lunes, 23 de agosto de 2010

Sabor a mi - Capítulo 3


Casi sin notarlo llegó diciembre y el colegio como cada año organizaba para sus alumnos una especie de baile, que no tenía nada de formal, pero que servía para que en una escuela donde asistían hijos de embajadores, diplomáticos y empresarios, pudieran formar lazos de amistad que rompiera barreras.

- Hola Helena, ¿cómo estás? – Preguntó Aldo
- Hola, muy bien y ¿tu? ¿Cómo te has sentido estos meses?
- Pues bien, aunque en Biología me siento un tanto presionado porque con Pablo como compañero, siempre me está exigiendo que haga las cosas bien. – dijo con toda la intención de hacer quedar como el malo a Pablo
- Oh, sí. Bueno Pablo es un excelente compañero, ya verás solo es cuestión de que convivas más con él
- Si, podría ser. Oye pasando a otra cosa, ¿ya viste que este viernes es el baile de invierno?
- Si, cada año lo organizan
- ¿Y piensas ir?
- Pues, si. A pesar de todo a la mayoría nos agrada la idea de divertirnos un rato. Y el baile es de lo más entretenido
- Sí, bueno entonces iré. Espero me permitas bailar contigo. – dijo casi despidiéndose para evitar una negativa de Helena. Estaba seguro que esta vez no se le escaparía.

Dos días antes del baile el colegio finalizó las clases, para hacer que los que no asistieran dieran comienzo a sus vacaciones y para los que sí pues tuvieran tiempo suficiente de prepararse.

Este año los padres de Helena, Pablo y Renata, habían decidió irse a la casa de verano un poco antes, pero con la condición de sus hijos de dejarlos regresar para el baile.

- Helena, Helena, estas despierta? – dijo Pablo mientras tocaba la puerta de la habitación de Helena que daba hacía a la alberca por un lado y por el otro daba acceso único a un jardín privado.
- Mmmm… que quieres Pablo, es demasiado temprano, nos vamos hasta medio día
- Si ya lo sé, pero me preguntaba si quieres ir a montar un rato conmigo, recuerda que has tenido a la Preciosa muy abandonada.
- Ay!, no es justo.
- ¿Qué?
- Que siempre me chantajeas con mi Preciosa – dijo Helena mientras se levantaba de la cama – Dame 5 minutos, te veo en las caballerizas
- Está bien, no te tardes.
- Ya, listo ves que no me tarde, ahora deja ir a avisar que ensillen a la Preciosa.
- No, es necesario ya esta lista
- Ay si, como ya sabias que ante tus chantajes siempre cedo. Todo sea por estar con mi Preciosa antes de irme – dijo Helena mientras acariciaba a su yegua
- Anda súbete ya.
- Ya esta, deja de ser tan latoso.
- Perfecto, ahora que te parecen unas carreras hasta el árbol del arroyo. – Así habían bautizado a un lugar que habían encontrado cuando eran aun unos niños. Al parecer era algo extraño pero solo ellos podían dar con ese lugar.
- Ah, está bien, 1, 2… - 3 ya no lo alcanzó a decir Helena que había decidido avanzar primero.
- Tramposa!!! – gritó Pablo cuando llegaron al arroyo.
- Yo no soy tramposa, solo tome un poco de ventaja, tu caballo es más grande que mi Preciosa y da la zancada más larga. – logro decir entre risas en lo que Pablo se bajaba del caballo y lo amarraba
- Ah sí, conque ventaja, señorita Helena. Quien la viera tan correctita en la ciudad y aquí olvida todo tipo de modal. Y por lo visto usted gusta de reírse de mí.
- No me rio de ti, me rio contigo y deja de hablarme de usted
- Ah así están las cosas, te ríes conmigo, pues haber
- No, Pablo, no te atrevas. – grito Helena mientras Pablo empezaba a hacerle cosquillas.

La risa era tal que Helena termino cayendo al piso, y de paso se llevó a Pablo, que cayó sobre ella. Por alguna razón para ninguno de los dos fue incomodo estar en esa posición, mientras ambos calmaban su risa, se dieron cuenta cómo habían quedado y que sus caras estaban justo frente a frente.

- Pablo… - fue lo único que alcanzó a decir Helena cuando esté bajo aun más su cara, lo que provocó que sus labios chocaran.

Por principio el improvisado beso, solo incluyo el que sus labios se fueran conociendo, la sangre les corría a los dos por todo el cuerpo, y una especie de choque eléctrico les paralizó la respiración cuando Pablo por fin logró entender lo que debía hacer. Helena no quería ni pensar, estaba totalmente concentrada en el momento, algo con lo que había soñado desde hace meses. El beso fue mucho más que perfecto, pareciera que siempre se habían pertenecido, no había momento más claro que ese, cuando por fin el beso llegó a su punto máximo. Los dos tuvieron que separarse para tomar aire y tenían que entender que había pasado y aclarar sus mentes.

- Helena, perdón, no sé que me pasó. No debí, bueno no sé si debí, ya no sé nada, discúlpame por favor
- No sé qué decir, todo fue tan de repente
- Te parece si regresamos ya a casa, será mejor que nos preparemos para irnos.
- Si está bien. – dijo Helena con la mente llena de los sentimientos que le había despertado ese beso.


- Ya ahora ¿qué les pasa a los dos? – preguntó Renata, cuando iban de regreso a la ciudad
- Nada, no sé de que hablas – respondió Pablo
- Si, no nos pasa nada. – dijo Helena, al ver que la frialdad de Pablo ante lo sucedido, le lastimaba más que mil cuchillos en el corazón
- Pues dirán misa, pero algo se traen ustedes dos.
- Ya mejor ponte a pensar en cómo vas a arreglarte para el baile – dijo Pablo como punto final.

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