miércoles, 20 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 62

Pablo logró realizar otro contrato excelente que lo dejo satisfecho y listo para su fin de semana en la playa. Todo estaba listo, se irían el viernes en la tarde y regresarían en domingo en la noche. Aprovecharían su tiempo juntos al máximo. 

Helena llegó ese viernes al trabajo, deseosa de encontrarse con Pablo, pero debían de pasar unas horas antes de ello. Al revisar su cuenta de correo, encontró algo que la sorprendió: 

“Helena, sé que desde la última vez que te vi en México las cosas entre nosotros cambiaron totalmente. En mi decepción de saber que no estarías conmigo nunca más, no medí las consecuencias de mis actos, y el dejarte así no fue lo correcto. Espero algún día puedas perdonarme, y recuperar nuestra amistad. Si ese no fuera el caso al menos quisiera recuperar la relación profesional ya que tu oficina y el Parlamento trabajaran juntos en nuevo proyecto y es muy posible que yo trabaje contigo. Haré un viaje a la Ciudad de México la próxima semana. Ojalá pudiéramos platicar. Te extraño Hermosa, Oliver Ellsworth.” 

Ese mensaje era más que inesperado para Helena, tenía mucho sin recibir noticias de Oliver y creyó que él jamás la perdonaría. 

Ella estaba indecisa sobre el momento de decirle a Pablo sobre la visita de Oliver, pero decidió no contárselo hasta que llegarán al hotel. 

La hora que duró el vuelo se la pasaron dormitando pues su semana los había dejado un poco cansados. Cuando llegaron, una camioneta del hotel los recogió y los llevó al exclusivo hotel de la Riviera Maya, en el cuál Helena había hecho las reservaciones. 

- Buenas Noches, tenemos una reservación – dijo Pablo. 
- Buenas Noches, ¿a nombre de quién están? 
- Pablo Duart. 
- Permítame un momento. 
- Si, no hay problema. 
- La suite Maya, esta lista. Sr. Y Sra Duart es un gusto recibirlos. Mayan Palace agradece su preferencia. El encargado los llevará. 
- Gracias – Pablo y Helena siguieron al Bell Boy. 
- Sra. Duart, me gusta cómo se oye mi apellido en ti. 
- A mí también me gustó. 
- Me muero de ganas de estar con usted Sra. Duart. 
- Yo digo lo mismo. 
- Hemos llegado. 
- Gracias. - El bell boy salió de la habitación, dejando a la pareja. 

Helena estaba muy cansada y se dio un baño para relajarse, se puso su ropa de dormir y salió a la terraza en lo que Pablo también se bañaba. 

- La vista es hermosa – dijo Helena desde la terraza, cuando escuchó a Pablo salir del baño. 
- Es más hermosa contigo en primer plano – respondió Pablo desde el marco que separaba la habitación de la terraza. Helena se quedó pensativa, no quería arruinar el momento, pero tenía que hablar con Pablo. 
- Pablo hay algo que tengo que decirte y no quiero dejar pasar más tiempo. 
- ¿Qué pasa? 
- Hoy recibí un correo de Oliver. – Helena vio cómo el cuerpo se le tensó a Pablo de inmediato – Dice que vendrá a México por motivos de trabajo, así que pide verme. 
- ¿cuándo llega? 
- El miércoles 
- ¿Y cuánto tiempo se va a quedar? 
- No lo sé, alrededor de un mes o mes y medio, según me dijo Antoine. 
- ¿Antoine? 
- Es que su oficina y la mía trabajaran en conjunto por un nuevo proyecto. 
- No me digas que… 
- Si, lo más posible es que nos toque trabajar juntos – Pablo tenía una expresión en la cara que Helena no lograba descifrar 
- ¿Y todo ese tiempo trabajaras a su lado? 
- Probablemente sí. 
- ¿Y vas a retomar tu amistad con él? 
- Supongo que sí. Dice que me extraña. 
- ¿Solo te extraña o no ha entendido que estás conmigo y te sigue queriendo? – dijo Pablo con tono cruel. 
- Pablo no reacciones así. 
- Entonces ¿cómo quieres que reaccione? 
- Pablo, él solo es mi amigo. 
- Un amigo, por dios Helena, tú misma fuiste la que me contó cómo reaccionó al saber que estabas conmigo. El desea más que ser tu amigo. 
- Es mi culpa si alguna vez se hizo ilusiones después de New York. 
- ¿Por qué? 
- Le di esperanzas, cuando pensé que estabas comprometido. 
- ¿QUÉ? 
- Él me propuso irme a Francia y yo le dije que si no me sentía bien en México, me iría con él. 
- ¿Pensabas aceptarlo? 
- No lo sé, en ese momento creí que tú eras un imposible. 
- O sea que lo quieres lo suficiente como para irte con él y estar a su lado – preguntó Pablo con voz decepcionada. 
- Aunque hubiera sido cierto lo tuyo con Laura, y me fuera con Oliver, yo jamás dejaría de quererte. Solo lo quiero como amigo. – dijo Helena entre lágrimas. 
- Perdóname – le dijo Pablo, mientras le llevaba una rosa roja de las que habían dejado sobre una mesa de la terraza. 
- Es que no entiendo por qué te has puesto así. Después de un año no entiendes que a quien quiero es a ti. 
- Ni siquiera los malditos celos que me carcomen el alma, justifican que te haga llorar. 
- ¿Celos? 
- Helena en todos estos años, el único hombre que estuvo en tu vida fue él. Tú dices que solo lo quieres como amigo, pero por alguna razón aceptaste ser su novia en New York. Y saber que no te ha olvidado y que trabajarás a su lado, que veas de nuevo las razones por las que lo aceptaste alguna vez y que son cosas que no puedo darte o compartir contigo. Me da miedo, no quiero perderte.
- Mírame a los ojos – dijo Helena poniendo sus manos en la cara de Pablo para obligarlo a verla – Podré haber cambiado en muchas cosas y sobre todo en mi vida profesional, pero lo que nunca va a cambiar será el gran amor que siento por ti. Pablo el único hombre que amo es a ti. 
- Lo sé. Pero a veces, con tu trabajo como tu nueva pasión tengo miedo de que te hartes de mí y te vayas con alguien que si te entienda. 
- Nunca me voy a hartar de ti. Además hay algo que me apasiona más que mi trabajo. 
- ¿Qué es? 
- Tú - al decir esto lo besó apasionadamente, Pablo ni si quiera podía pensar, solo sentía necesidad por Helena. La tomó en sus brazos y la llevó al interior de la suite. Ella en ningún momento dejó de besarlo. Simplemente quería que Pablo olvidará los celos. 
- Mi Helena – le susurraba mientras le besaba el cuello, la boca, la cara, todo el cuerpo – solo mía. 
- Siempre, Pablo – le respondía ella. El sentir a Pablo en ella, era un choque de emociones que le desgarraba los sentidos. No quería que eso terminara nunca. Quería decirle todo lo que lo la hacía sentir pero de su boca solo salía la frase más real que había dicho jamás - Te amo. 
- Te AMO, Mi Helena, Te amo. 

El estar juntos era para ellos una experiencia única. Definitivamente los años separados habían mejorado su relación en todos los aspectos. Siempre habían sido la pareja perfecta y eso iba mucho más allá de la convivencia, porque cuando estaban juntos de daban cuenta lo bien que se complementaban. 

- Pablo quiero que estés conmigo cuando tenga que ver a Oliver. 
- ¿De verdad? 
- Si. Quiero que el día que me perdone, pueda aceptarte a ti también como parte de mi vida. 
- Gracias. 
- Sólo hay algo que debo advertirte, sobre la particular forma que tiene de llamarme. 
- ¿Cuál es? 
- En vez de Helena, me llama Hermosa. 
- Bueno al menos solo hace referencia a la verdad. 
- Ríete. 
- Es la verdad, hermosa. 
- Tu también. 
- ¿Yo qué?, hermosa. 
- Ya. Suficiente, no seas niño. 
- ¿Por qué te molesta que yo te lo diga, si es la verdad? 
- No me molesta, pero me gusta más escuchar mi nombre salir de tu boca, y de tus labios, sobre todo cuando afirmas que soy tu Helena. 
- Es que de verdad eres MI HELENA. 

Durmieron plenamente, al otro día el ruido de las olas y el brillante sol los despertó. 

- Feliz Cumpleaños, Pablo – le dijo Helena al oído, cuando vio que había despertado. 
- Gracias – y besó a Helena tiernamente. 
- Vamos a desayunar, hay muchas actividades que podemos realizar. 
- ¿Y si el cumpleañero quiere realizar solo una? 
- ¿Cuál es? – Pablo se acercó al oído a Helena y le dijo su deseo – Vaya, tu plan suena atractivo, pero te prometo que te divertirás, además en la noche te tengo preparado algo especial. 
- Está bien. 

Pronto se levantaron y bajaron a desayunar a uno de los restaurantes del Hotel, realizaron algunas de las actividades que ofrecía el hotel. Y nadaron en el mar algunas horas. Pablo amaba como se veía Helena en traje de baño y con el mar turquesa del Caribe, sus ojos resaltaban aún más y su belleza aumentaba. Por la noche fueron a cenar al mejor restaurante del hotel, que además les ofrecía una cena romántica en la playa. Helena se puso un vestido blanco increíblemente hermoso, que la hacía lucir como una novia. Los empleados seguían llamando a Helena, Sra. Duart y esto les causaba gracia a los dos. 

Helena cumplió su palabra y le dio a Pablo una de las mejores noches de su vida. 

- Soy prisionero y esclavo de tu amor, de esos ojos que me hipnotizan, de tu boca de miel que me pide en cada beso la vida entera, de esa forma tuya de quererme. Helena me quedo en carne viva cada vez que estoy a tu lado, no importa cuántas veces este contigo, siempre desearé más de ti y de todo lo que me das – le recitaba él con verdadera devoción. Mientras la besaba después de estar juntos. 

- Pablo, te amo, te juro que nadie puede hacerme más feliz, mi mayor debilidad eres tú – le respondió mientras lo volvía a besar lentamente – Lo que siento por ti, ni el tiempo pudo cambiarlo, siempre te voy a amar.
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Hoy tengo ganas de ti - Ricardo Montaner

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