martes, 12 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 54

Enero se muy rápido para todos, en especial para Renata y Alfredo que habían viajado a Ginebra. 

- ¿Helena? – dijo la voz que estaba del otro lado del teléfono. 
- Hola, Ren. ¿Cuándo llegaron? 
- Ayer en la noche. 
- Espero que hayan tenido un buen viaje. 
- Lo tuvimos, y tengo mucho que contarte. ¿Vas a comer con Pablo? 
- No, tiene una junta con unos inversionistas y va a atenderlos todo el día. 
- Perfecto. ¿Te parece si te invito a comer? 
- Claro, te veo a las 3 en donde siempre. 
- Ahí te veo entonces. 
- Adiós. 

La hora de la cita llegó y las dos amigas fueron muy puntuales ya que se encontraron en la entrada del restaurante. La hostess las llevó a su mesa y les entregó la carta. 

- Y ¿cómo les fue? 
- Bien. 
- ¿Lograron encontrar la casa? 
- Si, finalmente Alfredo se dio cuenta que yo tenía razón y aceptó que mis padres nos regalaran la casa. 
- Ren ¿qué tienes? – preguntó a Helena al notar que su amiga estaba muy seria, Renata jamás era así. Siempre tenía una sonrisa y daba las noticias casi saltando. 
- Ay Hel, es que cuando estábamos allá, me di cuenta lo mucho que me asusta vivir tan lejos y en un país tan diferente. 
- ¿Te estás arrepintiendo de irte con Fred? 
- No, nunca. Lo amo demasiado, sólo que no puedo evitar tener miedo. Él va a estar tan concentrado en su trabajo y aunque yo disfruto mucho el tiempo que paso pintando pues no lo sé. 
- Es algo difícil al principio pero siempre terminas acostumbrándote. Además tú y tu hermano tienen ese encanto tan especial que hace que las personas los quieran y acepten fácilmente. 
- Lo sé, pero esa gente parece tan extraña. 
- Tranquila, ya verás que cuando los conozcas las cosas serán distintas. Tú sólo dale tiempo al tiempo. 
- Tienes razón. 
- Además si te sientes muy mal, solo basta que me llames y me daré un tiempo para ir a visitarte. 
- ¿Harías eso por mí? 
- Claro. Renata además de ser mi mejor amiga, eres la hermana que nunca tuve y la persona que ayudó a que Pablo y yo nos reencontráramos. Te debo mi felicidad. 
- Helena, te quiero mucho y no tienes idea lo mucho que me alegra que estés con mi hermano y seas de nuevo mi cuñis. 
- Gracias Ren. 

Renata y Helena continuaron hablando del modo de vida en Ginebra y las cosas que Renata tenía que preparar para su nueva casa, además de todos los detalles que faltaban para la boda que sería en casi un mes. 

Cuando Helena regresó a la oficina se encontró con nuevas noticias. 

- Hola, Mariana. 
- Helena, mientras salió llamó Antoine, necesita hablar con usted. 
- Comunícame con él, por favor. 
- Si, Helena. 

Helena pasó a su oficina y esperó que estuviera lista su llamada. 

- Helena, Antoine por la línea 1. 
- Gracias. 
- Helena, ¿cómo estás? 
- Bien, Antoine. ¿A ti cómo te está yendo en Chiapas? 
- Muy bien, la convención está saliendo excelente. 
- Me alegro. Espero que logres que se promuevan más estudios para esas zonas. 
- Yo también lo espero. Y por eso es que necesito tu ayuda. 
- ¿Qué pasa? 
- Necesito que me suplas en el encuentro de Buenos Aires. 
- ¿Yo? 
- Si, Helena. Tú eres mi segunda al mando, yo seguiré ocupado aquí por más tiempo del planeado y no puedo cancelar mi asistencia al encuentro, así que no hay mejor opción que tú. 
- Es un gran honor Antoine, espero no decepcionarte. 
- No lo harás. 
- Gracias. 
- Entonces arregla todos los detalles para que te vayas a Buenos Aires pasado mañana. 
- Está bien. 
- Te dejo que tengo que regresar a la convención. 
- Si. 
- Adiós. 
- Adiós. 

Al colgar Helena recordó que su cumpleaños sería la siguiente semana y ella estaría en Buenos Aires. Su primer cumpleaños al lado de Pablo, después de 10 años y probablemente lo pasaría sin él. O quizá solo por consentirla él se iría con ella. 

- Si, lo invitaré a viajar conmigo a Buenos Aires – se dijo Helena a sí misma, mientras estaba en la oficina y hacía los preparativos para su viaje. 

La noche cayó sobre la ciudad y Pablo pasó por Helena a su departamento para llevarla a cenar. 

- Hola, Pablo – dijo Helena al bajar al lobby del edificio y verlo recargado en el recibidor. 
- Por Dios – Helena se había arreglado un poco más de lo normal para conseguir que Pablo viajara con ella, y esto le había quitado el aliento a Pablo. Ella estaba espectacular. 
- ¿Qué pasa? – dijo fingiendo sorpresa al ver que estaba alcanzando su objetivo. 
- Es que estás guapísima 
- Gracias. ¿Nos vamos? 
- Sí, claro. – Se subieron al auto y se dirigieron al restaurante que habían elegido para esa noche. 
- ¿Y cómo te fue con esos inversionistas? 
- Excelente, no tienes idea. 
- Me alegro. 
- Hel, estamos a punto de cerrar el mejor trato que hemos tenido en años. 
- Todo gracias a ti. 
- Ha sido un trabajo de todos, pero es que es tan motivante ayudar a la empresa. 
- Por la expresión que tienes, me imagino que así es. 
- Y te tengo una sorpresa. 
- ¿Qué es? 
- Espera – dijo Pablo, pues habían llegado al restaurante y el ballet solicitaba el auto. Entraron al restaurante y llevaron a la pareja a la sección en donde habían reservado. 
- Ya, me vas a decir – exigió Helena después de que les tomaran la orden. 
- ¿Recuerdas que los inversionistas son italianos? 
- Sí. 
- Bien, pues me han invitado a pasar unos días en una villa en la Toscana, para festejar la firma del contrato. Y eso sería en la semana de tu cumpleaños, así que pensé que podrías pedir unos días en el trabajo y venir conmigo. ¿Qué dices? 
- Pablo, yo… - Helena estaba sorprendida, ¿por qué las cosas se daban siempre así para los dos? 
- Anda acepta viajar conmigo a la Toscana. 
- Es que no puedo. 
- ¿Por qué? – Pablo estaba atónito, nunca creyó que recibiría una negativa por respuesta. 
- Es que no te he contado pero Antoine me pidió que lo supla en un encuentro de UN que se va a dar en Buenos Aires, en esos días – la decepción en la voz de Helena era más que evidente. 
- Helena… no te pongas triste. 
- Es que… bueno ya no tiene caso. – en ese momento llegó la cena y permanecieron callados hasta que terminaron. 
- ¿Quieres algo más? – le preguntó Pablo. 
- No, está bien. 
- Pediré la cuenta, entonces. 
- Sí, yo voy un momento al tocador. 
- Aquí te espero. – cuando salió Pablo ya la estaba esperando en la entrada y salieron para mandar por el auto que llegó enseguida y Pablo llevó a Helena a su departamento. 
- Te veo arriba – le dijo Helena, después de que permanecieron en silencio todo el camino. 
- Está bien, voy a estacionar el auto. – Pablo también estaba muy decepcionado, pues de verdad se había hecho muchas ilusiones de viajar a Italia con Helena. 

Salió del auto y subió al departamento de Helena. A la que encontró ya cambiada y dispuesta a dormir. 

- Hel… ¿cuándo te vas a ir? – le preguntó cuando se recostó a su lado. 
- Pasado mañana. 
- OH, no creí que fuera tan pronto. 
- Lo sé. 
- ¿Y si cancelo mi viaje y me voy contigo? – está pregunta le gustaba más a Helena de lo que podía admitir, pero cuándo recordó la emoción con la que Pablo le contó sobre sus aportaciones a la empresa de su padre, se sintió culpable por pensar en separarlo de sus obligaciones y sobre todo de la gloria de su esfuerzo. 
- Pablo, no. 
- ¿Por qué? 
- No tendría caso. Probablemente yo esté muy ocupada durante el encuentro y no podría estar contigo – respondió fríamente. 
- Eso es lo de menos, así podría verte el día de tu cumpleaños. 
- No, ya lo repondremos cuando regresemos. ¿Sí? – dijo con falsa alegría. 
- Está bien – respondió él mientras un gran suspiro salía de sus labios. 
- ¿Me abrazas? – preguntó Helena con tono de suplica. 
- Ven acá. MI Helena - y la abrazó muy fuerte contra su cuerpo. 
- Te amo, Pablo. 
- Y yo a ti.  – cuando vio que Helena se quedaba dormida en sus brazos, dijo por lo bajo -  Mi vida entera se va contigo

Al otro día se fueron muy temprano a sus respectivos trabajos y prepararon las cosas para sus viajes. Pablo se iría a Italia, dos horas después de que Helena se fuera a Buenos Aires.
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La recomendación musical: Remolino - Francisco Céspedes 

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