desayuno - dijo Toña, una mujer que había conocido a Helena desde antes de nacer, y que la quería tanto como quería a los hijos de sus patrones.
- Ay Toñis, muchas gracias, ¿cómo sabías que me estaba muriendo de hambre?
- No es nada, niña, espero que le guste, le mande preparar su desayuno preferido. Con permiso.
- Y bien dime, Helena porque tanta emoción al recordar el baile de anoche.


- Buenos días – interrumpió Magdis la madre de los gemelos y madrina de Helena.

- Hola, Magdis. Buenos días, ¿qué tal dormiste?
- Muy bien, ¿y ustedes?
- También gracias.
- Señora le sirvo el desayuno - preguntó Toña
- Si, Toña, por favor. Una cosa, ¿sabes dónde está el señor?
- Se fue con el señor Álvaro a cabalgar desde muy temprano.
- Ah ya veo muchas gracias.
- Magdis – dijo Carolina – Miguel se llevó a Álvaro desde temprano, que porque quería su opinión sobre los terrenos que compró recientemente.

Después del desayuno, Magdis fue a dar órdenes al servicio para que prepararan todo para una cena que se iba a dar esa noche, para celebrar su aniversario de bodas, en compañía de algunos amigos que vivían en el pueblo que estaba cerca de la finca.

Carolina aprovechó que su amiga estaba ocupada, para tener un rato a solas con su hija. Y la invito a dar un paseo por los jardines de la finca.

- Y bien Helena, ahora sí cuéntame ¿qué fue lo que pasó anoche que la hizo tan especial?
- Ay mamá, no sé ni por donde iniciar.
- Por el brillo en tus ojos puedo asegurar se debe a algún muchacho ¿verdad?
- ¿Cómo lo supiste?
- Helena, soy tu madre. Nosotras tenemos un sexto sentido que nos ayuda a saber cuando pasa algo. Y créeme este es tu caso.
- Si tienes razón, es que es algo que nunca había sentido, no sé cómo explicarlo. Es tan especial, siempre me había sentido bien con esa persona pero de un tiempo para acá es más especial que nunca.
- Entonces, ¿es alguien que ya tenias tiempo de conocer?
- Algo así.
- Pues permíteme decirte, que Pablo y tu se tomaron mucho tiempo para darse cuenta de que deberían de estar juntos. – ahora se daba cuenta Helena que la perspicacia se la había heredado su madre
- ¿Co…cómo lo supiste?
- Ay hija, no se te olvide que soy tu madre. Pero independientemente de eso, a ustedes dos se les veía lo que sentían el uno por el otro, hace bastante tiempo. Pablo te mira como si fueras una nueva estrella que acaba de descubrir y tú por otro lado lo observas como si quisieras descifrar sus secretos, siempre estás analizándolo, te ríes más cuando estas a su lado, tus ojos adquieren ese brillo especial que tienen en este momento.
- Vaya, nunca pensé que fuera tan notorio.
- Créeme hace años, que Magdis y yo nos dimos cuenta de lo que les pasaba.
- ¿Años?, pero si apenas entendí lo que sentía por él hace unos meses.
- Tú quizá te entendiste lo que sentías, pero ese sentimiento ya lo demostrabas desde antes.
- Y bueno, ¿Qué opinas de la situación?
- Te diré, que de todos los jóvenes que conozco, nadie tiene más mi aprobación que Pablo. El conocerlo desde siempre, me ha dejado ver que es un chico realmente encantador, con un alma tan pura, como la tuya. Sé que no debería mostrarme tan a favor de esta relación, simplemente porque las madres no debemos de hacerlo, pero no puedo, Pablo me encanta para ti y sé que llegaran muy lejos juntos, porque tiene grandes metas igual que tu y no por estar enamorados se distraerán de ellas, al contrario, ahora andarán juntos por ese camino que se han impuesto seguir.
- Gracias ma', no tienes idea de lo bien que me siento de haber tomado esta decisión. Y ahora que se lo que piensas me siento mil veces mejor. Te quiero mucho mamá.
- Yo también Helena. Sabes que siempre contarás conmigo. Pero creo que es tiempo de que dejemos esta conversación aquí, porque cierto joven viene directo hacia acá.

- Bueno días, Caro.
- Hola hijo, te preguntaría como estás, pero es algo que salta a la vista. Bueno, los dejo porque quede en ayudar a tu madre con los preparativos de la cena.
- Está bien. Gracias. – alcanzó a decir Pablo cuando Carolina se retiraba.
- ¿Cómo amaneciste? – fue lo único que se le ocurrió decir a Helena que por dentro era una revolución de sensaciones. Tenía unas ganas enormes de estar entre los brazos de su novio y besarlo, pero se contuvo, no sabía cómo tomaría Pablo esta reacción.
- Hmm que saludo tan más frio. – dijo fingiendo tristeza
- ¿Ah y cómo querías que te saludara? – con tono de burla y un tanto nerviosa
- Pues me imaginaba algo más emotivo, como esto. – Pablo atrajo el cuerpo de su novia, poniendo una mano en su cintura y la otra en la nuca, para poder besarla. Helena estaba que saltaba de emoción, claro así serían desde ahora todas sus mañanas de ahora en adelante, nunca más tendría miedo de expresarle sus sentimientos a Pablo. El beso fue corto, pero estaba lleno de la necesidad que sentían el uno por el otro.
- Wow, pues si lo pones de esa manera te doy la razón, mi saludo fue como un cubo de hielo.
- Te lo dije – y Pablo tomó la mano de Helena, le encantaba el tenerla lo más cerca posible.
- No tienes idea de cómo me encantó que tuvieras razón.
- Ah que te puedo decir, así soy yo – contestó con una picara sonrisa en su rostro – justamente por eso, que te parece si nos vamos a dar una vuelta por el arroyo.
- Me parece perfecto – dijo dándole un beso en la mejilla.

Para cuando llegaron al arroyo, el día estaba de lo más agradable, a pesar de ser casi invierno, se podía sentir un clima un tanto cálido.

- Has pensado en cuándo se lo vamos a decir a lo demás. – preguntó Pablo que estaba con la espalda recostada en el gran árbol que daba al arroyo, mientras abrazaba a Helena que descansaba sobre su pecho.
- Este… bueno tengo la seguridad de que por nuestras madres no hay problema.
- ¿Por qué, se lo has dicho a tu madre?
- No, exactamente, digamos que resultó que ella lo adivinó. – Y Helena le contó casi toda la conversación con su madre.
- Entonces, después de todo Renata tenía razón. Los únicos que ni por enterados éramos nosotros.
- No crees que es algo ridículo.
- Un poco, sí. Pero al menos no dejamos pasar más tiempo – logró decir antes de acomodarse para poder besarla.
- Lo que creo – dijo Helena después de un rato – es que él que nos dará algo de trabajo es mi padre, no sé cómo vaya a reaccionar.
- Y si lo hacemos a la manera antigua y hablo con él.
- ¿No crees que sea demasiado?
- Podría ser, pero prefiero intentarlo, no me gustaría que tu padre no te deje estar conmigo, así que más vale intentarlo.
- Si, a mí tampoco me gustaría. Porque eso sería molestarme con él y nunca lo he hecho. Y mucho menos podría ver que te tratara mal, después de todo eres el hijo de su mejor amigo.
- ¿Te parece si hablo con él hoy mismo?
- Sí, creo que entre más pronto mejor.
- Bien, entonces será mejor que regresemos ya.
- No – dijo Helena haciendo pucheros – aun es temprano, no quiero irme tan rápido de aquí.
- Será lo que tú quieras. La verdad estar aquí contigo gozando de estos momentos es un privilegio que no quiero abandonar.
- Exacto – Y dicho esto se perdieron en otro profundo beso que muy apenas satisfacía la necesidad que sentían el uno por el otro; lo alargaron tanto como pudieron pero sabían que tenían cosas que hacer y decidieron regresar a la casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario