domingo, 10 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 52

Por su parte Pablo, había viajado a Londres donde unos clientes árabes lo esperaban para cerrar un trato que haría que la empresa de su padre creciera aún más. Pero se sentía muy mal, pues lo había visto en México, lo tenía decepcionado. Amaba a Helena más que a nadie en el mundo, pero al parecer eso no había sido suficiente para superar las diferencias que ahora tenían y posiblemente las habladurías de la gente la seguían acosando. Era comprensible que se sintiera mejor al lado de Oliver, que entendía su mundo a la perfección y con quien era natural que estuviera sin provocar chismes. Helena era muy noble, y sabía que no haría nada para lastimarlo y seguramente por eso no había terminado con él.



Pero al final de cuentas Pablo solo era su amor de hace 10 años, nada más, el tiempo pasa y las cosas cambian. El viaje duró 5 días y Pablo regresó a México decidido a hacer lo correcto para él y para Helena.

Helena se sentía muy sola y triste, además los días fríos y algo lluviosos de diciembre no ayudaban en nada. Pablo no se había comunicado con ella desde que se fue de México. Según lo que le había dicho la secretaría, él ya tendría que haber regresado desde hacía 2 días, pero no la había llamado.

En la tarde de ese mismo día, se decidió a ir a buscarlo. Le tendría que explicar el por qué de su comportamiento, tenía que haber uno, pensaba. Justo cuando se dirigía a su auto vio que él Pablo iba saliendo del edificio donde estaba su departamento, lo más seguro es que se cruzaron y por eso no se habían visto.

- ¡Pablo! – gritó Helena, mientras corría a su encuentro.
- Hola – respondió fríamente. El abrazo que ella le daba era tan cálido que por un momento dudó sobre lo que iba a hacer.
- ¿Por qué no habías venido? – preguntó al momento que Pablo rompía su abrazo. Ella sentía a Pablo muy extraño, era demasiado frío, sería que él no la había extrañado tanto.
- Helena, tenemos que hablar.
- Está bien, vamos arriba.
- No, lo que tengo que decirte no me tomará mucho tiempo.
- ¿Qué pasa?
- Debemos terminar con nuestra relación – dijo tan tajantemente que Helena sintió como el mundo se le caía a pedazos frente a sus ojos. En ese instante algunas gotas de lluvia empezaron a caer y poco a poco mojaron su rostro, lo que ayudo a que sus lágrimas se perdieran.
- Pero… ¿Por qué? – preguntó confundida y con la voz entrecortada.
- Antes de irme a Londres, vi cómo tú y Oliver se besaban. Helena no quiero atarte a mí, solo por el recuerdo de un amor de hace tantos años.
- Pablo… - dijo ella más sorprendida que nunca. Jamás imaginó que aquello que había pasado con Oliver, lo hubiera visto Pablo.
- No, déjame terminar, por favor. Yo te devuelvo tu libertad para que seas feliz con alguien que te comprenda mejor que yo. Perdóname por haber sido tan egoísta y no haberme dado cuenta antes. Yo ya no te comprendo de la misma forma que lo hacía antes y mereces alguien que si lo haga. Al terminar de decir esto, le dio un beso en la coronilla y emprendió la caminata hasta su auto, si alguna vez Helena le había roto el corazón al marcharse, el dolor de aquel día no se comparaba ni en lo más mínimo a lo que sentía ahora.

La lluvia había incrementado considerablemente y los dos estaban empapados. Helena no podía creer lo que había escuchando, todo era un error y tenía que decírselo a Pablo pero las palabras no le salían de la impresión.

- ¡PABLO, ESPERA! – logró gritar por fin. Él detuvo la marcha y volteó la mirada, para encontrar a Helena justo detrás de él – Lo que viste fue un error. Oliver me besó porque no sabía que yo había vuelto contigo.
- ¿Qué?
- Él pensó que seguía libre y en parte fue mi culpa porque no le había dicho nada. Yo pensaba que podríamos viajar a Francia en invierno y contarle todo. Pero llegó de sorpresa y por eso pasó lo que viste.
- ¿Podríamos viajar? ¿Tú y yo?
- SI, tú y yo. Pablo, yo no podría estar con nadie más que contigo, eso de que no me comprendes es una idea absurda. TU ME COMPRENDES MEJOR QUE NADIE.
- Pero, he visto cómo te esfuerzas para que entienda tu mundo y yo siento que lo que hago no es suficiente, ahora somos muy distintos. Y bueno por lo que me has contado, Oliver es más parecido a ti.
- Nada de eso me importa, simplemente te amo, porque eres diferente a mí, porque me gusta explicarte todo sobre mi día y cuando tú me das hasta el último detalle de lo que haces. Pablo, no hay ser en el universo que ame más que a ti, TU ERES EL DUEÑO DE MI CORAZÓN, de mi alma y de estos labios que solo tienen SABOR A TI.
- SABOR… A… MI… - dijo lentamente, mientras con una mano tomaba su cara y con el pulgar le quitaba el labial de la boca, para después besarla apasionadamente.
- Vamos – y Helena llevó a Pablo dentro del edificio para que subieran a su departamento, pues la lluvia estaba cada vez peor.

Cuando llegaron, ella le quitó el saco y la corbata con desesperación, ni siquiera podía desabrocharle los botones de la camisa, Pablo se dio cuenta y con su fuerza se libró de su camisa, solo escucharon como cayeron los botones en el piso. A la vez Pablo despojó a Helena del vestido empapado que traía. Sus manos la apretaban de la cintura fuertemente, ella enredaba sus manos alrededor de su cuello. Pablo bajó las manos a sus caderas, la tomó y la llevó hasta la cama.

- Te amo, Helena, MI Helena – lograba decir mientras la besaba.
- Te necesito, Pablo. Te amo tanto. – decía en ella en tono de suplica.

No sabían su había sido la pasión, la necesidad, la alegría del reencuentro o simplemente era el amor que cada día iba creciendo más en ellos, pero disfrutaron ese momento juntos como nunca. Él no podía dejar de decirle que la amaba y ella le correspondía de la misma manera.

- No sé cómo pudiste creer que te había dejado de amar – le reclamó Helena a Pablo.
- Perdóname, es que tenía tanto miedo de no ser para ti lo mismo que fui hace años que me sentía inseguro.
- Jamás vuelvas a pensar, eso. Pablo te has convertido en mi complemento perfecto. TE AMO, TE AMO, TE AMO. – mientras decía esto, llenaba a Pablo de besos.
- Mi Helena, Mi vida entera te pertenece. TE AMO – él la tomó en sus brazos y la apretó fuertemente contra él.
- Eso me gusta. Pero nunca más se te ocurra volverte a irte sin avisarme, no tienes idea de cómo me sentía. No sabía dónde estabas, y eso me mantuvo preocupada todos estos días, ni siquiera podía comer y dormir bien.
- Lo siento, para mí fue igual o peor, pero te prometo que nunca más pasará.
- Nunca.

Pronto se quedaron dormidos. Al otro día amanecieron tan felices que no podían disimularlo, decidieron salir a pasear por la ciudad, a disfrutar de las decoraciones navideñas del centro y a visitar unas cuantas exposiciones que Renata les había recomendado. Pablo llevó a comer a Helena a su restaurante preferido del centro, y ahí aprovechó para hacerle algunas preguntas que la noche anterior había dejado pasar.

- Hel, puedo saber ¿qué pasó con Oliver después de lo vi?
- Le expliqué que yo no podía corresponderle, porque había regresado contigo.
- ¿Y cómo reaccionó?
- Pues se molestó. Se fue del restaurante donde estábamos y solo supe que se regresó a Francia, en cuanto terminó sus asuntos aquí.
- Estás triste, ¿verdad?
- Es que me duele perder a un amigo, de esa manera. Sé que no podía pedir que lo tomará con la misma alegría que yo, pero no creí que fuera a reaccionar así.
- De cierta manera lo entiendo.
- ¿Cómo dices?
- Si yo estuviera en su lugar y supiera que no tengo oportunidad contigo, simplemente no podría con la idea. Aunque creo que yo sentiría mil veces peor porque te amo más que nadie.
- Yo también te amo, y espero que algún día Oliver logre encontrar a alguien que lo haga feliz.
- Lo encontrará, como dicen, siempre hay un roto para un descocido.
- Eso espero.
- Ya alegra esa cara. Mira quien viene ahí. – al momento de voltear Helena alcanzó a ver a Renata y a Alfredo que llegaban al restaurante.


Ellos los vieron y se sentaron a comer en la mesa de Pablo y Helena, la plática se volcó en torno a la próxima boda y los detalles que aún faltaban. Además de todo lo que hacía falta ver en Ginebra como el lugar donde vivirían Renata y Alfredo.



- ¿Y cuándo piensan ir a buscar la casa? – Preguntó Helena.
- Pues creemos que después de año nuevo. Para aprovechar que tengo que ir a hacerme unas pruebas de requisito. – contestó Alfredo.
- El problema es que Alfredo no quiere que mis papás nos regalen la casa.
- Pero es algo que mis padres quieren hacer de todo corazón, Alfredo. – agregó Pablo
- Lo sé pero no quiero que piensen que soy un aprovechado. Sé que yo no puedo darle tantos lujos a tu hermana, como a los que está acostumbrada. Y aceptar el regalo de tus padres me haría sentir peor aún.
- Vaya, no lo había visto de ese modo – dijo Pablo un poco apenado.
- Alfredo, ya te dije que no me importan los lujos, nunca me han importado. Y sólo digo que si aceptáramos el regalo de mis padres, sería más fácil iniciar nuestra vida, juntos. Así el dinero que piensas invertir en la renta de una casa a la larga pues podríamos usarlo para algo más importante, ¿no crees?
- Lo pensaré, Ren. ¿Está bien?
- Si – respondió Renata con una sonrisa que le iluminaba el rostro y con los ojos llenos de admiración por Alfredo. Jamás pensó que amaría tanto a ese hombre tan serio y estudioso que conoció alguna vez en New York. Alfredo por su parte, nunca había creído en el amor, toda su vida en lo único que creyó fue en la ciencia y en las probabilidades que existían de las cosas. Cuando conoció a esa artista tan extrovertida en New York, su mundo se reinventó totalmente. A su lado hasta la cosa menos pensada era posible y aunque tenía muchas diferencias con ella, amaba su forma de ser y hasta su pensar, aunque por diversión siempre le llevaba la contraria. Amaba tanto a Renata que no lo creía posible.

Los cuatro tuvieron una comida bastante amena y después Renata y Alfredo se fueron a una reunión de un amigo de él. Por su lado, Helena y Pablo se fueron a la cineteca, que tenía mucho que no visitaban.
__________________________________________
Recomendación: Es por ti - Cómplices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario