martes, 14 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 25

Los días habían pasado y el viaje del padre de Helena estaba muy cerca. Ella y Pablo habían decidido no tocar el tema de Alemania, hasta que fuera absolutamente necesario. Pues cada vez que lo intentaban terminaban peleando o llorando, y no podían desperdiciar sus últimos momentos juntos, en lágrimas y enojos.

- ¿Y ya sabes qué día te vas a ir a Boston a hacer el examen?
- No sé, aún no hablo con la secretaria de mi padre. Sólo le dije que me reservará para después del 15.
- Pablo… no por favor.
- Por favor nada, te dije que iba a estar a tu lado cuando tu padre se fuera y así será.
- Si, lo sé, pero no quiero que estés tan presionado por viajar y el examen. Dime y si no lo llegarás a pasar, ¿cómo crees que me voy a sentir?
- Pues deberías sentirte muy bien, porque así tal vez mi padre me dejaría irme contigo a… - la cara de Helena se llenó de dolor – bueno no importa, yo sé que puedo. Anda permíteme cumplir mi promesa.
- De verdad que yo no sé por qué me cuidas tanto, si lo único que hago es lastimarte. Nunca te voy a poder pagar todo esto que estas pasando por mi culpa.
- No te estoy pidiendo que me lo pagues. Aunque bueno la verdad en Boston estos días que me vaya, me voy a sentir algo solo y no sé. ¿No crees que sería mejor idea que fueras conmigo a apoyarme en mi examen?
- Sabes que lo haría, pero dudo que a mi padre le guste ver que compre un boleto a Boston para viajar contigo.
- Tienes razón y ¿si lo compramos con mi tarjeta?
- Solo una cosa, TU PADRE VA A IR CONTIGO. Además ya prometí acompañar a Renata y Magdis, cuando ella presente en Brown.
- Ah que bien, vas con mi hermana y no conmigo que te necesito más.
- Pablo – dijo con algo de remordimiento
- Ya está bien, si te necesito. Pero podre vivir 2 días. Ya me pagarás mi sufrimiento cuando regrese.
- Me parece justo.
- Buena ya vámonos que si no tu padre va a venir a buscarnos.

Esa tarde Pablo, Helena y su padre, fueron al mausoleo donde descansaban las cenizas de Carolina. Por un momento mientras Pablo observaba a Álvaro, entendió porque Helena se iría con él. Su dolor se veía a leguas y aunque había podido recuperar un poco de la normalidad de su vida, en días como este era fácil ver lo mucho que extrañaba a su esposa y como su hija era su único refugio. Pablo no pudo evitar que unas lágrimas escaparan de sus ojos.

Era un hecho que iba a perder al gran amor de su vida. A su Helena.

El padre de Helena partió una mañana nublada de mayo, su viaje sería hasta Madrid y de ahí tomaría otro vuelo para llegar a Berlín. En el aeropuerto estaban su mejor amigo con su familia y su adorada hija.
- Adiós papito. Te veo pronto. Por favor cuídate mucho.
- Claro hija, estaré bien.
- Adiós Álvaro, no te preocupes por Helena que nosotros la sabremos cuidar bien.
- Gracias a ambos – dijo refiriéndose a Magdis y Miguel.
- Yo también te prometo cuidar a Helena, no tienes de que preocuparte. – dijo Pablo con un tono lleno de respeto.
- Lo sé, hijo, gracias por cuidar a mi nena.
- No tienes nada que agradecer, lo hago con mucho gusto.
- Más del que quisiera saber – murmuró Renata entre dientes, y por fortuna solo lo escucharon Helena y Pablo, que inmediatamente se pusieron serios. – Vale nada de caras tristes, esto es lo que has querido siempre Álvaro.
- Si, Renata, tienes razón.
- Aerolíneas Iberia anuncia su vuelo 973 con destino a Madrid.
- Ese es mi vuelo, será mejor que me vaya. Adiós nenita, Te quiero mucho.
- Y yo a ti papito. Adiós. – decía mientras se despedían con un abrazo. La despedida dejó un poco triste a Helena, pero Pablo estaba ahí a su lado para darle su apoyo.
- Te amo y sabes que no estás sola – le susurró al oído mientras salían del Aeropuerto.
- Gracias, yo también te amo y no tienes idea lo que significa que estés a mi lado en estos momentos.
- Ay que cursis son los dos – dijo Renata entre risas.
- Renata, cuando vas a dejar de escuchar lo que no te importa – le sermoneó su hermano.
- Ya, ya cálmate ni que fuera algo nuevo.
- Te juro que me sacas de mis casillas
- Pero así me quieres y por eso soy tu hermana favorita
- Eres la única que tengo.
- Pues no importa al menos sé que soy la amiga favorita de Hel.
- Obvio, no hay otra a quien quiera más.
- Ay hermanito, porque no puedes aprehender de Hel y tratarme con más cariño.
- ¿Con más cariño, cómo esté? – dijo mientras despeinaba a su hermana.
- No fue nada gracioso, Pablo.
- Ya ustedes dos dejen de portarse como niñitos – gritó su madre que venía atrás de ellos.
- Padrino, mi papá te dijo, sabes ¿Qué va a pasar con la casa?
- Sí, pero que te parece si lo hablamos después.
- Está bien.

Los días pasaron y Pablo tuvo que irse con Miguel a Boston para su examen. Renata, Helena y Magdis, se fueron un día después a Rhode Island. Cuando regresaron Pablo y Helena no quisieron separase más, tenían miedo, si esto era solo por 3 días. ¿Qué sería cuando en lugar de días fueran meses?

Los exámenes finales de la preparatoria dieron inicio a finales de mayo. Y pronto llegó la graduación en donde Pablo y Helena recibieron sus certificados con honores. Si hubieran querido, cualquier universidad del país les abriría las puertas, pero su destino no era ese. Helena decidió no acudir al baile graduación, la muerte de su madre estaba muy reciente y no se sentía cómo para estar en fiestas. Pablo y Renata no querían asistir sin ella y optaron por una cena familiar en uno de sus restaurantes favoritos.

Los resultados de Harvard llegaron el mismo día que los Brown. Una tarde de Junio en la que Helena disfrutaba de oír a su novio cantar las canciones que tanto le gustaban, llamaron a la puerta y entró Renata.
- Pablo, corre te llama mi papá.
- ¿Qué quiere?
- Pues no me dijo, mejor apúrate a bajar.
- Está bien, vamos Hel.
- Pablo, y si Miguel quiere hablar contigo a solas.
- No importa, de igual manera te vas a enterar, anda ven.
- Ya, Helena, vamos. – Renata empujaba a Pablo y a Helena para que se apresuraran a bajar a la sala, donde Magdis y Miguel esperaban a Pablo.
- ¿Qué pasa? – preguntó Pablo cuando llegó a la sala.
- Acaba de llegar esto para ti – dijo señalando el paquete que estaba en la mesa. El escudo de Harvard no dejaba dudas de su procedencia.
- Anda, ábrelo – le pidió Helena. Pablo lo tomó y cortó uno de los extremos. Dentro había una carta y un panfleto un poco grueso. Abrió la carta y su cara fue cambiando de colores conforme acaba de leerla.
- ¿Y bien? – preguntó su padre una vez que terminó de leer.
- Me aceptaron – respondió con un tono un poco triste.
- FELICIDADES – gritaron y celebraron todos. La emoción de toda su familia, incluyendo la de Helena no concordaba con los sentimientos interiores de Pablo.
- Gracias, esto es inesperado.
- Claro que no, todos sabíamos que entrarías – dijo su madre llena de orgullo.
- Exacto, eres increíble, te lo juro - decía Helena mientras sonreía y lo abrazaba.
- Ahora es tu turno Renata – dijo su madre, al entregarle el paquete que también había llegado para ella.
- Pero… para mi, ¿Ya? – pocas veces se veía a Renata tan nerviosa.
- Vamos, ábrelo – decía Pablo. Renata hizo lo propio con su paquete y en este solo venía una carta y un folleto más delgado. Lo que parecía un mal augurio.
- Ms. Duart. I am delighted to inform you that the Committee on Admissions has voted to offer a place in the Brown Class … Oh por dios me aceptaron, me aceptaron – gritó Renata con gran alegría.
- FELICIDADES, princesa – dijo su padre.
- Si Felicidades, te lo has ganado – decía Helena.
- Esto merece una celebración, ¿qué les parece si nos vamos a cenar?
- Claro, vamos.

La cena estuvo llena de alegría por parte de todos, menos de Pablo. Él trataba de aparentar y sonreía pero Helena lo conocía muy bien como para saber que no estaba tan feliz como decía.

- Pablo, podemos hablar un momento – preguntó Helena cuando se disponían a retirarse a sus habitaciones.
- Perdóname, podemos dejarlo para mañana, estoy muy cansado.
- Está bien.
- Hasta mañana. Te amo.
- Y yo a ti, hasta mañana.

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