viernes, 10 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 20

Helena no habló en todo lo que restaba de la tarde, más que para agradecer la compañía de las personas que conforme llegaban le daban el pésame. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado solo supo que Pablo no la dejó ni un minuto sola. Pasada la medianoche Helena por fin habló.

- Podemos salir un momento al jardín
- Sí, vamos. – Pablo llevó a su novia a una de las bancas que estaban en el jardín de la funeraria. Ella no dejaba de mirar al vació pero en ningún momento soltó su mano – Vaya, no creí que hiciera tanto frío.
- No lo siento – dijo Helena cuando Pablo le puso su saco sobre los hombros.
- Aun así no quiero que te vayas a resfriar – era obvio que lo que menos le preocupaba era resfriarse, pero tenía que reconocer que él solo quería cuidarla.
- Pablo, necesito que me digas como pasó. – Helena suponía que Miguel ya le había contado todo a su hijo.- ¿Estás segura que quieres saberlo ahora?
- Si.
- Un conductor se pasó un alto a toda velocidad y se estrelló contra el auto de tu madre, el golpe fue tan fuerte que no dio tiempo de que salieran las bolsas de aire.
- ¿Sufrió mucho?
- No, los médicos dijeron que murió al instante.
- ¿A qué hora fue?
- En la mañana, cuando iba a un desayuno de beneficencia. Le pregunté a mi padre porque nos habían dicho hasta la tarde, pero nadie supo nada hasta el mediodía que llamaron a tu padre.
- Pablo, gracias por estar a mi lado, no sabes lo mucho que te necesito en este momento. – en momento Helena dejó de mirar al vacío y concentró su mirada en él.
- Siempre estaré contigo. Seré tu fuerza cuando ya no puedas más, seré tu refugio cuando te quieras esconder, seré el oxígeno que necesites si ya no puedes respirar, toma de mi lo que quieras que solo vivo para ti, mi Helena. – a pesar de todo el dolor que embargaba el corazón y la mente de Helena, al oír las palabras que Pablo pronunciaba con tanta devoción, pudo recuperar solo por un segundo la paz que unas horas antes le había sido arrebatada.
- TE AMO - logró decir antes de hundir su cara en el pecho de su novio y derramar las lágrimas que parecían no tener fin. Pablo la abrazó con fuerza y estuvo ahí hasta que Helena se calmó. Las horas pasaban lentamente, la recomendación de la funeraria había sido que la familia se retirara a descansar para volver al día siguiente, pero ni Helena ni su padre tuvieron la fuerza para dejar solo el cuerpo de su madre.

Pronto llegó el amanecer que había sido el más triste de sus vidas, al medio día se celebró una misa que estuvo abarrotada por toda la gente que apreciaba a la familia de Helena, además de muchos de sus compañeros de escuela.

Después de la misa, se llevaron el cuerpo hacia los crematorios. El dolor que sintió Helena de ver partir el cuerpo de ese ser que le dio la vida, fue desgarrador, pero el dolor de su padre no tuvo comparación. Álvaro sintió como una parte de su corazón moría lentamente, la mujer que estaba en ese féretro le había dado los momentos más dichosos de su vida, aún recordaba cuando la conoció, cuando aceptó ser su esposa, cuando le brindó la alegría de ser padre, los momentos en que juntos criaron a su hija. Todos esos recuerdos parecían morir poco a poco mientras veía el féretro partir.

Ni Pablo ni su familia, se separaron un instante de Álvaro y Helena. Esperaron con ellos hasta que les entregaron las cenizas de Carolina, los acompañaron a dejarlas al mausoleo. Y cuando todo había terminado los llevaron hasta su casa, que no habían pisado desde hacía más de 24 hrs.

Padre e hija se quedaron en la sala, en silencio. Parecía como si la casa hubiera perdido todo brillo, ni las flores del jardín lucían igual, en el ambiente se sentía la falta de Carolina.
- Papá, creo que debes descansar un poco.
- No sé, si pueda. No creo ni siquiera poder entrar a la habitación que compartía con tu madre. – Helena se dio cuenta que su padre tenía mucha razón, cómo iba a lograr dormir en una cama que había compartido con un ser que no regresaría jamás.
- ¿Quieres que te acompañe?
- Te lo agradezco, pero creo de nada serviría, simplemente no tengo la fuerza para abrir esa puerta. Prefiero irme al cuarto de huéspedes.
- Está bien. Pediré que te preparen la habitación lo más pronto posible.
- Gracias, voy un momento a la biblioteca, que me avisen cuando todo esté listo
- Si. – Helena se dirigió a la cocina donde estaba la gente de servicio, y dio las instrucciones necesarias.

Cuando salió de ahí no sabía si la veían con lastima, con verdadera pena o qué. Se sintió por completo desolada. Y sabía que solo algo la podía hacer sentir más tranquila. Se fue de nuevo a la sala y tomó el teléfono.

- ¿Pablo?
- Helena… - no terminó ni de decirle un saludo cuando está volvió a hablar
- Sé que no has dormido nada y estás muy cansado pero… - se quedó callada un momento.
- No hace falta que digas más, voy para allá. No tardo. – Pablo corto inmediatamente la llamada y por un momento Helena sintió una terrible angustia. Se preguntaba si estaba lo suficientemente despierto para manejar, o si por llegar rápido le pasaba algo. Era evidente que lo acontecido con su madre la había afectado en más de un aspecto. Helena esperó con preocupación los minutos que Pablo se tardó en llegar a su casa. Se sintió muy aliviada de ver que era el chofer quien lo llevaba.
- Ves te dije que no tardaría.
- Pablo… - lo abrazó como si no lo hubiese visto en años. Era evidente que la preocupación tenía parte de la culpa de ese abrazo, pero la otra parte era la necesidad de sentirse protegida.
- Ya, mi Helena. Vamos adentro – sin soltarla la llevó a la sala. Se sentaron en el mueble más amplio.
- Gracias
- No tienes porqué – Helena vencida por el cansancio se recostó en el regazo de Pablo y pronto se quedó dormida. Al poco rato Álvaro salió de la biblioteca pues su habitación estaba lista.
- Pablo, que no te habías ido con tus padres.
- Si, lo hice pero me llamó por teléfono y vine para acá inmediatamente.
- Gracias, hijo, por ser el apoyo que en este momento no puedo darle a mi niña.
- Álvaro, no tienes nada que agradecer. Tu hija es mi vida entera, siempre estaré para ella.
- Gracias. Bueno, será mejor que la lleve a su habitación.
- Si, no te molesta, lo haré yo.
- Está bien. – Álvaro se retiro a su habitación y Pablo llevó a Helena en brazos, como si fuera un bebé.

La dejó sobre su cama y después de un rato Helena despertó. Se dio cuenta que Pablo estaba sentado en la silla de su escritorio, observando una foto que era idéntica a la que ella le había regalado en su primera Navidad juntos.
- Vuelve a dormir.
- No, quiero darme un baño.
- Está bien, iré a la sala.
- No, no es necesario.
- Si es lo que deseas, ve aquí me quedo entonces.
- Gracias. Cuando salió del baño, Pablo seguía ahí, como lo había prometido. Estaba recostado en la cama, no se podía distinguir si se había quedado dormido o solo estaba descansando, así que Helena se recostó a su lado con mucho cuidado, en ese momento sintió como uno de los brazos de Pablo la atraían hacia su pecho.
- Duérmete – le dijo Pablo
- No puedo
- ¿Quieres que me vaya?
- ¡No, no por favor! – casi gritó Helena
- Entonces ¿por qué no puedes dormir?
- Porque tengo miedo de que cuando despierte no estés conmigo y todas las pesadillas regresen.
- Eso es fácil, me quedaré contigo todo el tiempo que quieras. Solo espero que a Álvaro no le moleste.
- No lo hará, él sabe que te necesito más que nunca.
- Siendo así, duerme que yo velare tu sueño. – Helena se sintió protegida en los brazos de Pablo y no volvió a despertar hasta el día siguiente.

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