miércoles, 6 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 48

Al siguiente día regresaron a la ciudad y de verdad que les dolió dejar la finca en donde habían sido tan felices. Pero había que continuar con sus vidas, juntos.

Pablo manejó hasta la ciudad y llevó a Helena a su nuevo departamento.

- Por dios, quedó perfecto – dijo Helena al entrar
- Eres tu quién lo hace perfecto - le susurró Pablo al oído.
- Es algo que no puedo evitar, y mucho menos cuando estoy contigo a mi lado.
- Ven a acá – Pablo la atrajo hacía él, besándola con ternura. Helena tenía muchas cosas que acomodar y que seguían en las maletas, pero no podía dejar de besar a su novio.
- Hmm tengo que sacar mis cosas de las maletas, y tú no me ayudas mucho que digamos – le decía cuando podía hablar.
- Quien te manda a decir cosas tan tiernas que me hacen amarte aún más.
- Ahora yo soy la culpable.
- Sí. Eres la culpable de toda la felicidad que siento al tenerte cerca.
- Lindo, pero mejor ayúdame, así estaré libre más rápido. Pero primero quisiera pedirte un favor.
- Lo que quieras, mientras no sea separarme de ti.
- No, en realidad es algo en donde necesito que estés conmigo.
- ¿Qué es?
- Me llevarías a visitar las cenizas de mi madre.
- Claro.

Después de que desempacaron todo, fueron al mausoleo.

- Hola mamita, perdón por no visitarte en tanto tiempo, pero sabes que nunca he dejado de pensar en ti, mi papá tampoco te ha olvidado en ningún momento, pero ha logrado ser feliz con su nuevo trabajo. Me encantaría que vieras lo feliz que soy. Mami, Pablo está conmigo de nuevo y lo amo más que antes. - cuando dijo esto, Pablo colocó su brazo alrededor de su espalda y le besó la coronilla, tenía los ojos llenos de lágrimas por la escena tan conmovedora que estaba presenciando – prometo que ahora que regresé, te vendré a visitar mucho. Te quiero mamá y te necesito.
- Yo también te amo más que antes – dijo Pablo cuando Helena se despidió de las cenizas de su madre.
- Lo sé y me gusta mucho que me lo digas.

Pasaron el día juntos, pero cuando la tarde iba cayendo sobre la ciudad, se dieron cuenta que no podían separarse.

- Pablo, me da vergüenza pedirte esto, pero ¿te quedarías esta noche conmigo?
- Claro que si, sabes que me hace muy feliz dormir contigo en mis brazos pero tengo una condición.
- ¿Cuál?
- Que jamás vuelvas a sentir vergüenza por pedirme algo. Solo vivo para cumplir tus deseos y hacerte feliz.
- Está bien, te lo prometo y gracias.
- No hay nada que agradecer ya te lo dije.
- Bueno. ¿Quieres que vayamos a tu casa por algunas de tus cosas?
- ¿Crees que pueda traer unas cosas para irme de aquí al trabajo?
- Obvio que sí, no quiero que atrasar tus horarios solo por consentirme.
- Entonces, vamos.
- Si.

Se fueron a la casa e hicieron una pequeña maleta para su estancia con Helena. El ver esa casa donde había sido tan feliz desde pequeña la hizo sentirse un poco nostálgica y sintió el deseo de saber que había sido de su antigua casa. Pablo la llevó, pero no resistió el ver que era ocupada por otras personas y se fueron inmediatamente de ahí.

- Cuando era niña me gustaba pensar en que algún día cuando tuviera una familia, viviría en esa casa. – dijo Helena cuando iban en el auto.
- Helena no pienses eso, solo te lastimas.
- Es solo sentimiento, ahora sé que será otra familia quien disfrute de la casa donde crecí y donde fui tan feliz alguna vez.
- Y volverás a serlo te lo juro, voy a hacer hasta lo imposible para hacerte el ser más feliz del mundo.
- Sólo con estar a tu lado ya soy feliz. – Pablo tomó su mano y la besó.
- Te amo.

La noche la pasaron los dos, en total tranquilidad, se durmieron temprano ya que al otro día a Helena le esperaba una jornada realmente larga. Sentirse en los brazos de Pablo, le provocaba un sentimiento de seguridad indescriptible. Era muy fácil dormir, respirar, vivir.

En la mañana Helena se despertó temprano y se alistó junto con Pablo, le encantó ver como era su rutina por la mañana y tenía que reconocer lo bien que se veía su novio en traje. Pero ella no se quedaba atrás el traje sastre que usaba la hacía lucir formal y hermosa, tanto que Pablo se quedó sin aliento por un momento.

- Bien ya estoy lista, será mejor que llame a un taxi.
- ¿Taxi?, Helena Lascurain ¿Cómo se te ocurre que te voy a dejar ir en un taxi?
- Pues no quiero retrasarte más.
- Claro que no, yo te iré a dejar al trabajo. Además me queda muy de paso.
- Está bien. Supongo que no pensé en comprar un auto.
- Ya iremos a elegir el adecuado para ti.
- Gracias
- ¿Nos vamos?

Pablo dejó a Helena en el trabajo, mientras le prometía que cenarían juntos para celebrar el primer día. La inauguración fue perfecta, asistieron personajes muy importantes para ser testigos en como UN fundaba una nueva oficina en México. Algo que desconocían los recién llegados de New York era que se había organizado una cena para esa noche, los invitados podían llevar a sus respectivas parejas a la cena así que Helena tuvo que llamar a Pablo para avisarle del cambio de planes e invitarlo a la cena. Él accedió encantado.

Mientras esperaba que llegara la hora de la cena, Helena decidió llamarle a su padre con la esperanza de que no estuviera muy ocupado. Y corrió con suerte.

- Hola papito
- Nenita, ¿cómo resultó todo?
- Muy bien, no tienes idea de todo lo que ha pasado desde que llegué.
- Pues dímelo
- ¿No estás muy ocupado?
- Claro que no. Anda cuéntame qué ha pasado.
- Pues regresé con Pablo.
- ¿Qué?
- Sé que podría parecer muy apresurado y que quizá fuimos muy impulsivos, pero no podíamos pasar más tiempo separados.
- ¿Qué no tenía novia?
- Hay papá es que pasaron tantas cosas en la finca.
- Pero hija no crees que es muy pronto para que tengan una relación si Pablo acaba de terminar con su novia.
- Lo sé. Nos esperaremos un poco antes de hacerlo oficial solo quería que tu lo supieras.
- Aún así cuanto podrán ocultarlo antes de que las personas empiecen a hablar. Tú tal vez ya olvidaste como es la sociedad en la que nos desenvolvíamos en México. Pero la gente habla y no quiero te ofendan.
- Pero…
- Debes de ser muy cuidadosa, ahora tienes mayores responsabilidades ya no eres una adolescente. Lamento que por mi culpa te hayas separado de él, pero las cosas deben pensarse tú lo sabes mejor que nadie.
- Tienes razón. Pero no puedo estar más tiempo separada de él.
- Solo sé prudente con tu relación.
- Está bien, espero verte pronto.
- Creo que haré un esfuerzo y asistiré a las festividades de Navidad en la finca.
- ¿En serio?
- Sí, hija. Creo que es hora de que regrese a México, al menos de visita.
- Ay papá no sabes lo feliz que me haces.
- Me alegro.
- Ya verás que bonito está y lo hermosa y grande que esta la finca, no te vas a arrepentir.
- Eso espero.
- Bueno será mejor que te deje, no quiero robarte más tiempo.
- Está bien. Cuídate mucho.
- Lo haré. Te quiero
- Y yo a ti.
- Adiós
- Adiós.

Llegada la noche, Pablo llegó al lugar donde sería la cena del trabajo de Helena.

- Hola, te estaba esperando
- Perdóname el tráfico esta horrendo. Y salí tarde de mi última reunión.
- No hay problema lo importante es que estas aquí. Ven quiero que conozcas a mi jefe.
- Helena, que guapa te ves. – le dijo su jefe en francés que era su idioma natal.
- Gracias Antoine.
- ¿Y quién es tu acompañante?
- Él es Pablo Duart
- Mucho gusto Pablo, soy Antoine Fournier
- El gusto es mío M. Fournier – respondió en fránces
- Espero que tú seas el responsable de hacer que los ojos de Helena brillen más que nunca.
- Antoine – reclamó un poco apenada Helena
- Tiene razón, tus ojos tienen un brillo especial.
- ¿Ya dime es él, el responsable?
- Si. – respondió Helena con una gran sonrisa en el rostro.
- Me alegro, se ve a leguas que te quiere.
- Más que eso – dijo Pablo es voz baja.
- Muy bien muchacho. Espero que sepas que gran mujer tienes a tu lado.
- Lo sé.
- Bien, será mejor que pasemos a la mesa.

Toda la noche Antoine interrogó a Pablo sobre su vida y fue así como descubrió que ellos tenían toda una historia detrás. Por momentos se distraía escuchando a hablar a Helena sobre su trabajo y los debates en los que entraba. Le sorprendía mucho ver lo apasionada que era de su trabajo y lo mucho que se parecía a Álvaro en su forma de hablar y era sorprendente la inteligencia que tenía.

Pablo volvió a dormir en el departamento de Helena, afortunadamente la noche anterior había puesto dos mudas de ropa en su maleta. Pero él no podía dormir, pues lo que había visto en la cena lo había dejado inquieto. Helena había cambiado mucho en todos esos años, y aunque eso la hacía mucho mejor que la mujer que conoció en la adolescencia, tenía miedo que sus diferencias se hicieran cada vez más grandes.

Helena tampoco dormía, solo pensaba en la conversación que había tenido con su padre. Era triste pero tenía razón, su amor por Pablo le cegó la razón.

- ¿Pablo?
- ¿Tampoco puedes dormir?
- No
- ¿Qué tienes?
- Hoy hablé con mi padre y le conté de nosotros
- ¿Y cómo lo tomó?
- Pues no le agradó mucho la idea. Me dijo que todo ha sido muy precipitado y que no he pensado en cómo reaccionaran las personas ante tu cambió de relación tan drástico.
- ¿Te arrepientes de estar conmigo?
- Claro que no, pero no te puedo negar que mi padre tiene razón. Sólo nosotros dos sabemos lo que vivimos hace 10 años. Y además no creo que Laura cuente la mejor versión.
- En ese tienes razón, si algo sé es que Laura puede ser muy cotilla.
- Eso me temía. Tengo miedo de que eso afecte mi trabajo.
- Creo que yo tenía razón
- ¿Por qué?
- No sé ni cómo decírtelo. Pero verte en tu mundo me dio algo de miedo.
- ¿Miedo?
- Es que has cambiado tanto, te apasiona tanto y lo defiendes de una manera en que nunca te había visto. Veo que se ha convertido en una nueva pasión en tu vida. Y eso sirvió para darme cuenta de que deben haber más cosas en ti que han cambiado y significa que entonces ya no te conozco tan bien como antes.
- Pablo, yo también tengo algo de temor, sé que tú también debiste de cambiar en estos años. Aunque te conozco desde que éramos niños no podemos ignorar que el tiempo que pasamos separados tiene sus consecuencias.
- ¿Te gustaría que lleváramos nuestra relación más despacio? Creo que así podríamos irnos conociendo otra vez y eso evitaría que los cotilleos te afectaran.
- Pues es una buena idea. Aunque no te niego lo mucho que me gusta estar contigo así.
- Bueno podremos hacer algunas excepciones, porque por más que lo intente no creo poder ocultar lo mucho que te amo.
- Yo tampoco, pero quizá llamemos menos la atención.
- Tú nunca llamarás menos la atención.

Eso despertó sus risas y su buen humor de nuevo. Durmieron más tranquilos y al otro día comenzó su nuevo noviazgo.

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