martes, 26 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 68

Las actividades del día de la boda iniciaron con la visita de Helena y Álvaro a las cenizas de Carolina. 

- Mamá, hoy me casó con Pablo. No hay ni un solo momento que te deje de extrañar, pero hoy más que nunca desearía que estuvieras en la iglesia para compartir mi alegría – las lágrimas de Helena salieron de sus bellos ojos. 
- No llores nenita, ya te dije que tu madre de alguna forma estará presente. 
- Caro, mi bella Caro. Nuestra hija se convertirá en una Duart, quien lo hubiera pensado. Tu padre habría sido el más feliz si en lugar de casarte conmigo, te hubieras casado con Miguel y ahora es Helena quién de cierta forma cumple sus deseos. Te extrañaré siempre – después de una oración padre e hija se retiraron. 

Todas las mujeres de la familia y cercanas a la familia se dieron cita en un exclusivo salón de belleza de la ciudad. Mientras que un estilista se encargó personalmente del arreglo de Helena, ella saldría de la casa donde viviría con Pablo, así que Álvaro regresó a esa casa donde conoció los sinsabores de la vida. 

A las pocas horas llegaron a la casa de Helena, Verónica y Renata, la ayudaron a ponerse su vestido de novia y se dispusieron a partir a la iglesia, que había sido adornada con mini orquídeas, crisantemos y rosas blancas. 

La noche había caído y Pablo esperaba ansioso la llegada de su Helena a la iglesia, y veía como poco a poco los invitados iban llegando, por la magnitud de la fiesta habían tenido que contratar seguridad privada pues algunos invitados eran personajes muy importantes, a nivel mundial. Por supuesto estaban los inversionistas italianos que sabían de primera mano la historia de amor de la joven pareja; diplomáticos y embajadores de distintos países también habían asistido, empresarios amigos de su padre, ex-presidentes y gente muy importante de Naciones Unidas, amigos de Álvaro. Incluso Oliver y Antoine, así como el representante de UN en Buenos Aires, Mr. Jacobson, habían hecho un espacio en su agenda para asistir a tan importante evento. En la Iglesia no cabía ni un alfiler. De pronto vio a lo lejos como la gente de seguridad se movilizaba, la hora había llegado, Helena estaba afuera y a punto de entrar. 

- Vamos hijo es hora – dijo Magdis. 
- Sí – Pablo respiró profundamente, como se hace antes de entrar al agua. 

La orquesta dio inicio a una bella sinfonía, así fue como los pajes entraron arrojando pétalos de flores a la alfombra del pasillo, después entraron Pablo y Magdis, Alfredo y Lety, Guillo y Verónica y finalmente Renata y Miguel. Todos tomaron sus lugares y la música cambió lentamente hasta convertirse en el Ave María. 

El vestido de Helena estaba hecho de una tela bordada que había sido confeccionada exclusivamente para ella, era strapless y le entallaba su exquisita figura, conforme caía se hacía un poco más ancho para dar paso a la cola. Sus cabellos estaban totalmente amarrados, con una tiara de diamantes, unida a un largo velo que caía por todo su cuerpo y arrastraban un fino bordado por poco más de 2 metros. El corazón de Pablo de nuevo había sido convertido en pulsera y solo él notó el detalle pues sus manos eran ocupadas por el ramo de novia. Los ojos de Helena de ese azul profundo que destellaba alegría que provocaban que todos los invitados quedaran impresionados con su belleza. 

Así fue como Pablo, con lágrimas en los ojos, vio caminar por ese pasillo a su Helena convertida en esa niña que le robaba el aliento y que fue su mejor amiga, ese ser que amó desde antes de saber lo que era el amor y que con cada paso que daba hacia él se iba haciendo mayor y se convertía en esa adolescente que lo había elegido a él para compartir sus mejores años y experiencias, a la que le entregó la vida, sus sueños e ilusiones; luego pasó a ser aquella a quien esperó por 10 años en los que ni la mayor de las adversidades socavó sus sentimientos; cuando llegó a él finalmente se había convertido en la mujer que más amaba en el universo, la que ya era su esposa ante las leyes de los hombres y que pronto lo sería ante Dios. 

Pablo vestía un frac tradicional, en negro, parecía un verdadero príncipe; sus ojos brillaban más que nunca, incluso parecían de un color más miel que de costumbre, no tenían comparación. 

Mientras Helena caminaba de brazo de su amado padre, vio al final del pasillo a Pablo convertido en ese niño que se levantaba protector ante cualquier peligro por mínimo que fuera, aquel que se convirtió en su mejor amigo. Al avanzar más por ese pasillo, vio como Pablo era ahora ese amigo que una noche apareció en sus sueños demostrándole sus sentimientos y que unos cuantos meses después, víctima de los celos le confesó lo que sentía, y a partir de ese momento pasó a ser el hombre que más amó, aquel a quien le entregó su vida, y al que tuvo que dejar en ese frío aeropuerto. Finalmente Pablo se convirtió en ese hombre que la esperó 10 años, que la amó como nadie, que la sorprendía cada día, que la hacía vibrar en todo momento y que le dedicaba las más bellas melodías. Al que ella amaba tanto que ni la vida entera le bastaría para demostrárselo.

Helena llegó hasta donde estaba Pablo y su padre la entregó a él. 

- Queridos hermanos estamos aquí reunidos para unir en sagrado matrimonio a Pablo Duart de Cordona y a Helena Lascurain Briz… - los dos trataron de poner el máximo de su atención en lo que decía el sacerdote, pero no podían concentrarse, estaban absortos en el momento que estaban viviendo. Por fin estarían juntos, después de todos esos años de penas y alegrías, al fin su amor sería reconocido por todos – Pablo y Helena, ¿vienen a contraer Matrimonio libre y voluntariamente? 
- Sí… - los dos respondieron a las demás preguntas del sacerdote y pronto llegaron a las que los unirían para siempre. 
- Así pues, ya que queréis contraer santo Matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia – ellos obedecieron. 
- ¿Pablo Duart de Cordona, aceptas a Helena Lascurain Briz, como esposa y entregarte a ella, prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida? 
- Acepto 
- Y tú, Helena Lascurain Briz, ¿aceptas a Pablo Duart de Cordona, como esposo, para entregarte a él, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida? 
- Acepto. 
- Los anillos por favor - Guillo entregó los anillos al sacerdote y el procedió a bendecirlos – El señor bendiga estos anillos… 
- Helena, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. – Pablo colocó delicadamente el anillo en el dedo de Helena y le sonrió para infundirle más valor a su novia. 
- Pablo, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. – Helena colocó el anillo en el dedo de Pablo y le devolvió la sonrisa. Después de esto el sacerdote procedió a bendecir el lazo y las arras. 
- Que el señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ante la Iglesia y os otorgue su bendición. Que lo que Dios ha unido no lo separe el Hombre. Pueden ir en paz esta celebración a terminado. 

Los invitados aplaudieron cuando vieron a la nueva pareja de esposos, darse un tierno beso en los labios. 

La marcha nupcial de Mendelsshon dio inicio y salieron de la iglesia. Pablo le tomaba el brazo a su esposa, llenó de orgullo, caminaba airoso por el pasillo, mientras saludaba con la cabeza a algunos de los invitados. Cuando lograron salir una lluvia de pétalos los encontró y los flashes de numerosas cámaras los deslumbraban. Subieron al auto que había traído a Helena y recorrieron las pocas cuadras hacía el recinto donde se llevaría a cabo la fiesta.
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The Power of Love - Celine Dion

Mañana llega el Fin. Espéralo.

Ahora en Amigos y Más: Alfredo, Verónica, Guillo y Oliver.

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