jueves, 30 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 42

La noche llegó más pronto de lo que esperaron. Helena estaba inquieta, lo que pasó con Pablo en la mañana la había alterado mucho, pero al final de cuentas le quedaban solo dos días en la finca y en México sería cuidadosa para no encontrarlo tan seguido. 


- Hel ¿ya estas lista? – decía Renata del otro lado de la puerta.
- Si, pasa.

- Helena Lascurain, no me digas que ese será tu gran vestido para esta noche. – el vestido de Helena era muy sencillo, era algo corto y entallado, de un color azul celeste. A pesar de todo la hacía ver muy bella pues destacaba el color azul de esos ojos.
- Ren es que no quiero ponerme uno de esos, son demasiado llamativos.
- Claro que no.
- Por favor Renata no insistas, no tiene caso. Además esta es tu noche y la de Pablo, qué más da que me ponga yo.
- Ay está bien, pero dime ¿qué tal me veo?
- Estas lindísima – el vestido de Renata era color hueso, strapless, de una tela muy fina que parecía seda.
- Bien vamos ya que todos nos esperan.
- Te esperan.
- Nos. 


Cuando llegaron a la zona donde se recibían a los invitados, las miradas se centraron en las dos amigas.

- Ahí están Renata y Helena – comentó Laura a Pablo que tenía la mirada iluminada de ver a Helena tan bonita.

- Te ves hermosa – le dijo Alfredo a Renata, cuando la saludó.
- Gracias tu también estas hermoso – respondió con un poco de humor.

Ambos hermanos y sus padres, estaban en la entrada al jardín para recibir a los invitados. El lugar estaba decorado con antorchas que delimitaban la pista, la zona de mesas y la sección de la entrada. Las mesas estaban decoradas con manteles similares a color del vestido de Renata y las sillas eran doradas, lo que hacía juego con los centros de mesa que eran pequeñas peceras con rocas y peces dorados, que brillaban gracias a una luz situada en la base.

Una vez terminado el recibimiento toda la familia se ubicó en la mesa principal, Helena se había sentado en otra mesa con invitados que conocía de su juventud, sin embargo Miguel fue por ella pues en la mesa principal había un lugar reservado para ella. Esto molestó mucho a Laura, le tenía envidia por todo. Y aprovechó que estaba sentada a su lado para accidentalmente derramar refresco sobre su vestido.

- Oh Helena discúlpame, he sido una torpe.
- No, no hay problema, es solo refresco.
- Vamos Hel, necesitas quitarte eso.
- Mañana mismo me encargaré que se envié a la lavandería. – dijo Laura contenta por haber logrado su propósito.
- Ese vestido es de tintorería – señaló Magdis
- Oh que tonta, perdón Helena.
- Será mejor que me cambie.

Renata acompañó a Helena a su habitación y la obligó a ponerse uno de los vestidos que había rechazado ponerse antes.

- Ren por favor vuelve a tu fiesta, te la estás perdiendo por mi causa.
- No es tu causa, es por la tonta de Laura.
- Cierto.
- Está bien, pero no tardes mucho.
- Te lo prometo.

Los minutos pasaban y Helena no regresaba a la fiesta. El grupo que ambientaría la fiesta acababa de pedir a los invitados que entonaran las mañanitas para los festejados y a mitad del canto apareció Helena; los ojos de Pablo casi se salieron. Llevaba un vestido azul marino, satinado, la caída de la tela destacaba lo alta que era, el escote del frente era tipo halter, mientras que el de la espalda llegaba hasta la parte más baja de su cintura dejando ver el cuerpo tan perfecto que poseía. Las luces de la finca hicieron que algo en su cuello brillara, era el diamante azul que Pablo le había regalado hacía más de 10 años, Helena traía su corazón. Cuando ella se dio cuenta recordó, que no se lo había quitado; a decir verdad nunca se lo quitaba, por eso el olvido. El brillo del diamante y el color del vestido hicieron más notorio aún el bello color de sus ojos, todos los invitados estaban impresionados su belleza. Helena era posiblemente aún más bella que misma Helena de Troya, por quién le habían puesto ese nombre.

Pablo se levantó inmediatamente de su asiento y tomó a Helena del brazo, ella trató de negarse, pero ante la mirada de todos no pudo hacerlo.

- Te ves hermosa. – decía Pablo con una gran sonrisa.
- Gracias – respondió cortante.

Ambos se sentaron y una vez terminado el canto de las mañanitas, se sirvió la cena.

Laura estaba impaciente por el gran anuncio que tanto esperaba. Todos terminaron de cenar y se recogió el servicio. Antes de iniciar con el baile, Miguel se dirigió a donde estaba el grupo y pidió un micrófono. El gran momento de Laura había llegado.

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