lunes, 11 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 53

Las festividades navideñas llegaron en un abrir y cerrar de ojos. Faltando dos días para Navidad, Álvaro llegó a México después de 10 años. 

- Papito – gritó Helena en el Aeropuerto. 
- Helena, hija – dijo Álvaro al encontrarse con el abrazo de su adorada hija. 
- Te extrañe mucho, me alegra tanto que estés aquí. 
- Yo también te extrañe, nenita. 
- Vamos por tu equipaje, ven – decía ella mientras jalaba a su padre como cuando era una niña. Cuando Álvaro recogió sus maletas, se fueron al estacionamiento donde estaba el auto de Helena. 
- Hija, antes de irnos a la finca, quisiera que me llevarás a visitar las cenizas de tu madre. 
- Está bien. – Helena y su padre llegaron al mausoleo donde descansaban las cenizas de Carolina. 
- Veo que te has encargado de traerle flores – dijo Álvaro después de unos minutos de silencio en donde sus lágrimas corrieron de nuevo. Su hija vio con dolor como a pesar de los años, él seguía extrañando a su madre. 
- Desde que regresé la he venido a ver cada semana, pero cuando vine la primera vez, también tenía flores y todo estaba muy bien cuidado. Sé que el personal debe ocuparse del mantenimiento pero esto va más allá. 
- Ya veo. – en ese momento un empleado del mausoleo pasó por donde estaban Helena y Álvaro. 
- Disculpe que me entrometa, pero fue el Sr. Duart. 
- ¿Sr. Duart? – preguntó Álvaro, pensando en su amigo Miguel. 
- Si, el señor Pablo Duart, es quien se ha encargado de pagarle a una persona para el mantenimiento del lugar y para que cada semana se le cambien las flores a la difunta. 
- Pablo… - dijo Helena sorprendida del hermoso gesto que tuvo para con su madre. 
- Gracias – respondió Álvaro, sorprendido y a la vez enternecido por lo que acaba de oír. 
- De nada, con permiso. – y el empleado se alejó de ellos. 
- ¿Nos vamos? – preguntó Helena 
- Claro – Salieron del lugar e iniciaron el viaje a la finca donde ya todos los Duart, los esperaban. 
- Creí que Pablo vendría contigo a recogerme – dijo Álvaro después de que Helena le contó sobre su trabajo en México. 
- Solo quiso darnos algo de tiempo de padre e hija. No quería importunar. 
- No creo que a ti te hubiera molestado eso. 
- No, pero posiblemente a ti sí. 
- Es por lo que te dije de que se tomaran las cosas con calma, ¿verdad? 
- Si. 
- Hija, lo único que quiero es que seas feliz, y me alegra mucho saber que lo eres al lado de Pablo. Mi aprecio por ese muchacho no ha disminuido, solo quería que estuvieras sabedora de lo que podría pasar por hacer las cosas tan deprisa. 
- Gracias, papá y hemos hecho caso a tu consejo, solo la familia de Pablo sabe que estamos juntos, los demás piensan que apenas estamos saliendo. 
- Está bien. Aunque si Pablo y tú tienen la misma expresión en el rostro, dudo mucho que las personas se traguen esa historia. – dijo Álvaro más animado, y con una gran sonrisa en el rostro 
- Contra eso ya no puedo hacer nada. – bromeó Helena. 

Cuando llegaron a la finca ya toda la familia los esperaba en la entrada. 

- ¡Álvaro! - saludó Miguel con alegría al amigo que tenía más de un año que no veía. Los dos amigos se dieron un fuerte abrazo. 
- Miguel, Magdis que gusto es verlos de nuevo. 
- Es un gusto para nosotros el que por fin te hayas decidido a venir. Y creo que todo se lo debemos a mi encantadora ahijada – dijo Magdis. 
- Definitivamente, además extrañaba tanto la finca. 
- Y eso que no has visto lo bonita que ha puesto desde la última vez. – agregó Miguel. 
- Bueno sigamos la plática adentro papá, que si no lo único que verá Álvaro será la entrada. – señaló Renata. 
- Tienes razón, princesa. 
- Hola, Ren, que gusto volver a verte a ti también. 
- Gracias, Álvaro yo se lo difícil que puede ser estar sin mi grata presencia. – decía entre risas Renata, mientras caminaban al interior de la finca. 
- Hola Álvaro – dijo Pablo un tanto nervioso por la presencia del padre de Helena. Habían pasado 10 años que no lo veía y su presencia ahora se imponía mucho más. Su cara era la misma pero sus ojos ya demostraban la sabiduría que solo se obtiene al paso de los años. 
- Muchacho, ven acá – Pablo y Álvaro se dieron también un abrazo muy fuerte – gracias por devolverle la luz a los ojos de mi nenita. 
- No hay nada que agradecer, tu hija es lo más importante en mi vida y solo quiero hacerla feliz. 
- Gracias, hijo. 

Una vez en el interior de la finca, todos se concentraron en el jardín donde se había preparado todo un buffet con platillos mexicanos que recordaban eran los favoritos de Álvaro. La plática se concentró por completo en él y su larga ausencia de México. Mientras que él no podía evitar ver a Helena y a Pablo que irradiaban felicidad. 

La comida se extendió toda la tarde y parte de la noche en donde Toña se lució con otro platillo que también era el favorito de Álvaro. 

A media noche todos se retiraron a sus habitaciones, excepto Helena y Pablo que se quedaron platicando en la sala de la finca. 

- ¿Estás muy feliz, verdad? – le susurró Pablo al oído cuando tenía a Helena acunada en sus brazos mientras los dos estaban en el sillón de la sala. 
- Si, ¿se nota mucho? 
- Es muy evidente. 
- Ay Pablo, es que me alegra tanto que mi padre este aquí conmigo de nuevo y tú a mi lado, es como un sueño. 
- No es ningún sueño – dijo mientras la besaba tiernamente en la mejilla. 
- Es que todo ha vuelto a ser como antes… bueno solo falta una cosa – en la voz de Helena se notó un haz la tristeza. 
- ¿Carolina? 
- Sí, creo que nunca voy a dejar de necesitarla. Y mi padre tampoco, hoy lo vi llorar de la misma forma que cuando murió mi madre. 
- ¿Fueron a verla? 
- Sí, y por cierto muchas gracias por preocuparte porque mi madre tuviera flores. 
- No es nada. Aún recuerdo cómo le gustaba a tu madre su jardín y las flores, por eso lo hice. 
- Eres increíble, siento que no te merezco. 
- Oye, oye, nadie me merece más que tú. 
- Te amo demasiado. 
- Y yo a ti, ven – dijo atrayendo su cara para besarla. 

Los demás días estuvieron llenos de alegría en la finca, Álvaro disfrutaba de la compañía de sus antiguos amigos y además de ver a su hija tan feliz. Las festividades se pasaron muy rápido y dos semanas después todos tuvieron que regresar a sus ocupaciones en la ciudad, al igual que Álvaro que tuvo que regresar a su trabajo en New York, no sin antes prometer que regresaría para la boda de Renata y Alfredo.
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Recomendación: Nube Viajera - Alejandro Fernandez

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