martes, 19 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 61


Conforme el tiempo avanzó, la amistad entre Verónica y Helena crecía más, tenían demasiadas cosas en común y el hecho de que sus novios fueran los mejores amigos, las unía aún más. 

Una tarde quedaron de comer juntas, se citaron en el restaurant favorito de Verónica. Cuando estaban en medio de una charla sin importancia, las dos amigas reconocieron una voz que llamaba a Verónica. 

- ¡Verónica! – decía la voz que sonaba a las espaldas de Helena. Ella vio como su amiga cambiaba de humor y su cara se volvía más seria. 
- Hola – saludo Verónica sin ánimo. 
- ¿Pero cómo has estado tiene mucho que no te veo? – la mujer se acercó a Verónica sin notar la presencia de Helena. Cuando la vio sentada enfrente de Verónica se quedó muy sorprendida. 
- Supongo que ya conoces a Helena Lascurain. 
- Oh claro que la conozco. Ella fue la responsable de que Pablo terminará conmigo. 
- Eso es una mentira Laura – dijo Helena con voz seria y tratando de conservar la calma, pues no quería armar una escena. 
- Tú enredaste a Pablo con quien sabe cuántas mañas. Y ahora sales muy orgullosa a su lado en las revistas, como si te merecieras estar con él, después de todo lo que provocaste. 
- ¿Qué? 
- Ay ahora no me vengas a decir que no sabes. Te vi en las revistas que tomaron la nota de la boda de Renata. ¿Cómo decía? Ah sí, aquí tenemos a Pablo Duart y su bella novia Helena Lascurain. Debo decir que bella no es el adjetivo que yo hubiera ocupado, creo que te va más el de ofrecida o fácil. 
- No tengo por qué seguirte escuchando, discúlpame Verónica – Helena se levantó de la mesa y cuando quiso salir Laura le impidió el paso. 
- Ahora resulta que te las das de muy digna, cuando sabes que es la verdad. Aquí no hay revistas, así que deja de fingir y acepta lo que hiciste. 
- Yo no hice nada, deja de inventar cosas. Cuando yo llegue tu relación con él ya estaba muy deteriorada – respondió tratando de mantener la calma. 
- Claro que no, él y yo nos íbamos a comprometer. 
- Eso es mentira. Por qué no entiendes que me eligió a mí porque es a MÍ a quien ama. Deja de complicarte la vida y olvídalo. 
- Señoras y Señores estas son las palabras la mustia más grande de nuestra sociedad – Laura empezó a exhibir a Helena y el personal del restaurante tuvo que intervenir. 
- Srita. Sus comentarios molestan a nuestros clientes y le pedimos de la manera más amable que se retire de este lugar – le dijo el gerente a Laura – ya no es ni será bienvenida en este lugar. 
- Ahora soy yo, quien se tiene que ir, cuando es esa zorra a la que deberían de señalar. 
- Por favor, no queremos usar la fuerza. 
- Está bien, no será necesario. Me voy de este lugar que ahora admite a cualquiera. Yo no sé cómo puedes estar con alguien así Verónica, me decepcionas. 
- Es algo que me tiene muy sin cuidado. 
- Solo te advierto que tengas cuidado, no vaya a usar sus técnicas con Guillo. 
- Ay ya me tenés harta – el temperamento de Verónica era muy fuerte y sin más motivo, le aventó el contenido de la copa que tenía enfrente – así me mejor lárgate. 
- Me las vas a pagar Verónica. 
- No me dan miedo tus amenazas – Laura salió del restaurant y los demás clientes, volvieron a sus pláticas. 
- Perdón Verónica, pero podemos irnos. 
- Ah no Helena, vos te vas a quedar a aquí. 
- Pero… 
- Nada, vos no has hecho nada, ella fue la que vino a ofenderte y si te vas le darás la razón. 
- Tienes razón. 
- Pues claro que sí, quedate tranquila. 
- Verónica entonces quiero pedirte un favor. 
- ¿Cuál es? 
- No le comentes nada a Guillo, no quiero que Pablo se entere. 
- Ah no, él debe saber esto. 
- No por favor, no vamos a ganar nada y no quiero preocupar a Pablo. 
- Vale, vos sabés lo que haces. 
- Gracias, amiga. 
- De nada. Ahora tomate este Fernet que te ayudara a calmarte. 
- ¿Fernet? 
- Andá, tomateló – Helena le dio un sorbo a la bebida que le dio su amiga. 
- Está muy bueno. ¿Qué tiene? 

La plática continúo en torno a la bebida y de cierta forma regresó la tranquilidad a Helena, que después de ese día, decidió no volver a pensar en lo que había pasado. Y por eso Pablo jamás se enteró de lo acontecido. 

Renata se comunicaba con Helena muy seguido y le contaba lo feliz que era al lado de Alfredo, y aunque le costaba adaptarse a su nuevo estilo de vida, eso no era ningún impedimento para estar contenta. 

En verano, Helena y Pablo viajaron una semana a New York, y visitaron a Álvaro. Helena le mostró a Pablo todos los lugares que le gustaban de la “Gran Manzana” y lo llevó a algunos de sus restaurantes favoritos. Álvaro vio con alegría como la relación de su hija con Pablo iba cada vez mejor. 

Los meses siguieron avanzando y el cumpleaños de Pablo se acercaba. 

- Ya decidiste qué quieres de regalo – le preguntó Helena a Pablo, mientras leía un libro y Pablo estaba ocupado con cosas del trabajo. Esa tarde había ido a visitar a Magdis pero no tuvo suerte para encontrarla y se quedó con Pablo. 
- Ya te dije que lo único que quiero es a ti. – le dijo sin dejar de mirar a la computadora pero con una sonrisa traviesa en el rostro. 
- A mí ya me tienes, debe de haber otra cosa. 
- En este momento quisiera un descanso, olvidar el trabajo y dedicarme a ti. 
- Solo te estoy distrayendo – dijo con algo de culpa cuando vio que Pablo se levantó de su silla y se acercó a darle un beso. 
- Claro que no, me estas inspirando que es algo muy distinto – respondió y volvió a besarla. 
- Si sigues así, jamás vas a terminar. 
- Ya no me importa – decía sin dejar de besarla. 
- Te debe de importar. 
- Ay Helena, por favor – rogó como un niño pequeño. 
- No, en serio. Mejor te propongo algo. 
- ¿Qué? 
- Qué tal si para festejar tu cumpleaños, nos vamos de fin de semana a la playa. 
- La playa… 
- Si, tú sabes el sol, mar, arena y… – dijo entre risas coquetas. 
- Me gusta, acepto el trato. 
- Perfecto, haré las reservaciones mañana. 
- Está bien. Ahora ven, siéntate aquí al lado mío. 
- ¿Para qué? 
- Para no tener que levantarme a besarte cuando necesite más inspiración. 
- Tramposo. 

Magdis llegó a las pocas horas y recibió con gusto a su ahijada, cuando llegó Miguel de la empresa, decidieron salir a cenar lo cuatro. Al otro día Helena empezó a organizar el viaje de cumpleaños de Pablo. 

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