domingo, 17 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 59

El jardín estaba bellamente adornado con miles de flores blancas por todos lados, la mesa del juez estaba al fondo del jardín principal y sobre ella un bello dosel de flores blancas, y las sillas para los invitados abarcaban la gran parte del jardín, desde la mesa del juez hasta el pasillo de acceso. Más flores en pedestales caían y formaban un pasillo en medio de las sillas para permitir a los novios llegar a donde estaba el juez. Todos los invitados vestían atuendos de colores claros, que había sido un requisito para la asistencia.


Magdis, Helena y Lety bajaron a la sala donde estaban Álvaro, Pablo, Ana y Alfredo (padre). Para satisfacción de Lety, a Pablo casi le dio un ataque al corazón al ver a Helena tan hermosa. Su vestido era dorado, la parte de la falda era seda en tono dorado, cortada asimétricamente con la parte más corta en medio de las piernas, y alrededor de su torso había listones dorados satinados que marcaban su delgada cintura, el escote era halter atado por delgados listones de seda. Su pelo castaño caía ondulado sobre su espalda. Su collar con el corazón de Pablo, lo había convertido en una pulsera que le lucía hermosa.

- Helena, hermosa es una palabra que se queda corta para describirte ahora – dijo Pablo al recibirla al final de la escalera. Él usaba un traje color hueso, y su corbata tenía diagonales que hacía combinación con el vestido de Helena.
- Te dije que valdría la pena.
- Ahora entiendo.
- Hija estas bellísima - interrumpió Álvaro.
- Gracias papito.
- Bueno vamos adelantándonos que tenemos que entrar antes que Renata.
- Claro.

Helena entró primero con Carlos, el padrino de Alfredo; le siguieron Alfredo (padre), Lety y Álvaro, Pablo y Magdis, después Alfredo con Ana, y finalmente Renata y Miguel.

Alfredo no podía creer lo tierna que se veía Renata en su vestido blanco, de verdad parecía un ángel. Su vestido era sencillo, parecía inspirado en la antigua cultura griega, pues el escote era halter, la cintura estaba bien ceñida por más tela de seda blanca y la falda flotaba en el aire junto con una especie de velo que salía de la espalda del vestido. Su pelo estaba amarrado por completo lo que dejaba ver su cara tan tierna y hermosa, además de sus bellos ojos camaleónicos que lo hicieron suspirar desde la primera vez que la vio.

Renata por su parte estaba completamente emocionada, y Alfredo la hizo suspirar más veces ese día que en todo lo que llevaban de relación, se veía tan elegante con ese traje color arena que lo hacía ver tan relajado, y a la vez no perdía el toque de seriedad que siempre lo acompañaba.

El juez dio inicio a la ceremonia, en la que Pablo y Helena no dejaron de verse ni un instante, Magdis no paraba de derramar lágrimas y Miguel veía con ternura como su princesa se convertía en esposa de Alfredo.

- ¿Alfredo De Icaza Astiz aceptas a Renata Duart de Cordona como tu esposa? – esa fue la única oración completa que escuchó Alfredo, pues toda la ceremonia estuvo absorto en la belleza de Renata.
- Acepto. – y tomó el bolígrafo del juez para firmar el acta.
- ¿Y tu Renata Duart de Cordona aceptas a Alfredo De Icaza Astiz como tu esposo?
- Acepto. – dijo Renata casi cantando. A la vez que tomaba el bolígrafo para firmar.
- Por el poder que me confiere el estado, yo los declaro Marido y Mujer. Felicidades.

Renata y Alfredo se besaron, recibieron aplausos de los invitados y posteriormente los testigos pasaron a firmar las actas, los testigos de Renata, fueron Pablo y Helena, y los de Alfredo, fueron Carlos y Clara una de sus primas.

Después de la ceremonia civil, los invitados fueron llamados al interior de la casa para disfrutar de cócteles, mientras que en el jardín un gran número de personas se encargaba de mover las sillas rápidamente para convertir el jardín en área llena de mesas blancas con listones dorados y un entarimado en el centro. Era muy parecido a lo que habían hecho para la fiesta de cumpleaños de los gemelos.

Mientras algunos invitados felicitaban a los novios, otros platicaban entre sí, y algunos más platicaban con los demás miembros de la familia, así fue como Pablo dio a conocer a Helena como su novia. Algo que saltaba a la vista pero que todos querían confirmar, había invitados que conocían a la familia de años, así que recordaban bien a Helena y se sorprendían al ver que ella y Pablo seguían juntos, después de su separación de 10 años.

Pablo ahora podía besar a Helena una que otra vez enfrente de todos, y le gustaba ver cómo algunos se sentían decepcionados al saber que la dama de honor de Renata, tenía pareja.

- Quita esa cara de satisfacción – le dijo Helena entre risas a Pablo
- NO quiero – respondió él como niño berrinchudo – me encanta ver sus caras de decepción cuando saben que estás conmigo.
- Ya vi que te encanta.
- Es un alivio, no tener que ocultar lo mucho que te quiero.
- Lo sé, te debo confesar que me encanta que me beses en público.
- Ah sí.
- Sí.
- A mí también me gusta, aunque me contengo demasiado. No te estoy besando como de verdad deseo hacerlo.
- Sr. Duart, que cosas tan impropias dice.
- Es su culpa Srita. Lascurain.
- ¿Mi culpa?
- Sí, ¿qué acaso no se ha visto en un espejo?
- Eso que tiene que ver.
- Pues que con ese vestido te ves particularmente sexy.
- Deja de decir esas cosas.
- No, quiero.
- Ay Pablo, vas a hacer que quiera dejar la fiesta antes de que termine.
- Eso me conviene.
- No seas niño.
- Soy un niño enamorado.
- Qué risa, Pablo.
- Amigos – interrumpió Miguel – es momento de pasar al jardín.

Todos salieron y vieron la transformación que había sufrido el lugar. Los novios tomaron su lugar en la mesa principal. Y la familia Duart, así como Helena y Álvaro, y los padres de Alfredo en otra mesa.

Se sirvió una comida por demás exquisita, que había dejado a Renata más que complacida pues era una de sus principales preocupaciones antes de la boda. Posteriormente los novios pasaron a bailar su canción, aunque en realidad no tenían una. Solo esperaban abrir el baile con cualquier canción.

- Este es un regalo para los novios. Felicidades – dijo Pablo que ya estaba donde el grupo musical y con un micrófono en la mano. Cuando la música dio inicio, él comenzó a cantar.

- Yo pensé que podía quedarme sin ti y no puedo
Es difícil mi amor más difícil de lo que pensé
He dejado mi puerta entre abierta
Y entraste tú sin avisar
No te apartes de mí, oh no
Yo pensé que con tanta experiencia conocía todo
Y contigo aprendí que al amor no le importa quién sabe más
Y que el tiempo en nosotros no existe
Por todo lo que veo en ti
No te apartes de mí, oh no

Todo amor que yo esperé de la vida
Lo he encontrado sólo en ti
Y resulta que tú no estás aquí
Esos aires que quien no sabe nada
Me han sabido hacer feliz
No te apartes de mí, oh, oh, oh, oh, oh no

No pensé que ese aire inocente me enseñase el mundo
En las cosas bonitas tan simples que siempre me dices
Por la falta que me haces aquí
Y por todo lo que veo en ti
No te apartes de mi, oh,oh, oh, oh, oh no

Todo amor que yo esperé de la vida
Lo he encontrado sólo en ti
Y resulta que tú no estás aquí
Esos aires que quien no sabe nada
Me han sabido hacer feliz
No te apartes de mí, oh,oh,oh no

No te apartes de mí, oh,oh,oh no
Oh no, oh no
No te apartes de mí, oh,oh,oh no
No te apartes de mí, oh,oh,oh no

- Gracias – todos se levantaron a aplaudir y Renata corrió a abrazar a su hermano.
- Pablo, gracias ha sido todo un detalle.
- De nada, Renacuajo. Es lo menos que podía hacer.
- ¿Renacuajo? ¿Qué te pasa?
- Ya corre ve a bailar con Alfredo que te está esperando.
- Gracias de nuevo.

Pablo fue por Helena para sacarla a bailar. Y los fotógrafos de la revista que estaban ahí para cubrir la nota de una de las bodas del año, les tomaron una foto juntos. Ni a los gemelos, ni a Helena les gustaban ese tipo de publicaciones, pero Magdis que sabía las reglas que se debían de cumplir en su círculo social, permitió su acceso.

- Debo decir que tu canción fue más que perfecta para esos dos.
- Lo sé.
- Además que fue un gesto hermoso con Renata.
- No podía hacer menos, gracias a Ren, he vuelto a tenerte a mi lado.
- Si, lo sé. Siempre le voy a estar agradecida.
- Te amo, Mi Helena. – Pablo la atrajo más hacia él y Helena se estremeció. Moría en deseo por Pablo y quería besarlo sin llamar la atención de los invitados. Pero aún faltaba demasiado de la fiesta.

El rito indígena por el cual unirían sus vidas espiritualmente Alfredo y Renata fue de verdad folklórico y pintoresco, algo nunca visto en su exclusivo círculo de amistades. Dio inicio cuando el sol se puso, y el encargado era un hombre mayor, que hacia rituales al fuego. Luego dio de beber a los novios una especie de cáliz, después hizo unas oraciones y bailó a su alrededor. Cuando todo terminó les dijo unas palabras en su lengua, que en español que querían decir:



“A partir de ahora, sus almas serán solo una sola” 

Después de que terminaron, los novios se retiraron para cambiarse y partir a la ciudad, donde a la mañana siguiente tomarían el vuelo a Cuba.

Los invitados los despidieron lanzándoles pétalos de rosas blancas, todo era mágico para Alfredo y Renata.

Cuando todos regresaron a la fiesta, continuaron bailando otras horas más, hasta que todo terminó. Había sido una celebración realmente larga y todos quedaron exhaustos. Excepto Helena y Pablo que tenían una promesa que cumplir.

Helena subió a la habitación de Pablo y al poco rato llegó él. Lo recibió con besos llenos de desesperación.

- Pablo… - le decía mientras él la tomaba por las caderas y la levantaba. Sus piernas y sus manos se enredaron en su cuello y su cintura.
- Mi Helena, Mi Helena… - le decía entre besos. Delicadamente le tomaba los labios entre los dientes y esto hacía que ella quisiera más.
- Ya no aguanto más, te necesito – le dijo al oído. Después le besó ligeramente el lóbulo de la oreja. Pablo no esperaba eso, pero no le importaba. Él también la necesitaba. Soltó a Helena que quedó de nuevo en el suelo, ella le desató la corbata, y desabrocho su chaleco y su camisa, dejando su musculoso abdomen expuesto, sus manos lo recorrieron lentamente hasta encontrarse con la hebilla de su cinturón. Él le desato los finos listones del vestido, que estaban detrás de su cuello y dejo expuesta la desnudez de su torso, buscó el cierre del vestido y al abrirlo la seda se resbaló por su piel.
- Eres realmente hermosa – le dijo como recitando una poesía. Helena liberó sus pies de las zapatillas abiertas que llevaba y tomó a Pablo de las manos.
- Ven – ella lo atrajo a la cama y sintió como él la besaba mientras poseía su cuerpo con total delicadeza. Siempre le había gustado que Pablo a pesar de desearla tanto, tuviera la mente fría para ser tierno con ella y no se dejara llevar por la pasión que lo comía por dentro. Aunque había veces en que cuando ella lo deseaba, él la amaba con toda la pasión que tenía, era como si leyera su mente e hiciera realidad cada uno de sus deseos.
- Solo mía, Helena, solo mía – le dijo con la voz temblorosa.
- Solo y siempre seré tuya – respondía ella entre suspiros.

Los dos adoraban disfrutar de esos momentos de silencio en los que eran ellos y sus pensamientos, Helena volteó a ver a Pablo.

- ¿Qué te causa gracia? – preguntó Helena al ver una sonrisa pícara en el rostro de Pablo
- Recordé que cuando éramos adolescentes, yo moría de ganas de que te quedaras en mi habitación, y en lugar de tener que escondernos en la Cabaña del Sol, pudiera estar contigo aquí, sin el temor que alguien nos descubriera.
- Si, muchas veces desee lo mismo. Pero hubiera sido imposible que nos dejaran estar en la misma habitación toda la noche.
- No fue tan imposible, cuando tu… - Pablo reprimió de inmediato el comentario. Sabía que podía traerle malos recuerdos a Helena.
- Lo sé, creo que mi padre ni siquiera se dio cuenta que te quedaste toda la noche.
- Creo que no.

Helena estaba recostada boca abajo, cuando sintió como Pablo recorría la línea de su columna con la punta de sus dedos, lo hacía lentamente como tratando de descubrir las texturas de su piel.

- Eso se siente bien - dijo ella, viéndolo a los ojos, que incluso en la oscuridad sentía que le brillaban.
- Tu piel es tan perfecta como tu alma.
- Qué cosas dices.
- Helena, por favor. Hasta cuando vas a aceptar lo hermosa que eres.
- Lo dices porque me quieres.
- Claro que no.
- ¿No me quieres?
- Más que eso, Te amo. Pero es que además de mí, todos morirían por un minuto de tu atención.
- Porque son tontos y se dejan llevar por la apariencia y el físico.
- Cierto, pero quienes te conocen no pueden evitar quererte.
- Pues no lo sé.
- Ya ves, tengo razón.
- Ay Pablo.
- Sólo acéptalo.
- No – Helena se movió más hacia Pablo y se acorrucó en su pecho. Su respiración poco a poco la arrulló hasta que se quedo dormida. 

- Eres demasiado noble, incluso para aceptar tus virtudes y eso hace que te ame más cada día. – susurró Pablo a su oído y luego la abrazó para poder dormir tranquilo.
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Recomendación: No te apartes de mí - Roberto Carlos

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