jueves, 14 de octubre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 56

Helena estaba a punto de dormirse en el sillón cuando llamaron a la puerta.

- Servicio a la Habitación – dijo la persona que estaba del otro lado.
- ¿Sí? – respondió Helena al abrir la puerta. Ella se sentó de nuevo en el sillón y espero que el encargado le preparara la mesa, pero en cambio la siguió y le colocó la bandeja con la tapa metálica enfrente.
- Por favor – el encargado le pidió que tomará el papel que estaba dentro de la bandeja en donde se suponía venía su cena.
- ¿Qué es esto? – evidentemente era una nota pero no entendía el por qué de esta.
- ¿Podría leerla en voz alta? - ella estaba sorprendida, esa sí que era una extraña forma de servir una cena.
- Para este día había planeado regalarte chocolates… - Helena paró de leer cuando vio entrar a un camarero con una caja de chocolates.
- Siga, por favor – exigió el primer camarero.
- Mi música - y entró otro con una guitarra - ¿qué es esto?
- Por favor señorita, continúe leyendo.
- Una cena muy especial - entraron más camareros con bandejas cubiertas. Ella seguía tan sorprendida que no podía seguir leyendo.
- Continúe – la alentaba el camarero.
- Rosas - y entró otro con tantas flores que apenas y podía con ellas. Los camareros se iban formando en línea frente de ella.
- Ya falta poco, siga – la incitaba el camarero que veía duda en Helena.
- Y la mejor noche de tu vida – también entraron más camareros esta vez con vestidos hermosos que traían impresos los sellos de Armani, Versace y Valentino. Helena no podía seguir, todo esto debía ser un regalo de Pablo, que aunque estuviera lejos se las había ingeniado para hacerle sentir su compañía.
- Y lo único que deseo en este momento es regalarte mi presencia - dijo finalmente Pablo con unas flores del gran ramo que había entrado cargando para que Helena no se diera cuenta de su presencia.
- ¡Pablo! – gritó Helena y se abalanzó sobre él, que la rodeo con sus brazos y la levantó del piso como solía hacerlo siempre.
- Feliz Cumpleaños – le susurró al oído. La fuerza del abrazo de Helena le sorprendió mucho a Pablo. Dejaba notar lo mucho que lo extrañaba. Al bajarla sus caras quedaron frente a frente y se besaron lenta y tiernamente.
- ¿Pero cómo? – preguntó Helena cuando Pablo liberó sus labios un segundo.
- Shh – y él la volvió a besar. Ella tenía muchas preguntas pero las sensaciones que le despertaban al besarlo opacaban por completo sus pensamientos. Él por alguna maravillosa razón, estaba ahí, la besaba, abrazaba; ya nada de lo demás importaba – te extrañé demasiado.
- Yo también, no tienes idea lo mucho que me has hecho falta.
- Eso quiere decir, que ¿te gustó mi sorpresa?
- Me ha encantado. Siempre serás mi mejor regalo de cumpleaños.
- Disculpe, Srita. La habitación ya está lista – interrumpió la mucama que estaba arreglando la habitación – Puede pasar.
- Gracias – al momento que Helena se vio a su alrededor, se dio cuenta que algunos camareros habían salido y que los que restaban habían decorado toda la suite con las rosas y habían puesto la mesa para que ella y Pablo tuvieran la cena más romántica posible. Sus vestidos y la guitarra estaban sobre uno de los sillones.
- ¿Te quieres cambiar? - preguntó Pablo mientras le tomaba la mano para llevarla a la habitación.
- Sí – ella avanzó y cuando la mucama abrió las puertas corredizas que separaban la habitación del resto de la suite, pudo ver como en la cama estaba escrita la palabra TE AMO con pétalos de rosas.
- Te amo – le dijo Pablo al oído, y la abrazo por la espalda.
- Ay Pablo es lindísimo, Te amo. Gracias por todo esto. – Helena estaba totalmente emocionada, Pablo había cuidado cada detalle para darle el mejor cumpleaños de su vida.
- Me alegra que te haya gustado.
- En lo que te cambias, voy a despedir a los camareros.
- Está bien.


Pablo agradeció a los camareros su ayuda y pidió que ni el mayordomo se quedara pues deseaban que su cena fuera lo más intima posible.

- ¿Pablo? – llamó Helena desde la habitación.
- ¿Sí? – él entro y vio a Helena en ropa de dormir, era una blusa y un pantalón de seda rosa.
- Me disculpas si ceno así, es que de verdad estoy muerta de cansancio.
- Si tú perdonas que también cene en ropa de dormir, no hay problema. También estoy muerto. – esto desató las risas en ambos, la situación le causaba demasiada gracia. Todo estaba preparado para que vistieran elegantes y ninguno de los dos tenía fuerzas para hacerlo.
- Te disculpo lo que quieras.
- Entonces iré a cambiarme, no tardo ni 5 minutos.
- Perfecto.


Cuando Pablo salió, los dos se dispusieron a cenar.

- Oh por dios, esta delicioso – dijo Helena después de probar su platillo.
- Después de todo lo ha preparado el mejor Chef del hotel y dicho sea de paso de la ciudad.
- Sí, me lo dijo el gerente. Pero tú, ¿cómo lo sabes?
- Este…
- ¡Pablo Duart! explícame que tu viste que ver con mi cambio de habitación.
- No mucho.
- Dímelo – exigía Helena con voz seria, aunque por dentro estaba divertida por ver la expresión de Pablo, que era como la de un niño al que lo han pillado en una travesura.
- Debía encontrar alguna forma de sacarte de la habitación para que te mudaras a esta, y pues lo de la fuga fue una idea genial.
- ¿Mis cosas no se mojaron?
- No, solo me permití ponerlas en mi maleta un momento.
- Yo que pensé que dormiría sin tu camisa esta noche.
- Me temo que ya no necesitarás mi camisa.
- Cierto, entonces, dime cómo es que estas aquí y no en Italia. Era parte de tu plan, el hacerme creer que te irías.
- No, todo fue verdad. Viaje a Italia y gracias al romanticismo de mis anfitriones pues la firma del contrato se tomó menos tiempo y me obligaron a volar hacia acá en cuanto estuvo listo.
- ¿Romanticismo?
- Si, verás, cuando llegue por más hermosa que fuera la Toscana no podía disfrutarla. La pareja de uno de mis clientes se dio cuenta de mi estado de ánimo y me preguntó qué me pasaba. No puede evitarlo y le conté un poco de nuestra historia. Eso provocó que me ayudara a volver antes y así poder llegar hoy, además de que como accionista de esta cadena de hoteles, colaboró a que el gerente me diera todas las facilidades para esto.
- Vaya, tendré que agradecerle a la esposa de tu cliente.
- Eh, bueno digamos que no es ella, es más bien él.
- Oh ya entiendo.
- Por cierto uno de los vestidos lo mandan ellos como presente para Mi Helena.
- ¿Trajiste esos vestidos desde Italia?
- Sí, porque si mal no recuerdo tus diseñadores favoritos son Italianos y bueno aproveche el viaje y los contactos de la pareja de mi cliente.
- No, te creo.
- Digamos que tienes exclusivos diseños Armani, Valentino y Versace.
- Ahora me siento un poco mal por cenar en estas ropas.
- No te preocupes ya te llevaré a una cena digna de esos diseños.
- Gracias Sr. Duart, esta noche sí que se ha lúcido.
- Todo sea por su felicidad, Srita. Lascurain. – Helena le dedicó a Pablo esa sonrisa que lo hacía ponerse de rodillas, amaba su sonrisa más que nada en el mundo.

Terminaron de cenar y Pablo le acercó un pequeño pastel con una velita encendida.

- Pide un deseo – le dijo.
- Está bien – y ella sopló a la vela.
- ¿Qué pediste?
- Si, te lo digo no se hará realidad.
- Bueno, que remedio.
- Ven – y Helena tomó a Pablo de la mano y lo guió al sillón donde estaba su guitarra – falta la otra parte de mi regalo.
- ¿Mi música?
- Obvio – ella se recostó en el sillón más largo y él se sentó en el sillón de enfrente.
- Quisiera cantarte, una canción que te enamore de mi
Te diga qué siento, te diga quién soy
Y cuánto te haré feliz

Que fueran las caricias, que yo quisiera darte
Que fueran las palabras, que no me animo a decirte
Que más o menos sonarían así

No existe nada que me dé
ni la mitad de todo lo que tú me das
Cuando descubres mi mirada
No cambiaria ni loco tu sonrisa,
Por todo el mundo
Por nada de nada

Que ya eres todo, todo lo que quiero yo
y todo lo que pido a Dios
Te esperaría aquí con paciencia
No cambiaría un minuto tu presencia,
Por todo el mundo
Por nada de nada

Quisiera cantarte, una canción que fuera sólo de ti
Que con las palabras, de los demás, no se pueda confundir
Quisiera que te hiciera, volar alto en el cielo
Para que desde allí vieras qué pequeño se hace el mundo
Si solo estamos juntos, tú y yo

No existe nada que me dé
ni la mitad de todo lo que tú me das
Cuando descubro tu mirada
No cambiaría ni loco tu sonrisa,
Por todo el mundo
Por nada de nada

Que ya eres todo, todo lo que quiero yo
y todo lo que pido a Dios
Te esperaría aquí con paciencia
No cambiaría un minuto tu presencia,
Por todo el mundo
Por nada de nada 


- ¡Bravo! – decía Helena entre aplausos.
- Gracias, gracias – él se levantó, dejó su guitarra y buscó los labios de Helena. Cuando su beso terminó, se sentó a su lado y la acunó en sus brazos.
- Pablo… tengo que confesarte algo.
- ¿Qué pasa? – la preocupación se hizo presente en la voz de Pablo.
- Es que me siento mal por haberte dicho que no tendría tiempo para estar contigo. La verdad es que cuando Antoine me dijo que tenía que venir lo único que deseaba era que viajaras conmigo pero no quería que cancelaras tu viaje y tus clientes se pudieran ofender. ¿Me perdonas?
- Helena, no necesito disculparte nada. Pero sabes que tú puedes pedirme lo que quieras, no te sientas mal, mi principal prioridad eres tú. Yo habría arreglado algo para que mi trabajo no se viera afectado.
- Ves, es que me consientes tanto.
- Ya te lo dije una vez, y te lo vuelvo a repetir: Seré tu fuerza cuando ya no puedas más, seré tu refugio cuando te quieras esconder, seré el oxígeno que necesites si ya no puedes respirar, toma de mi lo que quieras que solo vivo para ti, mi Helena. – Pablo dijo con estas palabras con una devoción aún mayor que cuando las pronunció por primera vez. Para Helena el recuerdo de aquella vez en que escuchó esa frase, era oscuro y tenía mucho dolor, pero en este momento la situación era tan distinta, que aquel dolor quedó olvidado.
- Te Amo, Pablo. Te amo tanto que no sé como mi cuerpo lo resiste.
- Yo te amo, más que a mi propia vida. Ven acá. – Se fundieron en un abrazo, en el que Helena se sentía tan segura, protegida y cómoda que poco a poco se fue quedando dormida.

Al otro día Helena despertó en la cama, rodeada de pétalos de rosas y en los brazos de Pablo. Aún era muy temprano y en esos instantes de silencio, se quedó observando a Pablo, que dormía profundamente.

- Te amo tanto – dijo en el tono de voz más bajo que pudo lograr. Con su dedo recorrió el perfil de su cara, sus labios, su mandíbula. No pudo resistir más y lo besó suavemente. Al hacerlo sintió cómo las manos de Pablo se tensaban alrededor de su cintura.
- Mmm – estaba demasiado dormido para articular alguna palabra.
- Ups – Helena, sentía como él la obligaba a estar más cerca de él, y se acorrucó de nuevo en su pecho. Oía su corazón y sentía su respiración. Pronto se volvió a quedar dormida.
- Mi Helena, eres tan hermosa - susurró Pablo cuando despertó después de unas horas. Amaba el olor sus cabellos sobre su pecho y la sensación de sentirla segura en sus brazos. Con sus manos frotó sus brazos y le gustaba la sensación al tocar la suave piel de Helena. Recorrió con sus dedos, su brazo, su hombro, su cuello, al llegar a sus labios, ella los besó.
- Hola – dijo aún con voz somnolienta.
- Perdón, no quería despertarte.
- No te preocupes, si dormía más tiempo se he iba a hacer tarde.
- Es cierto, por un momento olvide porque estás aquí.
- Lo sé y no tengo fuerza para liberarme de tus brazos, pero de verdad que tengo que arreglarme ya.
- Qué remedio – Pablo dejo de hacer fuerza en su abrazo y ella se levantó para bañarse.

Cuando estuvieron listos, se marcharon al centro de convenciones donde se realizaba el encuentro. Helena se dispuso a entregar el material de su exposición y Pablo la veía de lejos. Él la observaba con verdadera admiración, era increíble ver como se desenvolvía tan profesional y elegante a la vez.

Pronto Helena tuvo que entrar a la sala de conferencias y dar inicio a su exposición.

- Disculpe, gusta venir conmigo – le dijo a Pablo una de las organizadoras.
- ¿Pasa algo?
- Supongo que quiere ver a la expositora haciendo su trabajo – respondió.
- Bueno si, pero como no soy miembro.
- No se preocupe, sígame.
- Gracias. – La encargada llevó a Pablo por la puerta exclusiva para organizadores y le señaló un lugar.
- Desde aquí podrá ver bien a la expositora.
- Muchas Gracias.
- No hay problema.

La mujer salió y Pablo se quedó oyendo a Helena. Se veía realmente hermosa y profesional, dominaba a la perfección su tema y tenía al público atento.

- Muchas Gracias – dijo Helena cuando terminó su exposición.

La hora de un receso había llegado y todos los asistentes salieron del salón principal, Pablo hizo lo mismo pues suponía que vería a Helena afuera.

Cuando salió, muchas mujeres lo miraban y algunas más le sonreían descaradamente. Él las vio pero ninguna llamó su atención, nadie como la mujer que estaba del otro lado del pasillo. Las miradas lo siguieron hasta que se encontraron con Helena.

- Has estado maravillosa – le dijo al tomarla de la mano.
- ¿Me has visto? – preguntó ella un poco inquieta
- Si, ¿te molesta?
- No, pero me da un poco de pena.
- ¿Por qué?
- Porque no me gustaría decepcionarte.
- Ese definitivamente no es el caso.
- Me alegro.
- ¿Y ahora qué sigue?
- Nada, he terminado y la clausura será hasta la noche, en la cena de gala, así que podemos irnos.
- Genial.

Las mujeres sentían envidia de Helena, cuando veían a aquel hombre tan atractivo que la miraba con total adoración.

Ellos salieron y se fueron a pasear por aquellos lugares que alguna vez Pablo en su adolescencia, deseó mostrarle a Helena. Ella no podía estar más feliz, había cumplido con sus objetivos en el congreso y tenía a su lado al ser que más amaba en el universo.

En la noche para la cena de gala, Helena usó uno de los vestidos que Pablo le había obsequiado.

- ¿Qué tal? - le preguntó a Pablo que la esperaba en la sala.
- Por Dios, estas impresionantemente hermosa.
- Gracias, tú también estás guapísimo.
- ¿Entonces por qué pones esa cara?
- Porque todas las mujeres te miraran como lo hicieron hoy en la mañana o peor.
- Ellas podrán mirarme, pero yo solo te miro a ti.
- Más le vale Sr. Duart, usted solo tiene una dueña que no piensa compartirlo con NADIE
- Me agrada oír eso. Srita. Lascurain.

Salieron del hotel y en la cena, como siempre Helena fue el centro de atención y Pablo a su lado hacía suspirar a más de una.
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Recomendación musical: Nada de Nada - Marco di Mauro

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