viernes, 15 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 57

Regresaron a México al día siguiente de la clausura. Antoine se desvivió en felicitaciones para Helena, pues sus superiores le habían hablado de su gran trabajo en Buenos Aires. Y Pablo se ganó aún más el respeto y la admiración de su padre, que veía complacido como su empresa crecía cada vez más, gracias a la habilidad de su hijo para los negocios. 

Marzo llegó demasiado rápido y como resultado también llegaba la boda de Renata con Alfredo. 

- Magdis, perdón por el retraso – dijo Helena al llegar a la tienda de novias donde se había quedado de ver con su madrina y Renata. 
- No te preocupes hija, has llegado justo a tiempo. Renata se está probando su vestido, no tarda en salir. 
- Oh por Dios Renata, te ves divina – saludó Helena cuando vio salir a su amiga del probador. 
- Hija, Helena tiene razón, pareces un ángel – Magdis estaba impresionada, su hija se veía realmente tierna y encantadora. 
- Soy un ángel – dijo Renata entre risas. 
- Me alegra que te haya quedado perfecto, así no habrá ningún cambio más. La fiesta es en 3 días y de verdad que me preocupaba que no fuera a estar listo. 
- Calma, mamá. Esto ya está. Ya no hay nada de qué preocuparse. 
- Bueno, ahora ve a cambiarte. Es hora de irnos a comer. 
- Está bien. Vuelvo enseguida. 

Magdis y Renata se fueron en el mismo auto, con su chofer. Helena se fue en su propio auto y llegaron al restaurante donde darían su última comida en la ciudad, pues al otro día se irían a la finca. 

- ¿Te sientes bien? – le preguntó Pablo a Helena en el auto cuando salieron de la ciudad a la finca. 
- Solo algo mareada, parece que la comida de ayer no me sentó nada bien – Ella estaba pálida. 
- ¿Quieres que busquemos una farmacia o algún médico? 
- No, solo quiero llegar. Seguro Toñis podrá darme algo. 
- Está bien. 
- ¿Y sabes si vendrán tus amigos a la boda? 
- ¿Guillo y Verónica? No, hace unos días que él se tuvo que ir a ver una construcción al norte y no va a poder regresar a tiempo. 
- De nuevo te separo de tus amigos. 
- ¿Qué dices? 
- Que probablemente no quisieron asistir porque saben que estás conmigo. 
- Claro que no. Guillo y Verónica son muy diferentes, no se dejan llevar por rumores. 
- Espero que sea cierto, no quisiera causarte más problemas. 
- Tú no me causas ningún problema, además a partir de mañana todos sabrán que estás conmigo. Ya estoy harto de fingir que solo somos amigos. 
- Yo también… PARA EL AUTO – Pablo se orilló y Helena abrió la puerta de inmediato. Sus nauseas ya eran demasiado y tuvo que vomitar. 
- Helena, Helena – decía Pablo, cuando se bajó del auto para ayudarla. 
- Aléjate, no quiero que veas esto. Es demasiado asqueroso. 
- No me importa – y le tomó el pelo para que no se le fuera a la cara. 
- Perdón – le dijo cuando terminó. 
- ¿Quieres agua? 
- Sí – él le acercó una botella y ella trató de enjuagarse la boca. 
- ¿Podrías sacar mi bolsa de viaje del auto? 
- Sí, ten – ella buscó su cepillo de dientes y el dentífrico. Y se lavó la boca improvisadamente. 
- Gracias, ya podemos seguir. 
- ¿De verdad no quieres descansar un poco más? 
- No, solo quiero llegar. – Subieron al auto y Pablo arrancó de nuevo. Aumentó un poco la velocidad para llegar en menos tiempo, y Helena que siempre lo restringía en eso, ni siquiera se dio cuenta. Lo que le demostró a Pablo que de verdad se sentía mal. 
- ¿Hel? 
- ¿Sí? 
- Estaba pensado… tus nauseas y el mareo… ¿crees que exista la posibilidad de que no se deban a la comida, sino a otra cosa? 
- OH POR DIOS… no lo había pensado así. 
- ¿Hay posibilidad? 
- Pues déjame ver, mi último período fue – y Helena empezó a hacer cuentas mentales, pues ese mes no había tomado ninguna precaución extra, de las que había tomado Pablo, cuando estaban juntos - ¡Vaya! 
- ¿Qué? 
- Llevó 7 días de atraso. 
- Helena… - dijo Pablo enternecido y tomándole la mano. Cuando ella lo miró a los ojos vio en ellos, una ternura y amor inexplicable. 
- No estoy segura, pero podría ser… 
- Un hijo, Helena, uno tuyo y mío. 
- Un hijo. 

Antes de llegar al pueblo, se detuvieron en una farmacia, y compraron pruebas caseras de embarazo. 

- Niña Helena, bienvenida. – dijo Toñis al ver entrar a Helena a la cocina. 
- Hola Toñis, ¿cómo estás? 
- Bien, niña. Pero usted está muy pálida. 
- Sí, no me siento muy bien. Me preparas un té, es que la comida de ayer me cayó algo mal. 
- Está bien, ahorita se lo envío a su habitación. 
- No, a mi habitación no. Esta vez me quedaré en la habitación de Pablo. 
- Está bien, no hay problema. 
- Gracias, Toñis. 
- Pierda cuidado. 

Por primera vez Helena no ocuparía su habitación de siempre, esta vez había decido quedarse con Pablo porque la finca estaría repleta de invitados y necesitaban ocupar todas las habitaciones. 

- Ya subieron las maletas a la habitación, ¿vamos? – preguntó Pablo cuando encontró a Helena, saliendo de la cocina. 
- Sí.

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