jueves, 21 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 63

Pasaron todo el fin de semana felices, pero pronto llegó el lunes y también llegó Oliver. Helena quedó de verlo para comer juntos y Pablo llegaría media hora después. 

- ¡Hermosa! – A Oliver se le iluminaron los ojos al ver a Helena tan bonita y con ese brillo que la acompañaba desde que regresó con Pablo. 
- Oli - los dos amigos se abrazaron y luego se sentaron a platicar. Mientras bebían un poco de vino - ¿Cómo estás? 
- Excelente, me alegra tanto verte de nuevo. 
- A mí también, como no te das una idea. 
- Gracias por aceptar verme. 
- Es lo menos que podría hacer, Oliver debes saber que nunca ha sido mi intención lastimarte. 
- Olvídalo, por favor. 
- Pero… 
- Por favor, mejor dime ¿sigues con él? 
- Sí 
- ¿Y te hace feliz? 
- Mucho 
- Me alegra. Sólo quiero que seas feliz aunque no sea conmigo. 
- Gracias Oliver. Sé que pronto encontrarás a alguien que te merezca de verdad – le tomó la mano que tenía en forma de apoyo 
- Eso espero. – Helena vio que Pablo había llegado al restaurante, así que rogó para que Oliver quisiera conocerlo. 
- Oli, me gustaría que conocieras a Pablo. ¿Aceptarías conocerlo ahora? 
- Supongo que sí. 
- Espera entonces – Pablo vio cómo Helena tenía su mano sobre la de un hombre que estaba de espalda, y sintió la sombra de los celos. En cuanto Helena levantó la mirada se levantó y corrió a su encuentro con una gran sonrisa. Amaba que hiciera eso. Lo besó en forma de saludo y lo guió hasta la mesa. 
- Oliver Ellsworth, él es Pablo Duart 
- Hola Pablo 
- Mucho gusto Oliver 
- Debo felicitarte porque tienes a tu lado a alguien muy especial. 
- Lo sé, gracias. 
- ¿Les parece si ordenamos? – sugirió Helena. 
- Claro – respondieron los dos. 

La comida transcurrió en una plática sobre el trabajo de Pablo y sobre el nuevo trabajo de Oliver y Helena. Ella vio como los dos hacían un esfuerzo por hablar. Y Pablo se dio cuenta que Helena y Oliver tenían más en común de lo que había imaginado y se sintió un poco mal, pero cuando ella lo veía, olvidaba todo. Podría ser idéntica a Oliver en muchas cosas pero eso no importaba porque era a él a quien amaba. 

Helena recibió una llamada de su trabajo y tuvo que levantarse de la mesa. Así que Oliver aprovechó para hablar con Pablo. 

- Pablo, Helena te ha elegido a ti y ya no puedo hacer mucho ante eso. Por eso te exijo que la hagas feliz. No soportaría ver que sufre a tu lado. 
- No es necesario que me exijas nada, mi principal prioridad es ella. NO hay nada en el mundo que me importe más. 
- Eso espero, porque te recuerdo que ella siempre me tendrá a su lado y ahora que somos de nuevo amigos, no dudaré en aprovechar cualquier error tuyo. 
- No lo habrá. Pierde cuidado. – Las palabras de ambos habían sido claras, y en los dos había cierto tono amenazante. 

Los dos se quedaron callados cuando Helena regresó. Después de la comida pasearon un poco por la ciudad y en la noche dejaron a Oliver en su hotel. 

El mes y medio que duró la estancia de Oliver en México, fue un martirio para Pablo. Helena pasaba la mayor parte de su día ocupada en su trabajo, al lado de Oliver. Pero ella se esforzaba para dedicarle algunas horas por la tarde y una que otra noche. Definitivamente esos eran los mejores momentos para los dos. 

- Te extraño tanto – le dijo Pablo a Helena cuando estaban en el jardín de la casa de Pablo, disfrutando de un poco de vino, música y el aire fresco otoño. 
- Lo sé, perdóname, el trabajo me ha absorbido. Pero esta es la última semana. 
- No veo el momento de tenerte de nuevo para mí. 
- ¿No te vas a aburrir? 
- Nunca, Helena, nunca me aburriría de ti. 
- Eso espero. 
- ¿Y cómo va saliendo todo con el proyecto? 
- Excelente, la comisión quedará encantada. 
- Me alegro. Y… ¿Oliver se irá en cuanto terminen? 
- Sí. El parlamento lo envió exclusivamente a esto y por eso se irá tan rápido. 
- ¿Lo extrañarás? 
- Un poco. Sigues sin tolerarlo mucho, ¿verdad? 
- No te puedo mentir. Él no me agrada, pero a ti sí y nada puedo hacer. 
- Pablo… 
- No me digas nada, por favor. – Le dijo tomándole la cara, para silenciar sus labios con un beso – ¿Te quedas esta noche conmigo? 
- No creo que a Magdis y a Miguel les agrade la idea. 
- Helena, no creo que les importe. 
- Tal vez a ellos no, pero a mí sí. No es lo mismo quedarnos en mi departamento o en la finca, que aquí. 
- Tienes razón, no sabes cómo deseo mudarme. 
- Me encantaría que te mudaras conmigo pero Magdis nunca me perdonaría que te fueras de la casa. Menos ahora que Renata está lejos y Lety en España. 
- Lo sé. ¿Entonces me invitas a tu departamento? 
- Tú no necesitas invitación. 
- Gracias. 
- Te parece si antes de irnos, pasamos a cenar. Ya tengo apetito. 
- Claro, te llevare a cenar a donde quieras. 
- Bueno, vámonos. 

A la siguiente semana, tal y como había predicho Helena, el proyecto de su trabajo con Oliver, quedó terminado y él regresó a Francia. 

Sin darse cuenta la Navidad estaba de nuevo en puerta y para alegría de todos, Renata y Alfredo vendrían desde Ginebra; y Álvaro de New York. Las festividades como todos los años, serían en la finca, y contarían con más invitados pues los hijos de Lety: Gloria y Felipe, vendrían de España, así como Verónica y Guillo que habían sido invitados; y los padres de Alfredo. 

Tuvieron una gran cena de Navidad y cuando pasaron a la sala para convivir en familia, Alfredo y Renata solicitaron la atención de todos. 

- Pues queremos aprovechar que estamos todos reunidos para darles un anuncio. 
- ¿De qué se trata? – preguntó Miguel. 
- Alfredo y Yo estamos esperando un bebé. – Todos estallaron en alegría y abrazos para la pareja de futuros padres. 
- Felicidades, Ren – dijeron Helena y Pablo. 
- Hija, que emoción, Alfredo, muchas Felicidades – agregó Lety que estaba conmovida. 
- Mi princesa, que linda noticia nos has dado. Ven acá – y Miguel le dio un abrazo lleno de emoción y cariño a su amada hija. 
- Hijo, que alegría, tu convertido en padre – dijo Ana a Alfredo 
- Lo sé mamá, no tienes idea lo feliz que me siento. Le voy a dar a mi hijo o hija todo el amor que ustedes me enseñaron a dar. 
- Gracias hijo, sabemos que criar un hijo no es fácil pero ustedes sabrán mostrarle el rumbo – agregó se padre. 
- Vaya Renata, me has hecho abuela – dijo Magdis en tono serio. 
- ¿No te gusta? 
- Por Dios, princesa, la idea me encanta. No sabes lo que deseo, escuchar las risas de un niño en esta finca, sus juegos, todo. Hija es una noticia que me llena de felicidad, ven y déjame darte un abrazo. 
- ¿Y cuánto tiempo tienes de embarazó? – preguntó Verónica 
- 4 meses, el doctor nos dijo que nacerá a principios de Mayo. 
- ¿Y lo tendrás en Ginebra? 
- Pues la idea es esa, porque aunque yo quisiera tenerlo aquí, a Alfredo se le complicaría mucho viajar. 
- Tienes razón, que lástima. 
- Además supongo que sus abuelas podrán irse a dar una vuelta. 
- Claro que sí – respondieron Magdis y Ana. 

Todos los demás también se desvivieron en felicitaciones para la pareja. No había noticia que les llenará de felicidad y pronto los empleados se enteraron y no se habló de otra cosa en la finca. 

Pablo y Helena no podían estar más felices por su hermana, y sintieron de nuevo un profundo dolor cuando se marchó a Ginebra después de año nuevo.

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