jueves, 30 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 42

La noche llegó más pronto de lo que esperaron. Helena estaba inquieta, lo que pasó con Pablo en la mañana la había alterado mucho, pero al final de cuentas le quedaban solo dos días en la finca y en México sería cuidadosa para no encontrarlo tan seguido. 


- Hel ¿ya estas lista? – decía Renata del otro lado de la puerta.
- Si, pasa.

- Helena Lascurain, no me digas que ese será tu gran vestido para esta noche. – el vestido de Helena era muy sencillo, era algo corto y entallado, de un color azul celeste. A pesar de todo la hacía ver muy bella pues destacaba el color azul de esos ojos.
- Ren es que no quiero ponerme uno de esos, son demasiado llamativos.
- Claro que no.
- Por favor Renata no insistas, no tiene caso. Además esta es tu noche y la de Pablo, qué más da que me ponga yo.
- Ay está bien, pero dime ¿qué tal me veo?
- Estas lindísima – el vestido de Renata era color hueso, strapless, de una tela muy fina que parecía seda.
- Bien vamos ya que todos nos esperan.
- Te esperan.
- Nos. 


Cuando llegaron a la zona donde se recibían a los invitados, las miradas se centraron en las dos amigas.

- Ahí están Renata y Helena – comentó Laura a Pablo que tenía la mirada iluminada de ver a Helena tan bonita.

- Te ves hermosa – le dijo Alfredo a Renata, cuando la saludó.
- Gracias tu también estas hermoso – respondió con un poco de humor.

Ambos hermanos y sus padres, estaban en la entrada al jardín para recibir a los invitados. El lugar estaba decorado con antorchas que delimitaban la pista, la zona de mesas y la sección de la entrada. Las mesas estaban decoradas con manteles similares a color del vestido de Renata y las sillas eran doradas, lo que hacía juego con los centros de mesa que eran pequeñas peceras con rocas y peces dorados, que brillaban gracias a una luz situada en la base.

Una vez terminado el recibimiento toda la familia se ubicó en la mesa principal, Helena se había sentado en otra mesa con invitados que conocía de su juventud, sin embargo Miguel fue por ella pues en la mesa principal había un lugar reservado para ella. Esto molestó mucho a Laura, le tenía envidia por todo. Y aprovechó que estaba sentada a su lado para accidentalmente derramar refresco sobre su vestido.

- Oh Helena discúlpame, he sido una torpe.
- No, no hay problema, es solo refresco.
- Vamos Hel, necesitas quitarte eso.
- Mañana mismo me encargaré que se envié a la lavandería. – dijo Laura contenta por haber logrado su propósito.
- Ese vestido es de tintorería – señaló Magdis
- Oh que tonta, perdón Helena.
- Será mejor que me cambie.

Renata acompañó a Helena a su habitación y la obligó a ponerse uno de los vestidos que había rechazado ponerse antes.

- Ren por favor vuelve a tu fiesta, te la estás perdiendo por mi causa.
- No es tu causa, es por la tonta de Laura.
- Cierto.
- Está bien, pero no tardes mucho.
- Te lo prometo.

Los minutos pasaban y Helena no regresaba a la fiesta. El grupo que ambientaría la fiesta acababa de pedir a los invitados que entonaran las mañanitas para los festejados y a mitad del canto apareció Helena; los ojos de Pablo casi se salieron. Llevaba un vestido azul marino, satinado, la caída de la tela destacaba lo alta que era, el escote del frente era tipo halter, mientras que el de la espalda llegaba hasta la parte más baja de su cintura dejando ver el cuerpo tan perfecto que poseía. Las luces de la finca hicieron que algo en su cuello brillara, era el diamante azul que Pablo le había regalado hacía más de 10 años, Helena traía su corazón. Cuando ella se dio cuenta recordó, que no se lo había quitado; a decir verdad nunca se lo quitaba, por eso el olvido. El brillo del diamante y el color del vestido hicieron más notorio aún el bello color de sus ojos, todos los invitados estaban impresionados su belleza. Helena era posiblemente aún más bella que misma Helena de Troya, por quién le habían puesto ese nombre.

Pablo se levantó inmediatamente de su asiento y tomó a Helena del brazo, ella trató de negarse, pero ante la mirada de todos no pudo hacerlo.

- Te ves hermosa. – decía Pablo con una gran sonrisa.
- Gracias – respondió cortante.

Ambos se sentaron y una vez terminado el canto de las mañanitas, se sirvió la cena.

Laura estaba impaciente por el gran anuncio que tanto esperaba. Todos terminaron de cenar y se recogió el servicio. Antes de iniciar con el baile, Miguel se dirigió a donde estaba el grupo y pidió un micrófono. El gran momento de Laura había llegado.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 41

Todos se preguntaron por qué Helena no había salido a comer, pero cuando Renata fue a buscarla se dio cuenta que estaba perdidamente dormida y no quiso molestarla.

En la tarde que despertó, lo hizo más animada, tenía mucho por lo que seguir viviendo y si Pablo había encontrado la felicidad, ella también podría.

Cuando salió de su habitación, Pablo y Laura se habían ido de nuevo al pueblo y ella sintió alivio al saberlo, no quería enfrentarlo aún. Así que pasó la tarde con Magdis y Lety, ayudándolas con los últimos detalles de la fiesta que se realizaría al día siguiente.

Al día siguiente, se despertó temprano y salió directo a las caballerizas con la esperanza de no encontrarse con Pablo y así fue. Al parecer había llegado muy tarde del pueblo. Esto la calmó y se fue al arroyo.
- El alma nos juntó
con sólo un beso de testigo
cada latido prometió
que ibas a estar siempre conmigo
Hoy todo cambió
y es que has seguido otro camino
pero mi vida se quedó toda en tus labios
toda contigo…

Te dice un corazón desesperado que regreses a mi lado
que la vida sin tu amor no ha sido igual
Te pido con el alma que recuerdes
que juraste no perderme
prometimos que no acabaría jamás
que mañana es para siempre

Dentro de mi piel
sigue la ausencia de tus manos
sigo tratando de entender
por qué el destino quiso engañarnos

Te dice un corazón desesperado que regreses a mi lado
que la vida sin tu amor no ha sido igual
Te pido con el alma que recuerdes
que juraste no perderme
prometimos que no acabaría jamás
Sé que hay una fe que no se acaba
una luz y una mirada
que nos volverá a encontrar

- Te pido con el alma que recuerdes
que juraste no perderme
prometimos que no acabaría jamás
que mañana es para siempre 


Era la voz de Pablo, no había duda. No era que no hubiera ido a montar, era que se había adelantado. ¿Pero qué hacía cantando así? ¿Por qué escribía esa letra, cuando debería estar feliz por su próxima boda? Ella quiso irse pero era demasiado tarde.

- ¡Helena! – le saludó Pablo
- No quería interrumpirte. Será mejor que te deje solo.
- Por Dios, no. Te estaba esperando, me gustaría que escucharás lo que he compuesto.
- No sé.
- Por favor, no me hagas rogarte.
- Está bien, un momento nada más.
- Ven siéntate aquí. – dijo señalando el lugar al lado de él. Helena obedeció y él comenzó a cantar otra canción.
-
En la vida hay amores
que nunca pueden olvidarse
imborrables momentos
que siempre guarda el corazón
Pero aquello que un día
nos hizo temblar de alegría
es mentira que hoy pueda olvidarse
con un nuevo amor
He besado otras bocas
buscando nuevas ansiedades
y otros brazos extraños me estrechan
llenos de emoción
Pero sólo consiguen hacerme
recordar los tuyos
que inolvidablemente vivirán en mi
. – Helena se resistía a creer que esa letra viniera del corazón de Pablo y se sintió aún peor cuando por un momento pensó que esa letra estaba escrita solo para ella.
- Debo irme – dijo para poder huir de la situación.
- ¿Acaso no te gustó?
- No, no es eso. La canción es preciosa, pero…
- Entonces, no te vayas, sólo quiero que escuches una canción más, por favor.
- Una más. – respondió cediendo a la petición de Pablo.
-
Nadie, como ese ser que yo ame alguna vez,
Hoy simplemente forma parte de mí ayer,
Mas hoy yo siento sus caricias en mi piel, así.

Nadie, con esos ojos que me miran desde lejos,
Con esa risa que entibiaba mi tristeza,
Con esa boca de ternura tan audaz, porque.

Vuelve a mí,
Q solo y triste me quede sin ti,
Y vivo sin hallar a quien querer,
Escúchame mi amor.

Vuelve a mí,
Q solo y triste me quede sin ti,
Y vivo sin hallar a quien querer,
Escúchame mi amor. –
Si la primera canción la había sorprendido, está no tuvo comparación, con tan solo escuchar la primera línea, recordó con claridad el sueño que había tenido en New York, ¿pero cómo podía soñar algo del pasado con una canción que aún no había sido escrita? Sin poder contenerse, cantó con Pablo la última estrofa.

- Vuelve a mí,
Q solo y triste me quede sin ti,
Y vivo sin hallar a quien querer,
Vuelve mi amor.
– Pablo se sorprendió mucho, ¿cómo era posible que Helena conociera la letra? Tal vez lo escuchó en su habitación cuando la componía. Cuando levantó su mirada para verla descubrió lágrimas en sus ojos.
- Helena… - quería preguntarle cómo conocía la canción pero al verla llorar no soportó la necesidad de consolarla. Soltó la guitarra, y tomó su rostro entre sus manos.
- Pablo… - tenía el rostro de Pablo tan cerca de su cara que sentía su respiración.
- No llores, por favor. - Su aliento la embriagaba y hacía que sus sentidos perdieran toda capacidad. Pablo no soportó más la agonía y la besó. Helena no pudo ni siquiera resistirse, lo deseaba tanto. Sentía como él exigía más de ella, de su esencia, así que abrió los labios; sentía como sus labios chocaban y a la vez compartían el mismo ritmo, poco a poco ella también exigía más de él y él respondía a sus peticiones. Ese beso sabía a gloria, era un elixir llenó de vida para sus corazones. Las manos de Pablo, descendieron lentamente hasta su cintura y la atrajo más hacia él. Los dos estaban cruzando líneas prohibidas, pero se deseaban tanto o más que hace 10 años y no podían contenerse era demasiado fuerte lo que sentían.
- NO, PABLO. SUELTAME – ni siquiera Helena supo de dónde sacó la fuerza para rechazarlo. Ella lo deseaba pero sabía que no era lo correcto.
- Perdóname… - decía sorprendido por la reacción de ella.
- Esto es un error.
- ¿Un error? – Pablo estaba atónito. Él le había demostrado sus sentimientos después de tanto tiempo y ¿ella lo consideraba un error?
- Si, esto no debió de pasar nunca.
- Perdón
- Será mejor que me vaya.

Helena se subió a la Sahara y se regresó a la finca a todo galope, no dio tiempo ni de que Pablo dijera una palabra más.

- Sus labios aún tienen
sabor a mí - dijo Pablo tratando de consolarse ante el miedo que tenía de que Helena lo hubiera olvidado.

Para cuando él regresó a la finca ya todos habían desayunado, así que no tuvo que ver a Helena y mucho menos a Laura. Cuando estaba en su habitación, por la ventana alcanzó a ver cómo Helena cargaba al hijo recién nacido de una de las empleadas de la finca.

- Si nuestro destino no nos hubiera separado, me habría casado contigo después de terminar la universidad y probablemente ahora cargarías a nuestro hijo, en vez del hijo de unos extraños – oír esta frase en voz alta, lastimo aún más a Pablo.

Después de estar unas horas solo, logró tranquilizarse y salió de su habitación decidido a hablar con Helena, tenía muchas preguntas que hacerle y necesitaba estar seguro de que lo había olvidado porque un amor como el de ellos no era fácil de olvidar. Pero ya no estaba donde la había visto desde la ventana, estuvo buscándola pero era muy difícil encontrarla con tanta gente en la finca por lo de la fiesta de la noche.

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No he podido poner la canción de Mañana es para Siempre en el reproductor, así que para que la puedan oír, aquí les dejo el video de YouTube. 


martes, 28 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 40

Al día siguiente Pablo y Helena salieron de nuevo a montar desde muy temprano, sin embargo esta vez fueron cuidadosos con la hora. Regresaron cuando todos aún estaban en sus habitaciones, así que Helena se cambió y se metió a la alberca un rato.

- Usted tiene mucha energía Srita. Lascurain – le dijo Pablo desde la orilla.
- Sigues enojado porque te gane esta vez.
- Claro que no porque no me ganaste, eso fue un empate.
- Acéptalo, Pablo te gané.
- No. – al decir esto se agachó y con la mano le lanzó un poco de agua a la cara.
- ¿Qué te pasa?
- Nada.
- Eres un niño Pablo, te lo juro. Acepta que perdiste.
- Mejor acepta otra carrera mañana. – y le extendió la mano para cerrar el trato.
- Sr. Duart usted ya es todo un hombre de negocios, acepto. – cuando lo tomó de la mano, lo jaló hacia dentro con todas sus fuerzas y Pablo se cayó a la alberca. Helena estaba muerta de risa de ver a Pablo todo mojado.
- A con qué ahora te causo risa.
- Si, es que deberías de verte en un espejo.
- Nunca debiste de reírte de mí.
- ¿Por qué? ¿Qué me vas a hacer? – decía entre risas. Sin más Pablo se acerco a ella y empezó a hacerle más cosquillas. Las risas inundaban toda el área de la alberca.
- Ya por favor, Piedad, Piedad – gritaba Helena entre risas.
- Está bien. – Pablo se salió de la alberca y comenzó a quitarse las botas y la camisa mojada. Helena mientras se acercaba a la orilla y salía de la alberca. Cuando Pablo levantó la mirada, no pudo evitar ver el hermoso cuerpo de Helena. Era como ver a alguna diosa de la mitología. Ella caminó con dirección hacía su habitación y al pasar frente a Pablo, él aprovecho para lanzarla a la alberca de nuevo y él cayó junto con ella que lo había tomado de la mano. Pensó que Helena iba a estar enojada, pero en vez de esto estaba riendo aún más que antes.
- No… Pablo… eso fue muy bajo – decía entre risas.
- Buenos días - saludó Renata.
- Hola, Ren. – respondió Helena.
- ¿Pero qué se traen ustedes dos? Sus risas se oyen del otro lado del jardín.
- Nada, sólo que Helena insiste en reírse de mí.
- Vale, ya pido tregua. – dijo Helena
- Está bien.
- Pablo, necesito que me lleves al pueblo a recoger a Alfredo.
- ¿Tengo que ser yo?
- Si, ahorita mi papá tiene a todos los trabajadores ocupados.
- Helena, ¿vienes con nosotros? – preguntó Pablo
- No, yo paso. Quiero bañarme y desayunar.
- Está bien. – dijo Pablo un poco decepcionado


Salieron de la alberca y cada uno se retiro a su habitación. 


Al poco rato Pablo y Renata se fueron al pueblo y Helena pidió que le sirvieran el desayuno en el jardín.

- Buenos días, Helena. – saludó Laura muy amable
- Buenos días
- ¿Qué tal te la estás pasando?
- Muy bien. Ha sido muy divertido.
- Yo creí que a una mujer cómo tu, que viene de una de las ciudades más activas del mundo, se podría aburrir en esta.
- No, la verdad amo la finca. Aquí pasé gran parte de mi juventud rodeada de los seres más importantes para mí.
- Me he dado cuenta. ¿Eres muy unida a Renata verdad?
- Si es como la hermana que nuca tuve.
- Espero que cuando me case con Pablo, también puedas llegar a ser mi amiga – la noticia le sorprendió a Helena. Sabía que eso iba a pasar pero por qué justo cuando ella regresaba.
- ¿Se van a casar? – dijo con la mirada fija en su desayuno para que Laura no viera la tristeza de sus ojos.
- Sí, ¿no te ha dicho Pablo, que estamos comprometidos?
- No, no me dijo nada.
- Oh, tal vez cometí una indiscreción y quería que te enteraras cuando hiciéramos el anuncio oficial en la fiesta de mañana, por favor no le digas que te he dicho.
- No te preocupes no diré nada.
- Gracias Helena.
- No hay de qué.
- Sé que hará muy feliz a Pablo, él que participes de nuestra gran alegría, es que nos queremos tanto.
- Me alegro, Pablo es un gran hombre y se merece lo mejor.
- Y lo tendrá, yo sabré hacerlo muy feliz. – Helena no podía más con la situación, estaba le estaba mucho mantener la calma y el rostro sereno.
- Qué bien. – respondió sin ánimos. Cuando levantó la vista logró ver que llegaban Renata, Alfredo y Pablo. Se levantó y saludó a Alfredo a quién no veía desde New York.
- Helena que gusto – decía Alfredo
- Hola Fred, ¿cómo estás?
- Ahora muy feliz, ya que estoy con esta bella señorita – decía mientras su mirada se encontraba con la de Renata.
- Me alegro, ya era hora de que llegarás. Ren no paraba de hablar de ti.
- ¿Eso es cierto?
- No le hagas caso, exagera. – respondió Renata
- Pablo, mi cielo. – interrumpió Laura.
- Hola, Laura – saludó Pablo sin ánimos.
- Disculpen que me retire, pero debo aprovechar que Renata ya tiene compañía para hacer unas llamadas y enviar unos correos, con permiso – se despidió Helena dando la espalda a todos, no podía soportar más esa escena.
Cuando llegó a su habitación encendió su computadora, con la esperanza de que Oliver estuviera en línea y afortunadamente así fue. Iniciaron una video-llamada pues Oliver se moría de ganas de verla y ella no pudo negarse.

- Hermosa ¿qué tienes?
- Ay Oli…
- ¿Por qué lloras?
- Es que… se casa
- ¿Quién se casa?
- Pablo, Pablo se ha comprometido.
- Oh, Helena. Lo siento mucho.
- Me siento tan tonta por llorar, tenía que ser fuerte y mírame he terminado así.
- Tranquila Hel, lo que no olvidaste en 10 años, no lo vas a hacer en un instante.
- Es que debo de superarlo, sobre todo ahora que estaré tan cerca.
- No estás obligada a quedarte. Ven conmigo a Estrasburgo, aquí estarían encantados de contratar a alguien con tu capacidad y yo estaré feliz de tenerte de nuevo a mi lado.
- No lo sé. No quiero precipitarme.
- Piénsalo, sabes que aquí estaré esperándote.
- Gracias Oliver, te quiero mucho.
- Y yo a ti.
- Cuídate mucho hermosa y no te dejes vencer por la pena.
- Gracias y también cuídate.
- Besos.
- Adiós.

Helena se recostó en su cama y pensó en cómo había pasado de una bella mañana al lado de Pablo, a la agonía de saber que pronto él estaría casado con otra.

- Casado – la frase retumbó en la habitación - Si la vida no me hubiera pasado factura de toda la felicidad que había tenido a tu lado, probablemente yo sería quien se fuera a convertir en tu esposa y no ella.

Con este pensamiento poco a poco se quedó dormida.
 
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Siguiendo con los tropiezos musicales de esta semana, ahora escuchan la canción Amiga interpretada por Yahir y Yuridia. La voz del muchacho no es tan buena como la de Roberto Carlos (el interprete original) pero Yuridia canta muy bien y por eso elegí esta versión. Sigan pendientes mañana que se viene lo bueno.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 39

Las horas se les pasaron increíblemente rápido, no sintieron ni siquiera que la hora del almuerzo ya había pasado, llegaron a la hora de la comida. Entraron juntos al comedor y seguían hablando y riéndose, todos se les quedaron viendo. 

- Perdón se nos fue el tiempo platicando – se disculpó Pablo
- No hay problema hijo, nos acabamos de sentar. – respondió Miguel
- Ha pasado mucho tiempo separados, me imagino que tendrán mucho de qué hablar - agregó Magdis.
- Si y como ayer no pudieron platicar – soltó Renata, dirigiéndole la mirada a Laura que estaba que no la calentaba ni el sol.
- Con permiso me duele un poco la cabeza, no tengo ganas de comer – se levantó Laura y se fue a su habitación.
- Renata eso no era necesario – la recriminó Helena
- Yo no hice nada – y empezó a comer sin pena alguna.
- Ya al rato veo como sigue, no te preocupes Helena. – agregó Pablo.
- Si mejor ya siéntense a comer, que han de tener mucho apetito. – terminó por decir Magdis.

La comida pasó más amena que el día anterior, el ánimo de Pablo y Helena habían contagiado a todos en la casa.

Después Helena fue raptada por Renata y Pablo se retiro a su habitación, no tenía ganas de buscar a Laura, más bien tenía un deseo muy profundo.

Entró a su habitación y buscó su guitarra, sacó un cuaderno donde solía escribir las canciones para Helena. Y se puso a escribir lo que sentía en el corazón.

-
El alma nos juntó
con sólo un beso de testigo
cada latido prometió
que ibas a estar siempre conmigo
Hoy todo cambió
y es que has seguido otro camino
pero mi vida se quedó toda en tus labios
toda contigo…


Magdis y Lety estaban en el jardín, cerca de la habitación y quedaron sorprendidas.

- ¿Ese es Pablo?
- No, bueno no sé.
- Es que la voz viene de su habitación.
- Pero Pablo tiene años que no toca ni compone nada.
- ¿Cuántos años?
- Pues desde que… oh por dios está cantando por Helena.
- ¿Qué pasa, por qué tienen esas caras? – preguntó Renata que estaba acercándose con Helena hacia donde estaban su madre y su tía
- Es tu hermano
- ¿Qué hizo esta vez?
- Esa canción – dijo Helena con los ojos cuadrados – viene de la habitación de Pablo.
- Genial, Helena no lleva ni un día aquí y ya logró que Pablo vuelva a componer y a cantar.
- ¿Qué lo había dejado de hacer?
- Hija, después de que te fuiste Pablo no quiso volver a saber de música. Esta es la primera vez en 10 años que lo oigo cantar. – respondió su madrina
- Magdis, perdón sé que no tuve justificación al lastimar tanto a Pablo.
- No hija, por favor. Yo sé por qué lo hiciste y al final de cuentas todo eso ya pasó.
- Perdón.
- Suficiente de caras tristes, es mejor que nos alegremos porque Pablo ya está contento de nuevo.
Decidieron alejarse de ese lugar para que Pablo no las fuera a oír.

Laura salió decidida a ir a buscar a Pablo para pedirle las explicaciones que necesitaba, pero cuando iba a su habitación escuchó la música y a Toña y a otra empleada hablando.

- Ya escuchó, Doña Toña, el joven Pablo ha vuelto a tocar la guitarra.
- Si Lupe, me da mucho gusto que este tan feliz.
- ¿Cree que sea por causa de la señorita Helena?
- Supongo, que sí. Solo basta recordar cómo eran esos dos cuando eran novios. – la cara de Laura se heló, ¿Pablo y Helena habían sido novios?, quiso irse pero la plática continuaba.
- Tiene razón, me acuerdo que no había quien los separara, las serenatas que le llevaba el joven. Y con qué ojos de amor se miraban, siempre creí que terminarían casados.
- Yo también lo creí, Lupe.
- Se imagina que bonito hubiera sido ver a la señorita Helena como la nueva patrona.
- Antes me lo imaginaba, ella como dueña de todo esto, haciendo feliz al niño Pablo. Rogaba a Dios porque me concediera la dicha de verlos juntos y conocer a sus hijos. Pero ahora eso ya no es posible.
- Si lo sé. Quién diría que ahora la dueña de todo esto terminará siendo la señorita Laura.

A Laura la tranquilizó un poco lo que habían dicho las empleadas. Pero no podía evitar sentirse insegura ante la presencia de Helena, desde el principio odio la forma en que Pablo la veía, y ahora la odiaba aún más por ser la preferida de todos para estar con Pablo. Tenía que hacer algo para mantenerlos alejados

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Recomendación Musical: Regresa a mí - Il Divo

domingo, 26 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 38

- Pablo – dijo Helena con ternura. Esto hizo que Pablo la pusiera de nuevo en el piso y le tomara la cara entre sus dos manos. Se miraron directamente a los ojos, que habían recuperado aquella luz que compartían en su juventud. Helena vio como los años habían hecho de Pablo todo un hombre. Parecía un poco más alto y delgado pero muy fuerte, porque cuando la abrazó sintió a sus brazos como una prensa. Pero lo que más le llamó la atención fue su cara, se había puesto aún más guapo algo que creía imposible, su cara era tan varonil y seductora. Y sus ojos, seguían siendo tan camaleónicos como siempre. 
- Mi Helena, solo mía – Al decir esto acercaron sus caras y chocaron sus frentes, se acercaron tanto que podían aspirar el aliento del otro. Algo que los embriagaba en emociones, pero justo cuando se creyeron débiles ante el deseo de besarse. Una voz los separó. 
- ¡PABLO! – Los dos se separaron de inmediato, lo hicieron con calma, nada podría causarles sorpresa después de lo que momentos antes habían vivido. 
- Laura – dijo mientras tomaba a Helena de la mano. 
- ¿Qué pasa aquí? – preguntaba Laura completamente enojada, mientras barría a Helena de pies a cabeza. 
- Laura ella es Helena Lascurain. 
- Mucho gusto Laura. Tú debes de ser la novia de Pablo. – a Laura le encantó que Helena estuviera enterada de quién era ella en la vida de Pablo. A Helena no le costó mucho reconocer a Laura pues aunque la vio muy rápido, recordaba bien que era de menor estatura que ella y que Pablo, además su pelo seguía teniendo esos reflejos rubios artificiales, su cuerpo era lindo, pero ni de lejos le hacía sombra a Helena. Esta vez por fin conoció su cara, no era una persona fea, pero no superaba ni siquiera a Renata en encanto. Tenía ojos grandes y oscuros, sus labios eran muy delgados y su frente tenía una gran marca de expresión, consecuencia de los enojos frecuentes de los que era presa. 
- Si lo soy. 
- Veo que ya estás haciendo presentaciones hermanito – comentó Renata al acercarse a su hermano y amiga. Él tenía la sangre helada de ver cómo Helena sabía exactamente quién era Laura. Pero supuso que Renata se lo había dicho. 
- Si. ¿Renata tú sabías qué Helena estaba aquí? 
- Por supuesto que sí. Quién crees que la invitó. 
- ¿Te quedarás a la fiesta? – preguntó Pablo 
- Claro, a eso he venido. 
- Ya, ya dejen la charla para después. El almuerzo está servido y mamá quiere que estemos todos. 
- ¿Ella sabe que Helena esta aquí? 
- Si, ya vámonos que si no va a pegar el grito en el cielo. 
- Vayamos entonces. 

Helena y Renata caminaban juntas y detrás de ellas venían Laura y Pablo. Laura traía la cara descompuesta de celos por la escena que acaba de presenciar, pero no podía evitar estar sorprendida por la calidez con la que Helena la había saludado. Cuando llegaron a la casa, se encontraron con Toña. 

- ¡Toñis! – gritó Helena con alegría de ver a una de las personas que más quería de la finca. Cuando Helena la vio se sorprendió de los años que ya habían pasado sin verla, Toña había dejado de ser esa mujer fuerte y entera que los ordenaba cuando eran niños. Ahora caminaba un poco más lento y tenía su piel arrugada, sin embargo seguía conservando esa calidez que hacía que Helena, Pablo y Renata la quisieran como si fuera de su propia familia. 
- ¿Niña Helena? 
- Hola, Toñis. 
- Pero no puedo creer lo hermosa que se ha puesto, ya desde siempre había sido linda pero ahora no tiene comparación. 
- Gracias Toñis, siempre tan linda conmigo. 
- Es la pura verdad. 
- Gracias 
- De haber sabido que llegaría hoy, le hubiera mandado hacer el desayuno que tanto le gusta. 
- No te preocupes. Mañana lo puedes hacer. 
- Con mucho gusto, niña. 

Toña los acompañó hasta el comedor donde ya estaban Magdis, Lety y Miguel. 

- Perdón por el retraso – se disculpo Helena 
- No hay problema, hija – respondió Miguel – lo importante es que ya están aquí. Miguel a pesar de los años seguía mostrando la nobleza de su alma, su cabello que alguna vez fue castaño empezaba a mostrar algunas canas, y su sonrisa ya estaba acompañada por algunas marcas de expresión. 
- ¿Y dime Helena cómo está tu padre? – Preguntó Lety. Helena conoció a Lety cuando era muy pequeña, pero a contrario de Toña, por Lety no habían pasado los años. Seguía siendo esa mujer de pelo castaño claro, muy corto, y con esa cara blanca siempre estaba llena de seriedad que era iluminada por unos bellos ojos eran cafés muy claros. 
- Muy bien señora. Su trabajo lo absorbe por completo y lo hace muy feliz. 
- Me alegro. Pero por favor no me digas señora, siendo que para mi hermana eres como una hija, para ti soy tu Tia Lety. 
- Gracias… Tía. 
- Eso así está mejor. 
- ¿Y vendrá pronto? 
- Pues no lo sé, con la agenda que tiene es más fácil que yo vaya a visitarlo. 
- ¿Helena, vuelves a México? – preguntó Pablo completamente sorprendido 
- Sí, me han asignado a una nueva oficina que UN establecerá aquí. 
- ¿Trabajas para UN? 
- Si. Tengo 5 años en UN, 2 en estancias y 3 trabajando. 
- ¡Por Dios! Que gusto me da 
- Sí a mí también me da mucho gusto trabajar para un organismo tan importante. 
- Y lo que no sabes hijo, es que su jefe insistió en traerla. Al parecer nuestra Helena ha destacado mucho en la esfera de UN. – dijo Miguel orgulloso de presumir a su ahijada. 
- ¿De verdad? 
- Vamos, padrino. No es para tanto, aún me falta mucho para ser cómo mi padre. 
- Pero vas por muy bien camino, hija. 
- Y bien, díganme como están las cosas aquí, tiene tanto que no vengo. 
- 10 años – suspiró Pablo 
- Pues la finca sigue prosperando y cada vez puede darle más trabajo a la gente del pueblo. 
- Me alegra mucho, son gente muy trabajadora. 
- Sí y no has visto los nuevos terrenos, Pablo será mejor que un día de estos lleves a Helena a conocer todos los nuevos territorios. 
- Con gusto lo haré, padre. 
- Gracias. – respondió Helena. 

El almuerzo siguió en silencio, ya que todos habían visto las intenciones de Miguel de reunir a su hijo y a su ahijada, aunque sea para que platicaran sin la presencia y la mirada inquisitiva de Laura. 

Después Miguel se retiró a atender asuntos relacionados con la finca y Laura insistió en que Pablo la llevará al pueblo, aunque lo único que él quería era conversar con Helena. 

Renata, Magdis y Lety se quedaron platicando con Helena, en uno de los jardines de la finca. Aunque había mantenido contacto con Renata y sus padrinos, Lety insistió en conocer su vida y le contó sobre los que había pasado en esos 10 años de lejanía. Cuando llegó el turno de mencionar a Oliver, Lety la llenó de preguntas. 

- ¿Y piensas ir a visitar a Oliver a Francia? 
- Claro, sé lo he prometido. 
- Pues me alegro, pero me gustaría conocerlo para ver si están lindo como dicen tú y Renata. 
- Lo es tía, como no tienes una idea – le afirmaba Renata. 
- Sí, en verdad que es una excelente persona. 
- ¿retomarás tu relación con él? – preguntó Magdis intrigada por saber si su ahijada había olvidado a su hijo. Helena notó algo de preocupación en la cara de su madrina, ella la conocía muy bien, sin importar los años su cara blanca y sus ojos cafés, seguían siendo transparentes ante sus emociones. Se había cortado el pelo desde la última vez que la vio Helena y ahora le llegaba ligeramente debajo de la oreja. Su cuerpo seguía siendo muy delgado y conservaba la elegancia propia de las mujeres de la alta sociedad. 
- Pues no lo sé. Supongo que para hacerlo tendría que renunciar a UN y buscar trabajo en Francia, pero disfruto mucho mi trabajo. 
- Me parece bien que pienses así – dijo su tía. 

Pablo y Laura no regresaron en todo el día, lo que decepcionó un poco a Helena que tenía mucho que explicarle a Pablo y además unas ganas inmensas de verlo de nuevo. No llegaron a cenar. Y Helena no tuvo más remedio que esperar al día siguiente. 

A la mañana siguiente Helena se despertó muy temprano, y decidió que sería muy bueno ir a montar. Cuando llegó a las caballerizas se encontró con Pablo. 

- ¡Helena! - la saludó con alegría 
- Buenos días Pablo – respondió 
- Qué bueno que ya estas despierta, estaba a punto de ir por ti para que salieras a montar conmigo. 
- Será un placer. Pero dime donde esta mi preciosa. 
- Oh, Renata no te dijo… 
- Decirme qué 
- La Preciosa y Lazlos ya no están aquí. 
- ¿Los vendieron? 
- Me temo que no. 
- Ay no, Pablo. Mi preciosa – dijo con tono de decepción y tristeza. 
- Lo siento Helena, yo también me sentí muy mal a perder a Lazlos. Pero creo que hay algo que te puede ayudar a mejorar ese ánimo, ven 
- ¿Qué es? 
- Mira te presento al “Alquimista”. Sabes ¿quiénes son sus padres? 
- No. – cómo podía saberlo si llevaba 10 años lejos de la finca. 
- Tu preciosa y mi Lazlos. 
- No te creo. 
- Pues créelo, esos dos estaban destinados a dar a un pura sangre y aquí está. 
- Increíble. 
- Lo sé. Y mira ella es Sahara tu nueva yegua, si es que la quieres. 
- Claro que la quiero, sé que nadie como mi preciosa, pero Sahara será mi nueva compañera. 
- Bien entonces, vámonos. Quiero enseñarte los terrenos que te dijo mi padre. 
- Está bien yo te sigo. – Así Pablo mostró a Helena lo grande que era ya la finca y los cultivos que ahora tenían. 
- Por dios esta enorme. 
- Sí un poco. La verdad me hace muy feliz ver cómo mi padre ha apoyado a la gente de aquí. 
- Si, él ha sido muy bueno. 
- ¿Y dime cómo te está yendo en la empresa? 
- Bien, pero ¿cómo sabes que estoy ahí? 
- Renata me lo dijo. 
- Vale, aunque no es justo tu sabes muchas cosas de mí y yo ya no sé nada de ti. 
- Pues ¿qué quieres saber? 
- Todo 
- Por donde iniciar… 
- Espera, vamos a donde me puedas contar a gusto. ¿Unas carreras al arroyo? 
- Encantada. 1, 2…3 – y salieron a todo galope hacía el árbol del arroyo que los había visto crecer. 
- Te gané. – decía Pablo. 
- Simplemente porque estoy fuera de forma, ya verás te pediré revancha. 
- ¿Qué acaso dónde estabas no salías a montar? 
- Sí, pero no corría carreras. Me fui a estudiar no a ser jockey. 
- Bueno, te concederé la revancha cuando quieras 
- Hecho. 
- Anda te ayudo a bajar. – el contacto con Pablo hacía que el corazón de Helena latiera muy rápido, pero tenía que controlarse, no podía permitirse ninguna debilidad. 
- Este lugar está más bonito que cómo lo recordaba. 
- ¿Lo hacías muy seguido? 
- ¿Qué cosa? 
- Recordarlo 
- Siempre. – los ojos de ambos se llenaron de nostalgia. 
- Bueno ahora si cuéntame que ha sido de tu vida. – dijo Pablo para romper ese silencio incómodo. 
- Está bien, pues hice mi carrera en la Universidad Libre de Berlín, y cuando terminé a mi padre le ofrecieron un puesto en UN así que nos mudamos a New York. Ahí estudie una maestría en la Universidad de Columbia y luego me ofrecieron trabajo en UN donde hacía mis estancias. 
- Helena, ¿por qué no me buscaste cuando te fuiste a New York? 
- Lo intente, pero fue cuando me encontré a Renata y me dijo que te habías ido a Oxford. 
- Entonces fue por eso que ella me dijo que no te buscara. 
- ¿Cómo? 
- Es que al llegar a Oxford pensé en ir a Berlín a buscarte y cuando le pedí tu dirección me dijo que no vivías más allá, y que tú habías dicho que no me informaran nada ti. 
- Perdón Pablo, lo único que yo quería es que fuera más fácil para ti, rehacer tu vida sin la sombra de mi recuerdo. 
- Lo sé. 
- Y cuando te vi con Laura en New York, supe que había hecho lo correcto. 
- ¿En verdad eras tú? 
- Si, y disculpa por no haber dicho nada, pero me tomó por sorpresa, nunca espere verte ahí. 
- ¿O sea que estuviste viendo a Ren todo estos años? 
- Si, la encontré a los pocos días de haber llegado a New York y continuamos con nuestra amistad. Regularmente ella me prevenía de cuando ibas a estar tú para no visitarla, pero esa vez había hecho un viaje a Río de Janeiro y no creyó que yo fuera a volver antes. Fue entonces cuando te vi. 
- Perdóname es que yo… bueno yo 
- No tienes que explicar nada, fui yo quien te pidió que continuaras con tu vida y me alegra mucho que lo hayas hecho. Sólo quiero que seas feliz. – a Pablo le sorprendía ver la ternura con la que ella lo miraba, ¿podría ser ella lo hubiera olvidado? 
- ¿Eres feliz? 
- Lo soy. Nunca creí que el estudiar es carrera me trajera tanta felicidad. De verdad que me gusta mucho. 
- Pero en lo sentimental ¿lo eres? 
- Pablo, no creo que debamos hablar de eso… 
- Por favor, si tu sabes lo de Laura quiero saber si hay o hubo alguien más en tu vida, por favor – a Helena le dolió un poco el que Pablo ya no sintiera celos de con quien había estado, era evidente que la había olvidado. 
- Pues solo hubo una persona. Se llama Oliver Ellsworth, es inglés y trabajaba para OAS, pero hace unos meses se fue a Francia porque le ofrecían trabajo en Estrasburgo en el Parlamento de la Unión Europea. 
- ¡Vaya! Si que debe ser muy importante. 
- Pues es muy inteligente, mi padre llegó a apreciarlo mucho. 
- Álvaro siempre ha sido muy amable con las personas que te quieren. Pero hablando de él, explícame ¿cómo está eso de que te decidiste venir a México? ¿Qué pasó con tu padre? 
- Pues él quiere que sea feliz y que viva mi vida. Al final de cuentas descubrió lo que había hecho hace 10 años y me dijo que no podía seguir abandonando mi felicidad por él. Qué ahora que trabaja en UN es muy feliz. Y debo decir que su tristeza ha disminuido mucho con los años y la oficina lo absorbe demasiado. 
- Me da gusto que Álvaro haya podido recuperar un poco de su alegría y no tienes idea de lo mucho que me gusta él que te vengas a vivir a México. 
- Gracias, pero ahora hablemos de ti. 
- No, no Helena, hoy solo es un día para ti. Otro día lo dedicaremos a mí. – Pablo no quería hablar de su vida porque le dolía recordar sus días sin Helena. 

Pasaron muchas horas platicando sobre la vida de Helena en Alemania, su cambio a New York, las cosas que extrañaba de México. Estuvieron recordando sus tiempos de preparatoria, aunque no hacían referencia a sus momentos juntos cómo novios, se referían a lo que habían vivido con sus amigos y con Renata.
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Recomendación Musical: Marcas de Ayer - Adriana Mezzadri

jueves, 23 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 37

Esa mañana en la finca Pablo se había levantado muy temprano y se había ido a montar. Desde que Helena se había ido ahora hacía esto solo o con su padre, pues Laura le tenía pavor a los caballos. En mañanas cómo esas, cálidas y con el cielo azul, le gustaba ir al árbol del arroyo. Le gustaba pasar ahí horas pensando en lo que había hecho de su vida y muchas cosas más. 

Cuando regresó uno de los caballerangos le informó que su hermana lo estaba buscando, así que se dirigió a la casa donde se suponía iba a estar. 

- Hola mamá. Hola tía. – saludó con un beso a ambas. Su tía había llegado de España, poco tiempo después de la muerte de Carolina y se convirtió en una apoyo para su madre que extrañaba mucho a su amiga. 
- Buenos días hijo. 
- ¿Han visto a Renata? Me dijo Jorge que me andaba buscando y ahora no la encuentro por ningún lado. 
- Ya la conoces – respondió su tía – aquí se la pasa yendo de un lugar a otro. 
- Lo sé. 
- Tranquilo hijo, ella está por la alberca. No tiene rato que se fue, debe de seguir ahí. 
- Genial, con lo que me gusta ir para allá. 
- Anda mejor ve. 
- Si tienes razón, luego las veo. – así Pablo salió por la puerta trasera que llevaba a esa otra parte del jardín. 
- Magdis, ¿por qué Pablo dijo eso de que no le gusta ir para allá? 
- Porque ahí se quedaba Helena con sus padres cuando venían con nosotros. 
- Ah ya veo. 
- No te preocupes espero que eso lo supere pronto. 
- ¿Crees que cuando se case con Laura, lo supere? 
- ¿Casarse? 
- Sí, que no has oído lo que dice tu servidumbre y lo que se habla en el pueblo 
- Pues es evidente que tu sí. ¿Qué dice esa gente? 
- Qué en la fiesta de cumpleaños de tus hijos, se hará el anunció del compromiso de Pablo con Laura 
- Dios me libre de ese momento, no podría aceptar que mi hijo atará su vida a una mujer así, la poca clase que tiene solo apenará a mi hijo. 
- Por dios Magdalena. ¿Qué cosas dices? 
- Hay hermana, eso quizá suene muy feo, pero por si no fuera poco que no has visto cómo lo utiliza y los reclamos que se la pasa haciéndole. 
- Pues sí, pero ninguna relación es perfecta. 
- Lo sé, pero Pablo merece algo mejor, alguien inteligente, que no lo haga pasar vergüenzas, que no lo lastime tanto con sus enojos y sobre todo que lo ame desinteresadamente. 
- Pues creo que lo que quieres es eso. – y le señaló la escena que estaba a lo lejos, en el jardín que colindaba con la alberca. 

Pablo se dirigió a regañadientes a la donde estaba Renata, estaba preguntándose por qué tanta urgencia de Renata en verlo. A pesar de todo seguía disfrutando de lo bello que esta el día, de verdad que parecía mágico era increíble ver lo azul que esta el cielo y a pesar de ser octubre las flores adornaban de una manera muy armónica el jardín. Iba concentrado en sus pensamientos cuando al irse acercando a la zona de la alberca, alcanzó a ver a una mujer que caminaba por la orilla. Era alta, esbelta y al caminar tenía ese aire de elegancia que no se veía en cualquiera; su cabello castaño era ondulado y le llegaba a media espalda. Tenía un vestido estampado con muchos círculos blancos y el fondo negro, le llegaba justo arriba de las rodillas, encima de él traía un suéter rojo bordado. La siguió observando hasta que logró ver el rostro de esa hermosa mujer, fue entontes cuando no necesitó más para que su nombre saliera de sus labios. 

- ¡Helena! 
- ¡Pablo! – él corrió hacia ella, y sentía que sus piernas no eran lo suficientemente rápidas para llegar a su lugar. Cuando lo hizo la tomó en sus brazos y la cargó cómo solía hacerlo cuando eran jóvenes. Ella respondió el abrazo con la misma emoción, se aferró a él muy fuerte cuando la levantó del piso. 
- Mi Helena, no es un sueño de verdad estás aquí – le decía mientras la cargaba. 
- Sí, Pablo, aquí estoy – respondía mientras aspiraba el olor de sus cabellos. 
- Mi Helena, mi Helena – le seguí diciendo sin parar. Ella seguía perdida en todas esas sensaciones que llenaban su corazón de profunda alegría. 

POV PABLO 

- Ella estaba aquí, podía sentirla. Estaba en mis brazos como lo había estado tantas veces hacía ya muchos años. Su fragancia invadía todos mis sentidos. No la quería soltar, mi corazón había vuelto a latir. Tenía 10 años que se había muerto y hoy había revivido solo con su presencia. 

POV HELENA 
- El sentirme de nuevo en sus brazos, me hizo sentir en casa. Mi corazón había desaparecido 10 años y hoy había vuelto a aparecer. Su aliento cálido en mi cuello y el olor de sus cabellos, despertaban mil emociones que nunca seré capaz de describir.

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Por fin se llegó la hora, lamento que el capítulo haya sido tan corto, se los repongo en la próxima.
Recomendación musical del reproductor: La Playa - La oreja de Van Gogh
..................................... C. Tallis.........................................
Queridas Lectoras gracias por seguir al pendiente de la historia. Por esta semana será todo lo que publique pues no podré conectarme al blogger. Espero estar libre para el lunes o martes, haré lo posible para que se antes. Gracias y sigan atentas que a esta historia aun le queda más SABOR A MI.