jueves, 9 de septiembre de 2010

Sabor a mi - Capítulo 19

“Adiós, Pablo. Siempre te voy a amar, Siempre.”

Esa era la única frase que Helena recordaba de su sueño, recordarlo le causaba un inmenso dolor pero no sabía porque, esto la dejó un poco nerviosa pues la última vez que había soñado algo tan vívido fue cuando se dio cuenta de lo que sentía por Pablo. A partir de ese día había vivido 3 años de inmensa alegría, había conocido experiencias que nunca imaginó y había amado con toda su alma. Pero qué podía significar ese sueño. Decidió no darle importancia, pues lo único que tenía que hacer era concentrarse en los exámenes que debía presentar para, en unos meses más irse con Pablo a Harvard.

Febrero llegó trayendo consigo el cumpleaños 18 de Helena, su festejo se llevó a cabo en un bar que acaban de inaugurar en la ciudad, asistieron muchos de sus amigos, que no podían dejar la oportunidad de festejarla. La noche transcurría tranquila al igual que los días que siguieron hasta que llegó Marzo.

Un día de Marzo, después de la escuela, Pablo llevó a Helena a un centro comercial para comprar un vestido que usaría el fin de semana, en la fiesta de una de sus amigas. En eso estaban, cuando recibió una llamada.

- ¿Hola?
- Pablo, ¿Helena está contigo? Es que no me contesta la llamada.
- Si, papá. Solo que se está probando un vestido y dejó su celular en su bolsa. ¿Quieres que te la comunique?
- No, solo regresen ya a la casa
- ¿Pasa algo?
- Solo vengan lo más pronto posible.
- Está bien, te veo en un rato. Helena salió del probador y Pablo le dijo sobre la llamada, así que pagaron el vestido y se fueron de regreso a casa.

Cuando llegaron, la casa estaba en completo silencio, se dirigieron a la sala, donde Helena alcanzó a ver a su padre de espaldas.

- Papito, ¿Qué pasa, qué haces aquí?
- He…lena – dijo con la voz entrecortada y cuando su hija lo vio, esos ojos azules que compartían se llenaron de lágrimas.
- ¿Por qué lloras? – ella buscaba en las caras que la rodeaban, la respuesta que no hubiera querido oír nunca - ¿Qué pasa?
- Hija, tu madre sufrió un accidente y no… - dijo su padrino Miguel antes de que su voz se cortara – y no sobrevivió.
- ¿Qué estás diciendo padrino? Papá dime que no es cierto, por favor, dime dónde está mi mamá. – Álvaro solo pudo abrazar a su hija sumido en un llanto profundo que reflejaba la verdad de las palabras de su amigo. Helena estaba en shock.
- Será mejor que vayamos a la estancia – dijo Miguel para darle privacidad a su amigo y a su querida ahijada. Todos salieron, incluso Pablo que no podía dejar de pensar en el sufrimiento que embargaba el corazón del ser más importante de su vida.

Poco a poco Helena fue comprendiendo lo que significaba todo eso, y unida a su padre, sus lágrimas fluyeron. En un instante su vida perfecta había terminado, un giro de 180° la había dejado sin una de las personas más importantes en su vida, y a su padre sin la razón de su existencia. Ni siquiera podía pensar en lo que seguía, solo pensaba en que la mañana de ese día fue la última vez que vio, escuchó y sintió el cariño de su madre.

- Álvaro, perdón por interrumpir, pero acaban de hablar de la funeraria. Ya nos están esperando. – Miguel que siempre había apoyado a su amigo no lo iba a dejar solo justo en este momento y se hizo cargo de todos los trámites funerarios.
- Será mejor que vayamos a la casa a cambiarnos. – respondió cual autómata.
- No te preocupes, mande a tu casa por ropa para ti y para Helena. Acaban de llegar con ella. Puedes irte a cambiar a la habitación de Pablo y tú hija ve con Renata
- Gracias, Miguel. – en los ojos de Álvaro a pesar de la tristeza también hubo una luz de agradecimiento para su amigo.

Cuando Helena estuvo lista bajó a la estancia donde estaba Pablo esperándola. No se necesitaron palabras, simplemente en cuanto Pablo la vio corrió a abrazarla y con su cariño trató de hacerla sentir menos mal en un momento tan oscuro de su vida. Ella al sentir todas las emociones que le brindaba el abrazo, volvió a romper en llanto. Lloró tanto que sus lágrimas mojaron la camisa de Pablo a quien no le importó ni un momento, pues solo quería estar a su lado y ser su apoyo.
- Hija, ya los estamos esperan
do en el auto. – dijo Magdis. Ninguno de los dos dio cuenta cuando el padre de Helena pasó detrás de ellos.
- Ya vamos – respondió Helena tratando de contener las lágrimas. Cuando lo logró se fueron directo al auto y de ahí partieron a la funeraria, donde solo la esperaba el cuerpo de su madre.

Llegaron a la funeraria y el féretro aun no estaba en la sala que estaba reservada para la familia, a los pocos minutos Helena vio como la puerta de un elevador, que estaba al final de la gran estancia que compartían todas las salas, se abría y de ahí salieron 2 hombres de traje negro que traían el féretro donde estaba su madre. Pablo se dio cuenta de esto, y tomó con fuerza la mano de su novia.

- Aquí estoy – le susurró al oído.
- Si – logró decir con un nudo en la garganta.
- Helena – dijo su padre, que la solicitaba a su lado. Iban a colocar el féretro en el centro de la sala y por única vez se abriría para ver a su madre en su lecho de muerte.
- Voy – Helena suspiró de manera audible y Pablo pensó en soltarla pero ella en cambió se aferró más a su mano – ¿Me acompañas?
- Claro – respondió Pablo. Cuando llegaron a donde estaba Álvaro, él abrazó a su hija por los hombros permitiendo que Pablo la siguiera tomando de la mano. Los hombres de traje abrieron el féretro y Helena sintió una punzada en el corazón al ver a su madre así tan tranquila, parecía dormida como si fuera a despertar en cualquier momento.
- Carolina – Álvaro dijo el nombre de su esposa como un suspiró que llevaba la esencia de una despedida. Helena no pudo articular palabra, sabía que si hablaba rompería en llanto y no se sentía capaz de poderlo controlar otra vez. Solo observó la despedida de su padre y sintió como las lágrimas le rodaban por las mejillas. Después se ordenó a los trabajadores que volvieran a cerrar el féretro, pues la gente empezaba a llegar.

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