sábado, 4 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 15

En los días siguientes los gemelos estrenaron sus respectivos regalos. Renata se la pasaba de un lado a otro con Diego, lo utilizaba como modelo de vez en cuando y Diego era muy feliz al ver a su novia tan inspirada.


Por su parte Pablo, pasaba todos los días, sin excepción, por Helena para llevarla a la escuela y así pasar juntos un tiempo antes de clases. Por las tardes la llevaba a su casa para comer, y después se iban a hacer la tarea, ya fuera a un café o a cualquier lugar. Aunque a veces se distraían un poco.

Llegó diciembre, iniciaron sus exámenes de final de semestre y cómo siempre Helena y Pablo eran los más destacados de su generación. Después de los exámenes, comenzaron sus vacaciones de invierno y ambas familias se habían ido a la finca a pasar las festividades. Renata había invitado de nuevo a Diego, claro él se regresaría a su casa para pasar la Navidad y el Año Nuevo con su familia.

Al regresar a la escuela, Helena pudo ver como Lorena seguía tratando de llamar la atención de Pablo y eso le desagradaba mucho, pero no quería hacer un escándalo; al final de cuentas estaba segura del amor de su novio.

En febrero llegó su cumpleaños, y se había planeado todo un festejo. Entre su madre y su madrina habían preparado toda una fiesta en los jardines de la casa de Helena. Habían decidido que una fiesta invernal sería una buena idea, así que se decoró todo el jardín de blanco, focos blancos de los que se usan en navidad, adornaban los arboles y tanto las mesas como la pista y el escenario eran de color blanco. Y en las invitaciones se sugería vestir de blanco, negro o gris.

La noche anterior a la fiesta, Helena estaba a punto de dormirse, cuando escucho música en el jardín, al asomarse por la ventana alcanzó a ver qué Pablo estaba con una manta en las manos. “Feliz Cumpleaños, mi Helena. TE AMO”. Detrás de él estaban unos músicos que interpretaban las mañanitas. Helena se quedó en su ventana hasta que terminó la canción y de inmediato salió hacia el jardín.

Cuando llegó a donde estaba su novio, otra canción inició. Pensó que Pablo la abrazaría pero en cambió comenzó a cantar.

- Eres mi bien
Lo que me tiene extasiado
Por qué negar que estoy de ti enamorado


De tu dulce alma


Que es toda sentimiento
De esos ojazos negros
De un raro fulgor
Que me dominan
E incitan al amor
Eres un encanto
Eres mi ilusión Dios dice que la Gloria
Está en el cielo
Que es de los mortales
El consuelo a morir Bendito Dios
Porque al tenerte yo en vida
No necesito ir al cielo tisú
Si alma mía
La Gloria eres tú ***

Helena estaba muy emocionada, y se juró así misma que jamás iba a olvidar la bella letra de esa canción, que aunque sabía que él no la había escrito, no le quitaba lo maravillosa. En cuanto terminó Pablo corrió a abrazarla.
- Feliz Cumpleaños – le susurró Pablo al oído.
- Pa… - Helena no pudo terminar de decir el nombre de su novio, pues este no se resistió al seductor encanto de sus ojos y la besó. A ambos se les olvido que había gente detrás de ellos y se besaron con toda la pasión que sentían. El beso duró hasta que uno de los músicos se limpió la garganta.
- Ups - alcanzó a decir Helena cuando recupero el aire.
- Creo que eso se queda corto – respondió Pablo divertido por la expresión de pena de su novia. – Señores otra canción por favor
- Gracias, me ha encantado es tan hermosa y cómo la cantaste, por dios ha sido más que genial 
- Solo canto así porque entiendo perfectamente la letra. Estoy tan enamorado de una hermosa señorita que se merece las canciones más bellas del mundo.
- Y yo que pensaba que cantabas así por mí.
- Que graciosa, Helena, que graciosa.
- Bueno gracias - Helena seguía riendo cuando vio que Pablo sacaba un estuche negro de su chaqueta y se lo entregó.
- Espero que te guste, ábrelo por favor. – Hizo lo que le pedía y descubrió que en el estuche había un bello diamante azul, como el de su anillo, en forma de corazón atado a una cadena de plata.
- Esta hermoso, muchas gracias. 
 - No te mereces menos, Te amo.
- Y yo a ti. – La música seguía sonando detrás de ellos que estaban absortos en sus miradas que lo decían todo.

Poco tiempo después llegaron los padres de Helena y Pablo se retiro junto con los músicos.

La mañana llegó y Helena estuvo ocupada todo el día ajustando los detalles sobre su vestuario. Cuando llegó la hora toda la familia esperaba que Helena bajara por las escaleras, en especial Pablo. Cuando Helena por fin apareció se veía radiante, el vestido la hacía ver más alta de lo que era y le delineaba su bella figura. Había elegido un vestido color plata que tenía pequeñas piedras bordadas en la parte superior. Pero su mayor adorno era el bello diamante que colgaba de su cuello.
- Felicidades, hija – le dijeron sus padres al unísono, que le extendían un sobre con un moño azul. 
 - ¿París? – preguntó al ver que el contenido del sobre era un boleto de avión fechado para el verano con destino a París.
- Pues tu padre y yo hemos creído que ya es hora de que disfrutes de la ciudad de las luces – agregó su madre
- Increíble, me encanta. Gracias a ambos. – Helena estaba más que feliz con la idea, le encantaban las ciudades europeas pero nunca había ido a Francia y este viaje la emocionaba de más, de inmediato una sombra de dolor invadió su felicidad.
- Ni pongas esa cara, hija – dijo su madrina al descubrir la dirección de los pensamientos de su ahijada – como sabíamos que no ibas a estar muy feliz de estar un mes lejos de Pablo.
- Pues hemos decidido que Renata y Pablo también van. – acabo por decir Miguel.
- Evidentemente tu madre y tu madrina los acompañaran – agregó su padre.
- ¡Papá! – exclamó Helena con la cara roja de la pena por la mirada que les había echado tanto a ella como a Pablo.
- Bueno, bueno. Lo importante es que haremos el viaje, todos. – interrumpió Renata para salvar a su amiga del bochorno.
- Sí, claro, Ren tiene mucha razón. Muchas gracias a los cuatro me han hecho muy feliz con este regalo. – Helena estaba contenta por el viaje, y le fascinaba el brillo de los ojos de Pablo al verla.

Cuando llegó a la parte del jardín donde estaban los invitados, atrajo la mirada de todos, de verdad que se veía bien. Cuando pasaban a felicitarla, los invitados no dejaban de ver el diamante azul que hacía una esplendida combinación con sus ojos.

Al terminar la parte de los saludos, Helena y Pablo se dirigieron a la pista de baile; si hubiera sido por ellos habrían bailado toda la noche pero Carolina llamó a su hija a casi al final de la velada para presentarle a unos amigos de su padre.

Pablo estaba agotado y quería alejarse del ruido de la fiesta así que se fue a la terraza de la casa. Estando ahí sus pensamientos se dirigieron al próximo viaje a París, no podía negar lo mucho que le gustaba la idea de estar con su novia en un lugar tan especial.
- ¿Pablo?
- Lorena, ¿qué haces aquí? – preguntó sorprendido ya que el pasó a la casa estaba restringido a los invitados.
- Vi que te saliste de la fiesta y te seguí.
- Ya veo, solo que quisiera estar solo.
- Pablo, ¿por qué eres tan cortante?, comprendo que cuando está Helena te comportes así pero ella no está aquí ahora y creo que nuestro trato podría ser distinto.
- Lo siento, no debí ser tan grosero. Pero te pido que entiendas que mi trato será así con o sin Helena presente.
- Pues yo no le veo el caso, sin Helena y sin tu frío comportamiento podríamos divertirnos más. – Lorena avanzó unos cuantos pasos para acortar la distancia entre ella y Pablo. Después tomó las manos de este y las colocó en su cintura, acto seguido ella le puso sus manos alrededor del cuello. 
- ¿Divertirnos? – dijo Pablo tratando de salir de esa situación tan extraña.
- Ya sabes a lo que me refiero – al momento que finalizó de decir esto le plantó zendo beso a Pablo que no sabía ni que hacer. Sus instintos le indicaban que debía responderle el beso, que estaba lleno de urgencia y necesidad, pero inmediatamente descartó la idea; aquellos labios que lo demandaban no eran con los que soñaba cada noche, ni de lejos eran esos labios dulces, audaces, cálidos y llenos de ternura que lo hacían ponerse de rodillas, esos solo pertenecían a su Helena. Sabía que no podía traicionarse a sí mismo y decidió ponerle fin a ese error, aunque fuera demasiado tarde.
- ¡Pablo! – él no necesitó levantar la mirada para descubrir de quien era esa voz. Hubiera reconocido la voz de Helena en cualquier lugar del universo.
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*** Autor Jose Antonio Mendez. Existen varias versiones de esta canción mis recomendaciones son con Los Tres Diamantes, Olga Guillot, Luis Miguel.

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