domingo, 26 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 38

- Pablo – dijo Helena con ternura. Esto hizo que Pablo la pusiera de nuevo en el piso y le tomara la cara entre sus dos manos. Se miraron directamente a los ojos, que habían recuperado aquella luz que compartían en su juventud. Helena vio como los años habían hecho de Pablo todo un hombre. Parecía un poco más alto y delgado pero muy fuerte, porque cuando la abrazó sintió a sus brazos como una prensa. Pero lo que más le llamó la atención fue su cara, se había puesto aún más guapo algo que creía imposible, su cara era tan varonil y seductora. Y sus ojos, seguían siendo tan camaleónicos como siempre. 
- Mi Helena, solo mía – Al decir esto acercaron sus caras y chocaron sus frentes, se acercaron tanto que podían aspirar el aliento del otro. Algo que los embriagaba en emociones, pero justo cuando se creyeron débiles ante el deseo de besarse. Una voz los separó. 
- ¡PABLO! – Los dos se separaron de inmediato, lo hicieron con calma, nada podría causarles sorpresa después de lo que momentos antes habían vivido. 
- Laura – dijo mientras tomaba a Helena de la mano. 
- ¿Qué pasa aquí? – preguntaba Laura completamente enojada, mientras barría a Helena de pies a cabeza. 
- Laura ella es Helena Lascurain. 
- Mucho gusto Laura. Tú debes de ser la novia de Pablo. – a Laura le encantó que Helena estuviera enterada de quién era ella en la vida de Pablo. A Helena no le costó mucho reconocer a Laura pues aunque la vio muy rápido, recordaba bien que era de menor estatura que ella y que Pablo, además su pelo seguía teniendo esos reflejos rubios artificiales, su cuerpo era lindo, pero ni de lejos le hacía sombra a Helena. Esta vez por fin conoció su cara, no era una persona fea, pero no superaba ni siquiera a Renata en encanto. Tenía ojos grandes y oscuros, sus labios eran muy delgados y su frente tenía una gran marca de expresión, consecuencia de los enojos frecuentes de los que era presa. 
- Si lo soy. 
- Veo que ya estás haciendo presentaciones hermanito – comentó Renata al acercarse a su hermano y amiga. Él tenía la sangre helada de ver cómo Helena sabía exactamente quién era Laura. Pero supuso que Renata se lo había dicho. 
- Si. ¿Renata tú sabías qué Helena estaba aquí? 
- Por supuesto que sí. Quién crees que la invitó. 
- ¿Te quedarás a la fiesta? – preguntó Pablo 
- Claro, a eso he venido. 
- Ya, ya dejen la charla para después. El almuerzo está servido y mamá quiere que estemos todos. 
- ¿Ella sabe que Helena esta aquí? 
- Si, ya vámonos que si no va a pegar el grito en el cielo. 
- Vayamos entonces. 

Helena y Renata caminaban juntas y detrás de ellas venían Laura y Pablo. Laura traía la cara descompuesta de celos por la escena que acaba de presenciar, pero no podía evitar estar sorprendida por la calidez con la que Helena la había saludado. Cuando llegaron a la casa, se encontraron con Toña. 

- ¡Toñis! – gritó Helena con alegría de ver a una de las personas que más quería de la finca. Cuando Helena la vio se sorprendió de los años que ya habían pasado sin verla, Toña había dejado de ser esa mujer fuerte y entera que los ordenaba cuando eran niños. Ahora caminaba un poco más lento y tenía su piel arrugada, sin embargo seguía conservando esa calidez que hacía que Helena, Pablo y Renata la quisieran como si fuera de su propia familia. 
- ¿Niña Helena? 
- Hola, Toñis. 
- Pero no puedo creer lo hermosa que se ha puesto, ya desde siempre había sido linda pero ahora no tiene comparación. 
- Gracias Toñis, siempre tan linda conmigo. 
- Es la pura verdad. 
- Gracias 
- De haber sabido que llegaría hoy, le hubiera mandado hacer el desayuno que tanto le gusta. 
- No te preocupes. Mañana lo puedes hacer. 
- Con mucho gusto, niña. 

Toña los acompañó hasta el comedor donde ya estaban Magdis, Lety y Miguel. 

- Perdón por el retraso – se disculpo Helena 
- No hay problema, hija – respondió Miguel – lo importante es que ya están aquí. Miguel a pesar de los años seguía mostrando la nobleza de su alma, su cabello que alguna vez fue castaño empezaba a mostrar algunas canas, y su sonrisa ya estaba acompañada por algunas marcas de expresión. 
- ¿Y dime Helena cómo está tu padre? – Preguntó Lety. Helena conoció a Lety cuando era muy pequeña, pero a contrario de Toña, por Lety no habían pasado los años. Seguía siendo esa mujer de pelo castaño claro, muy corto, y con esa cara blanca siempre estaba llena de seriedad que era iluminada por unos bellos ojos eran cafés muy claros. 
- Muy bien señora. Su trabajo lo absorbe por completo y lo hace muy feliz. 
- Me alegro. Pero por favor no me digas señora, siendo que para mi hermana eres como una hija, para ti soy tu Tia Lety. 
- Gracias… Tía. 
- Eso así está mejor. 
- ¿Y vendrá pronto? 
- Pues no lo sé, con la agenda que tiene es más fácil que yo vaya a visitarlo. 
- ¿Helena, vuelves a México? – preguntó Pablo completamente sorprendido 
- Sí, me han asignado a una nueva oficina que UN establecerá aquí. 
- ¿Trabajas para UN? 
- Si. Tengo 5 años en UN, 2 en estancias y 3 trabajando. 
- ¡Por Dios! Que gusto me da 
- Sí a mí también me da mucho gusto trabajar para un organismo tan importante. 
- Y lo que no sabes hijo, es que su jefe insistió en traerla. Al parecer nuestra Helena ha destacado mucho en la esfera de UN. – dijo Miguel orgulloso de presumir a su ahijada. 
- ¿De verdad? 
- Vamos, padrino. No es para tanto, aún me falta mucho para ser cómo mi padre. 
- Pero vas por muy bien camino, hija. 
- Y bien, díganme como están las cosas aquí, tiene tanto que no vengo. 
- 10 años – suspiró Pablo 
- Pues la finca sigue prosperando y cada vez puede darle más trabajo a la gente del pueblo. 
- Me alegra mucho, son gente muy trabajadora. 
- Sí y no has visto los nuevos terrenos, Pablo será mejor que un día de estos lleves a Helena a conocer todos los nuevos territorios. 
- Con gusto lo haré, padre. 
- Gracias. – respondió Helena. 

El almuerzo siguió en silencio, ya que todos habían visto las intenciones de Miguel de reunir a su hijo y a su ahijada, aunque sea para que platicaran sin la presencia y la mirada inquisitiva de Laura. 

Después Miguel se retiró a atender asuntos relacionados con la finca y Laura insistió en que Pablo la llevará al pueblo, aunque lo único que él quería era conversar con Helena. 

Renata, Magdis y Lety se quedaron platicando con Helena, en uno de los jardines de la finca. Aunque había mantenido contacto con Renata y sus padrinos, Lety insistió en conocer su vida y le contó sobre los que había pasado en esos 10 años de lejanía. Cuando llegó el turno de mencionar a Oliver, Lety la llenó de preguntas. 

- ¿Y piensas ir a visitar a Oliver a Francia? 
- Claro, sé lo he prometido. 
- Pues me alegro, pero me gustaría conocerlo para ver si están lindo como dicen tú y Renata. 
- Lo es tía, como no tienes una idea – le afirmaba Renata. 
- Sí, en verdad que es una excelente persona. 
- ¿retomarás tu relación con él? – preguntó Magdis intrigada por saber si su ahijada había olvidado a su hijo. Helena notó algo de preocupación en la cara de su madrina, ella la conocía muy bien, sin importar los años su cara blanca y sus ojos cafés, seguían siendo transparentes ante sus emociones. Se había cortado el pelo desde la última vez que la vio Helena y ahora le llegaba ligeramente debajo de la oreja. Su cuerpo seguía siendo muy delgado y conservaba la elegancia propia de las mujeres de la alta sociedad. 
- Pues no lo sé. Supongo que para hacerlo tendría que renunciar a UN y buscar trabajo en Francia, pero disfruto mucho mi trabajo. 
- Me parece bien que pienses así – dijo su tía. 

Pablo y Laura no regresaron en todo el día, lo que decepcionó un poco a Helena que tenía mucho que explicarle a Pablo y además unas ganas inmensas de verlo de nuevo. No llegaron a cenar. Y Helena no tuvo más remedio que esperar al día siguiente. 

A la mañana siguiente Helena se despertó muy temprano, y decidió que sería muy bueno ir a montar. Cuando llegó a las caballerizas se encontró con Pablo. 

- ¡Helena! - la saludó con alegría 
- Buenos días Pablo – respondió 
- Qué bueno que ya estas despierta, estaba a punto de ir por ti para que salieras a montar conmigo. 
- Será un placer. Pero dime donde esta mi preciosa. 
- Oh, Renata no te dijo… 
- Decirme qué 
- La Preciosa y Lazlos ya no están aquí. 
- ¿Los vendieron? 
- Me temo que no. 
- Ay no, Pablo. Mi preciosa – dijo con tono de decepción y tristeza. 
- Lo siento Helena, yo también me sentí muy mal a perder a Lazlos. Pero creo que hay algo que te puede ayudar a mejorar ese ánimo, ven 
- ¿Qué es? 
- Mira te presento al “Alquimista”. Sabes ¿quiénes son sus padres? 
- No. – cómo podía saberlo si llevaba 10 años lejos de la finca. 
- Tu preciosa y mi Lazlos. 
- No te creo. 
- Pues créelo, esos dos estaban destinados a dar a un pura sangre y aquí está. 
- Increíble. 
- Lo sé. Y mira ella es Sahara tu nueva yegua, si es que la quieres. 
- Claro que la quiero, sé que nadie como mi preciosa, pero Sahara será mi nueva compañera. 
- Bien entonces, vámonos. Quiero enseñarte los terrenos que te dijo mi padre. 
- Está bien yo te sigo. – Así Pablo mostró a Helena lo grande que era ya la finca y los cultivos que ahora tenían. 
- Por dios esta enorme. 
- Sí un poco. La verdad me hace muy feliz ver cómo mi padre ha apoyado a la gente de aquí. 
- Si, él ha sido muy bueno. 
- ¿Y dime cómo te está yendo en la empresa? 
- Bien, pero ¿cómo sabes que estoy ahí? 
- Renata me lo dijo. 
- Vale, aunque no es justo tu sabes muchas cosas de mí y yo ya no sé nada de ti. 
- Pues ¿qué quieres saber? 
- Todo 
- Por donde iniciar… 
- Espera, vamos a donde me puedas contar a gusto. ¿Unas carreras al arroyo? 
- Encantada. 1, 2…3 – y salieron a todo galope hacía el árbol del arroyo que los había visto crecer. 
- Te gané. – decía Pablo. 
- Simplemente porque estoy fuera de forma, ya verás te pediré revancha. 
- ¿Qué acaso dónde estabas no salías a montar? 
- Sí, pero no corría carreras. Me fui a estudiar no a ser jockey. 
- Bueno, te concederé la revancha cuando quieras 
- Hecho. 
- Anda te ayudo a bajar. – el contacto con Pablo hacía que el corazón de Helena latiera muy rápido, pero tenía que controlarse, no podía permitirse ninguna debilidad. 
- Este lugar está más bonito que cómo lo recordaba. 
- ¿Lo hacías muy seguido? 
- ¿Qué cosa? 
- Recordarlo 
- Siempre. – los ojos de ambos se llenaron de nostalgia. 
- Bueno ahora si cuéntame que ha sido de tu vida. – dijo Pablo para romper ese silencio incómodo. 
- Está bien, pues hice mi carrera en la Universidad Libre de Berlín, y cuando terminé a mi padre le ofrecieron un puesto en UN así que nos mudamos a New York. Ahí estudie una maestría en la Universidad de Columbia y luego me ofrecieron trabajo en UN donde hacía mis estancias. 
- Helena, ¿por qué no me buscaste cuando te fuiste a New York? 
- Lo intente, pero fue cuando me encontré a Renata y me dijo que te habías ido a Oxford. 
- Entonces fue por eso que ella me dijo que no te buscara. 
- ¿Cómo? 
- Es que al llegar a Oxford pensé en ir a Berlín a buscarte y cuando le pedí tu dirección me dijo que no vivías más allá, y que tú habías dicho que no me informaran nada ti. 
- Perdón Pablo, lo único que yo quería es que fuera más fácil para ti, rehacer tu vida sin la sombra de mi recuerdo. 
- Lo sé. 
- Y cuando te vi con Laura en New York, supe que había hecho lo correcto. 
- ¿En verdad eras tú? 
- Si, y disculpa por no haber dicho nada, pero me tomó por sorpresa, nunca espere verte ahí. 
- ¿O sea que estuviste viendo a Ren todo estos años? 
- Si, la encontré a los pocos días de haber llegado a New York y continuamos con nuestra amistad. Regularmente ella me prevenía de cuando ibas a estar tú para no visitarla, pero esa vez había hecho un viaje a Río de Janeiro y no creyó que yo fuera a volver antes. Fue entonces cuando te vi. 
- Perdóname es que yo… bueno yo 
- No tienes que explicar nada, fui yo quien te pidió que continuaras con tu vida y me alegra mucho que lo hayas hecho. Sólo quiero que seas feliz. – a Pablo le sorprendía ver la ternura con la que ella lo miraba, ¿podría ser ella lo hubiera olvidado? 
- ¿Eres feliz? 
- Lo soy. Nunca creí que el estudiar es carrera me trajera tanta felicidad. De verdad que me gusta mucho. 
- Pero en lo sentimental ¿lo eres? 
- Pablo, no creo que debamos hablar de eso… 
- Por favor, si tu sabes lo de Laura quiero saber si hay o hubo alguien más en tu vida, por favor – a Helena le dolió un poco el que Pablo ya no sintiera celos de con quien había estado, era evidente que la había olvidado. 
- Pues solo hubo una persona. Se llama Oliver Ellsworth, es inglés y trabajaba para OAS, pero hace unos meses se fue a Francia porque le ofrecían trabajo en Estrasburgo en el Parlamento de la Unión Europea. 
- ¡Vaya! Si que debe ser muy importante. 
- Pues es muy inteligente, mi padre llegó a apreciarlo mucho. 
- Álvaro siempre ha sido muy amable con las personas que te quieren. Pero hablando de él, explícame ¿cómo está eso de que te decidiste venir a México? ¿Qué pasó con tu padre? 
- Pues él quiere que sea feliz y que viva mi vida. Al final de cuentas descubrió lo que había hecho hace 10 años y me dijo que no podía seguir abandonando mi felicidad por él. Qué ahora que trabaja en UN es muy feliz. Y debo decir que su tristeza ha disminuido mucho con los años y la oficina lo absorbe demasiado. 
- Me da gusto que Álvaro haya podido recuperar un poco de su alegría y no tienes idea de lo mucho que me gusta él que te vengas a vivir a México. 
- Gracias, pero ahora hablemos de ti. 
- No, no Helena, hoy solo es un día para ti. Otro día lo dedicaremos a mí. – Pablo no quería hablar de su vida porque le dolía recordar sus días sin Helena. 

Pasaron muchas horas platicando sobre la vida de Helena en Alemania, su cambio a New York, las cosas que extrañaba de México. Estuvieron recordando sus tiempos de preparatoria, aunque no hacían referencia a sus momentos juntos cómo novios, se referían a lo que habían vivido con sus amigos y con Renata.
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